Ni siquiera todos los billetes de euro que circulan por el mundo bastarían para saldar la deuda de la Eurozona. Aunque los deudores quisieran pagar, literalmente les resultaría imposible encontrar tanto dinero. No lo hay. A día de hoy, en el planeta Tierra existen 9,53 billones de euros en forma de monedas y billetes. Pero sucede que la suma de la deuda pública y la privada de los países que emplean esa divisa ya ronda los 25 billones. Ni destinando a ello hasta el último euro y volviendo al trueque sería viable el empeño. Ni así. Solo en 2012, y en concepto de intereses, los contribuyentes europeos tiramos a la basura 380.255 millones de euros. Solo en doce meses. A lo largo de 2013, el Gobierno español prevé mutilar el gasto en 39.000 millones. La misma cantidad, 38.589 millones, se nos irá en el abono de intereses. Estamos desmantelando el Estado únicamente para pagar plusvalías a los bonistas. Un extravío colectivo, ése del endeudamiento público-privado, ante el que nadie en el continente se atreve a reconocer la verdad.
Porque lo cierto es que la deuda nunca se podrá liquidar. Islandia, contra lo que presumen los optimistas, no está llamada a ser la excepción sino la norma. Durante la alegre desregulación financiera, esa minúscula isla de pescadores de atún alumbró un sistema bancario por internet que equivalía a diez veces su PIB. El milagro de los panes y los bancos. Un desvarío. Después, cuando todos aquellos castillos en el aire se desvanecieron de golpe, Islandia se planteó el dilema. O asignar sus ingresos fiscales de los próximos cuatro siglos a resarcir a los inversores extranjeros o romper la baraja. Decidieron no pagar. Aunque en realidad no tenían otra opción. Hicieron lo único que podían hacer. Pero es que tampoco Grecia puede pagar. Aunque los condenemos a morir de hambre a todos, no pagarán. Es imposible, completamente imposible. A día de hoy, la deuda pública griega ronda el 200% de su PIB. Como en Japón. Pero Japón tiene a la Sanyo y a la Mitsubishi. Grecia no tiene nada.
Bueno, tiene bancos. Bancos con las cajas fuertes vacías. Se calcula que una tercera parte de los depósitos han huido del país. Y sin depósitos no puede haber créditos. Y sin créditos no puede haber inversiones. Y sin inversiones no puede haber crecimiento. Y sin crecimiento no se paga. Un pez que se muerde la cola. En el asunto de la deuda griega solo cabe una cirugía de urgencia: condonar por lo menos la mitad. Como mínimo. Aunque, claro, ese día quebrarán todos los bancos del país. Y es que lo único que queda a estas alturas en sus balances es precisamente eso, los bonos tóxicos del Estado. Eso y una deuda de 100.000 millones de euros con el BCE. Suma que reconvertida en dracmas pasaría a doblarse en horas. No quedaría en pie ni una sucursal. Lo de Grecia simplemente no tiene solución. Ya no. Si se pacta una gran quita con la Troika, habrá una conmoción en los mercados internacionales de renta fija. De nuevo España e Italia en la cuerda floja. Y el BCE que exigiría la petición formal del rescate antes de intervenir.
La otra alternativa, que el país saliese del euro y declarara acto seguido la suspensión de pagos, tendría idéntico efecto, si no peor. Ocurra lo que ocurra, el terremoto está servido. Apenas es una cuestión de tiempo. Claro que aún hay quien habla de una salida ordenada del euro. Pero no hay salidas ordenadas cuando una nación entera se asoma al borde de un precipicio. Como no hay salidas ordenadas cuando alguien grita "¡Fuego!" en la platea de un cine lleno a rebosar. Esas fantasías balsámicas no existen en el mundo real. Así las cosas, tras lo inevitable habrá que empezar a pensar en algo llamado Target-2. Es lo más parecido a una bomba de relojería que ha creado la Unión Europea. Desaparecido en combate el mercado interbancario ante la desconfianza mutua entre las entidades, únicamente el crédito de los bancos centrales permite que se sigan realizando los pagos y movimientos transfronterizos de capitales con normalidad. Target-2 consiste en que, cuando un inversor privado desea sacar sus activos de España y enviarlos a Alemania, es el Bundesbank quien en verdad pone el dinero. Si mañana los países del Sur abandonasen el euro, el Estado alemán se encontraría con una deuda incobrable de 700.000 millones de euros. Llegados a ese punto, ya no habría ninguna diferencia sustancial entre Islandia, Merkel y Grecia: la banca alemana también quebraría en bloque. Pensar que lo peor ha pasado es soñar. Soñar despierto.