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José García Domínguez

La falsa religión de los economistas

Los economistas son los nuevos sacerdotes encargados de descifrar para al común los arcanos designios de la Providencia.

En esta época nuestra que se dice laica la Economía ha acabado usurpando el espacio de la vieja religión. Los economistas son los nuevos sacerdotes encargados de descifrar para al común los arcanos designios de la Providencia. Uno puede imaginar la rendida devoción con que los creyentes atendían la prédica los apóstoles al reparar en esas miradas obnubiladas que suscitan los Laffer de turno entre sus respectivas parroquias. Y como los antiguos místicos, igual los nuevos teólogos de la oferta y la demanda incuban su ciencia de espaldas al mundo y sus prosaicas bagatelas.

Si Simón el Estilita se pasó la vida toda en lo alto de su columna a fin de morar más cerca de la divinidad, nuestros gurús económicos habitan en los platós de la televisión por idéntico motivo, para mejor fundirse en comunión con las leyes del mercado. El universo tangible nunca interesó lo más mínimo ni a los unos ni a los otros. Es fama al respecto que el doctor Samuel Johnson refutó las alambicadas majaderías metafísicas del obispo Berkeley dando una patada a una piedra que salió volando por los aires. Berkeley, que de vivir hoy estaría en nómina de algún think tank de expertos, sostenía la opinión de que el mundo externo es un producto de la mente. Pero la realidad, ¡ay!, existe.

Como también existe la balanza de pagos española. De ahí que, a imagen del gran doctor Johnson, cualquiera pueda desbaratar la charlatanería de los publicistas de la ortodoxia con apenas echar un vistazo a ese papel. España, nos dicen, empieza a levantar la cabeza gracias al sector exterior. Exportando, pregonan, saldremos de la crisis. Pues no, nunca saldremos de la crisis exportando. Den un puntapié a ese pedrusco, la balanza por cuenta corriente, y verán lo que hay debajo. Nuestro principal sector exportador, un 30% del total, son los coches. Y nuestro primer sector importador también son los coches. Traemos de fuera componentes mecánicos para fabricar utilitarios. Y después vendemos por ahí los utilitarios acabados. Somos una maquiladora automovilística. Y poco más, muy poco más (el segundo sector es el de la alimentación, y el tercero el textil). De necios, pretender que con eso se podría superar la recesión. ¡Ah, la fe del carbonero macroeconómico!

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