En una vitrina de la Bookings Institution de Washington está expuesta la servilleta más importante de la historia de la política tributaria. Aquel trozo de papel fue empleado por el economista Arthur Laffer durante una conversación informal con el histórico dirigente republicano Dick Cheney, que entonces encabezaba el gabinete de Gerald Ford. El propósito de Laffer era explicar que subir los impuestos no se traduce necesariamente en una mayor recaudación una vez se superan determinados niveles de tolerancia y resistencia tributaria.
Entre 1996 y 2004, los gobiernos del Partido Popular que encabezó el ex presidente José María Aznar decidieron aplicar estas lecciones. Por aquel entonces, muchos analistas económicos desconfiaban de las rebajas de impuestos propuestas por el centro-derecha español. Desde el Ejecutivo, gente como Cristóbal Montoro, que fue secretario de Estado de Economía primero y ministro de Hacienda después, o Mariano Rajoy, encargado de diferentes carteras ministeriales, no dudaban en defender la conveniencia de reordenar el modelo tributario y disminuir la presión fiscal soportada por el sector privado.
¿Cuáles fueron los resultados? En términos de crecimiento, España experimentó un boom económico prolongado durante todo el periodo 1996-2004. Fueron años de creación de empleo y de crecimiento sostenido. No obstante, al hilo de la reciente polémica generada por las 30 subidas de impuestos del actual Gobierno de Mariano Rajoy, este texto se centrará en analizar el desempeño de la recaudación tributaria durante los años de Aznar.
Menos impuestos, pero más recaudación
A continuación analizamos el desempeño de los ingresos fiscales en España durante el periodo 1996-2004. Las referencias de los datos recogidos son el informe Los indicadores del cambio (Fundación FAES), el libro España: Claves de Prosperidad (Editorial Gota a Gota) y el documento España, 1996-2004. Una revolución silenciosa (Instituto de Estudios Económicos).
- Aunque la Administración Aznar no aprobó ninguna modificación significativa del Impuesto sobre el Valor Añadido, la recaudación derivada de dicho gravamen casi se duplicó durante el periodo estudiado.
- El peso fiscal del IRPF sobre las rentas se redujo un 33%, pero la recaudación aumentó un 50%. El tipo máximo pasó del 56% al 45%, el mínimo cayó del 20% al 15% y el número de tramos pasó de dieciocho a cinco.
- La recaudación derivada del Impuesto de Sociedades se multiplicó por tres. Las rebajas se canalizaron principalmente por la vía de las deducciones.
Las reformas fiscales de 1999 y 2003 aumentaron la renta neta de las familias españolas en más de un 5,3%. Entre 1996 y 2004, el PIB per cápita aumentó un 64% y la convergencia con Europa se aceleró en más de diez puntos. La riqueza total neta de las familias se multiplicó por dos. Desaparecieron tributos como el IAE, con un ahorro medio de 400 euros por contribuyente.
En palabras de Lorenzo Bernaldo de Quirós y Ricardo Martínez Rico, "la experiencia española se ha encargado de demostrar que, con tipos más bajos, el Estado obtuvo mayores ingresos. En 2000, la recaudación por IRPF aumentó en 700.000 millones de las antiguas pesetas pese al recorte de tipos del impuesto. En 2003, la recaudación aumentó un 4,5% con relación al 2002 a pesar de una segunda reforma del IRPF y de la notable desaceleración de la economía. La razón es obvia y nuevamente ha estado fundamentada en la reciente literatura económica. Por un lado, el aumento de la renta después de impuestos incrementó los alicientes de los individuos para trabajar, gastar e invertir; por otro, la propensión a defraudar a Hacienda, a entrar en la economía negra y/o a constituir sociedades para huir de la fiscalidad han sido menores a medida que los tipos impositivos han disminuido".
Evidentemente, este buen desempeño fiscal ayudó a reducir la deuda pública (del 64% al 51% del PIB) y a consolidar los presupuestos para alcanzar el primer superávit de la democracia española. Para intentar consolidar este avance, el Gobierno de Aznar aprobó una Ley de Estabilidad Presupuestaria que, posteriormente, fue derogada e incumplida por el Ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. No obstante, esta Ley ha sido recuperada y codificada en la Constitución, al hilo del desastroso resultado que ha tenido su incumplimiento.
Eso sí, el Ejecutivo de Aznar no aprovechó los efectos positivos de estas reformas para consolidar un Estado más grande. Al contrario, redujo el peso del sector público sobre el PIB del 45% al 38%. Bajo los gobiernos de Zapatero y Rajoy, este indicador ha crecido hasta alcanzar niveles del 47% del PIB.
Aguirre y González, alumnos aventajados
El ejemplo del Gobierno de Aznar fue continuado por Esperanza Aguirre durante sus mandatos al frente de la Comunidad de Madrid. El efecto lafferiano ha vuelto a demostrar que se pueden bajar los impuestos, incluso en plena crisis, y reducir el agujero fiscal gracias al estímulo real que implica dejar más dinero en el bolsillo de familias y empresas.
Como ha explicado el sucesor de Aguirre en la Presidencia regional, Ignacio González, "con 5 puntos menos en el IRPF y con 1 millón menos de habitantes que Cataluña, la recaudación de Madrid por IRPF es 700 millones más alta. Y en relación a Andalucía, que tiene 1,5 millones de habitantes más y un tipo también más elevado, la recaudación es 4.000 millones superior…".
Además de la rebaja del tramo autonómico del IRPF, el Gobierno popular de la Comunidad de Madrid también ha lanzado otras rebajas impositivas: por ejemplo, ha bonificado los Impuestos de Sucesiones, Donaciones y Patrimonio, dejándolos prácticamente eliminados. Incluso aquí podemos comprobar nuevos ejemplos del efecto lafferiano que tienen las rebajas de impuestos para la recaudación. Así, aunque el gravamen de Donaciones y Sucesiones está bonificado en un 99%, la recaudación en 2012 fue superior a la recogida en 2004, acumulando además un crecimiento interanual del 47%.
Pero todas estas rebajas de impuestos de Aguirre y González también han llegado a otros gravámenes, incluyendo una bonificación del 20% del Impuesto de Matriculación, la congelación del céntimo sanitario, el tipo reducido de transmisiones patrimoniales o la eliminación del recargo autonómico del Impuesto de Actividades Económicas. En el IRPF autonómico encontramos, además, deducciones para la compra de primera vivienda nueva, las inversiones bursátiles o los jóvenes empresarios. El Ejecutivo regional también lanzó en 2010 la devolución de las tasas municipales por inicio de actividad a todos los nuevos negocios creados en la comunidad madrileña.
Hoy, Madrid es la región que cobra menos impuestos a sus contribuyentes. La ratio de esfuerzo fiscal es de 4,72 puntos frente a los 5,16 de Cataluña, los 7,79 de Andalucía o los 8,76 de Extremadura. El promedio nacional, según el INE y la Agencia Tributaria, también es claramente superior (en niveles de 6,05 puntos porcentuales).
¿El resultado de esta apuesta? Aunque el reparto de la financiación autonómica apenas concede a Madrid el 17% de lo que aporta, ha sido la región que mejor ha cumplido los objetivos de déficit durante toda la crisis. Ya en 2008, los presupuestos apenas contemplaban una desviación del 1% frente al 2,4% de las demás CCAA. Por otro lado, cabe recordar que Madrid es líder en crecimiento, creación de empleo y atracción de inversión. Y todo ello, sin subir un solo impuesto.