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Francisco Aranda

Fiestas de Halloween con dinero de todos

Sí que hay margen para racionalizar el gasto público, lo cual permitiría reducir los impuestos que nos ahogan. Empecemos lo antes posible.

Sí que hay margen para racionalizar el gasto público, lo cual permitiría reducir los impuestos que nos ahogan. Empecemos lo antes posible.

Me parece crítico que se produzca no ya un bloqueo a una posible nueva subida de impuestos, como han recomendado los euroburócratas desde sus moquetas de Bruselas, sino una sustancial bajada de los mismos, para que nuestra economía empiece a funcionar en positivo. La renta disponible está tremendamente limitada en todos nuestros hogares, por lo que sería un milagro que hubiera actividad económica.

Por otro lado, no se pueden perder de vista nuestras cuentas públicas. Ese es un ejercicio de responsabilidad que hemos asumido con el Gobierno de Rajoy, y me parece completamente acertado. No podemos vivir eternamente del crédito, y el crédito suele pedir más crédito, que siempre hay que pagar. Hasta ahora se ha tratado de reducir la deuda incrementando la fiscalidad, pero se puede hacer justo lo contrario para conseguir el mismo objetivo.

Algunos quieren hacer ver que no existe margen para bajar impuestos. Pues bien, a mi juicio sí que lo hay. Podemos perfectamente bajar los impuestos si, al mismo tiempo, recortamos el gasto público. Perdón, yo prefiero hablar de racionalizar el gasto público. A mi juicio, la diferencia estriba en que recortar da la impresión de que se hace sin criterio y de forma lineal; mientras que racionalizar es eliminar gastos injustificados, suplerfluos o no prioritarios, tras analizar cada capítulo de forma rigurosa.

Vamos con algunos ejemplos reales. El BOE es un diario cuya lectura no es tan interesante y atractiva como la de los periódicos tradicionales, pero si se tiene un poco de paciencia alberga noticias muy curiosas. Vayamos, por ejemplo, al del 30 de abril de este mismo año. Ahí podemos encontrar un rosario de asociaciones juveniles junto con las subvenciones que les han sido concedidas por parte del Gobierno central a través del Instituto de la Juventud.

Me pararé sólo en dos casos escogidos, a voleo. Al llamado Colectivo Turcón-Ecologistas en Acción, de Canarias, le han sido asignados 19.080 euros. Me introduzco en su página web para saber a qué justas causas se dedican y encuentro que su objetivo es sentirse parte del entorno. Desde luego, el objetivo no puede ser más noble. Entre sus actividades figura un curso de uso del GPS en la montaña, habilidad básica en este momento de incertidumbre, que además es muy solicitada en cualquier entrevista de trabajo. También organizan interesantes rutas de senderismo, organizadas en función de su dificultad y en armonía con la naturaleza. No olvidan los elementos de seguridad, y dan una serie de consejos dignos de tener en cuenta: por ejemplo, consideran imprescindible acudir desayunados a las rutas. Por cierto, la cuota de participación en estas caminatas es de 12 euros, y debe abonarse siempre antes de empezar a caminar (textual).

A continuación, fijo mi atención en la asociación Atrompikones, de la provincia de Málaga, que ha recibido 14.472 euros para sus cositas. Nuevamente, realizo una búsqueda en internet y encuentro su página web. Fue fundada el 25 de mayo de 2011 y tiene entre sus dignísimos fines la promoción del desarrollo rural y la participación juvenil a través de variadas formas de ocio. Bueno, podría ser interesante, así que opto por conocer sus actividades, y ahí obtengo ya toda la información. Organización de un pasaje del terror y fiesta de Halloween, en lo que participaron los socios como actores; y, feria del niño, consistente en una gymkana de juegos variados, como la diana de globos, el salto a la rana, las pelotas saltarinas, el pintacaras, los bolos y la lucha de gladiadores.

En fin, creo que los objetivos descritos no hacen mal a nadie, pero parece poco sensato que en un país sumido en la crisis, y con un paro desbocado, se dediquen recursos públicos a organizar fiestas de Halloween o rutas por la montaña. Probablemente las necesitemos para olvidarnos de nuestra dura situación, pero parece más constructivo dedicar esos recursos a actividades productivas, o simplemente dejar ese dinero en los bolsillos de los contribuyentes, para que lo dediquen a lo que libremente consideren oportuno.

Conclusión: sí que hay margen para racionalizar el gasto público, lo cual permitiría reducir los impuestos que nos ahogan. Empecemos lo antes posible.

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