El economista José Carlos Díez está de celebración: su libro Hay vida después de la crisis acaba de salir a la venta. Para celebrarlo, Díez ha contado en su blog diversas anécdotas ocurridas en los últimos días: por ejemplo, que sus alumnos le han despedido "con un aplauso inmerecido digno de una estrella de ópera" o que el periódico que solía leer cuando era estudiante le ha publicado una página entera de su libro.
Según explica Díez, "todos los medios quieren promocionar el libro y entrevistar a este economista observador. Si una multinacional quisiera hacer una promoción similar (…) tendría que presupuestar millones de euros. Yo saldré en todas las televisiones, radio, prensa escrita e internet local, nacional e internacional, sin coste". Díez también celebra que ha "conseguido todo esto manteniendo prestigio académico", y subraya que "gobiernos de todas las ideologías y de todos los continentes" siguen pidiendo su consejo, al igual que hacen "instituciones internacionales, empresas y bancos, etc.".
Intermoney
Sin duda, muchos lectores conocerán a Díez de las tertulias televisivas o radiofónicas a las que acude para ofrecer su visión de la crisis. Durante la anterior legislatura, Díez fue descrito en la prensa como un "fontanero" de la Moncloa, es decir, como un consejero del Ejecutivo socialista: "Cuando el Presidente quiere un consejo externo y Javier de Paz comunica, Zapatero marca el número de José Carlos Díez".
En la actualidad, además de ejercer su actividad docente, Díez es economista jefe de Intermoney, la sociedad de valores que más expertos económicos aportó al Gobierno del PSOE. Dicha firma copó numerosos altos cargos en la era Zapatero y, como explicó Emilio J. González en 2007, "se ha movido para tratar de colocar a su gente en puestos clave de la supervisión del sistema financiero". Como describió este periódico hace más de cinco años, Intermoney también ha estado cerca de algunas de las operaciones más discutidas de la era Zapatero. Entre ellas, el asalto a BBVA o el asalto a Endesa.
La polémica
En 2009, Díez aseguró que el mercado inmobiliario ya se había reordenado y había superado el pinchazo de 2007 y 2008. Según el economista, "los mercados ajustan por precios o cantidades, y el de vivienda ya lo ha hecho. En 2010 veremos a la demanda embalsada volver al mercado. Los precios se estabilizarán y subirán lentamente hasta que se absorba el exceso de oferta. Luego volveremos a ver un "boom" y volveremos a hablar de burbujas".
Ese mismo año, el economista observador insistía en que "nuestra burbuja ya ha pinchado" y señalaba que "la demanda de viviendas ya está repuntando", debido a que "los precios están próximos al suelo y nuestro sistema bancario resiste y ha sido el único de los principales países que no ha necesitado recapitalizaciones con dinero de los contribuyentes".
Díez hablaba entonces del sistema financiero señalando que "sigue con ratios de solvencia elevados". El economista decía "basta ya" a quienes "demonizan" a las cajas de ahorro, afirmando que algunas de estas entidades "tienen una gestión envidiable", gracias a directivos que "podrían dar clases magistrales" en las escuelas de negocios de Londres.
Refiriéndose al periodo 2008-2009, Díez insistió en que "el gobierno y el Banco de España no estuvieron tocando la guitarra desde el comienzo de la crisis" sino que, "como la cigarra de la fábula de Samaniego", los equipos de Zapatero y Fernández Ordoñez "han sido las hormiguitas que han estado trabajando todo el verano para abastecerse el duro invierno". Díez entendía entonces que España tenía "el sistema bancario más capitalizado del planeta", y destacaba que "no sería posible contar la historia de nuestro Pura Sangre español sin contar con un sistema bancario tan eficiente".
Díez también se refirió a la economía española como un Pura Sangre en 2007, año que sirvió de preludio para la crisis que seguimos sufriendo en 2013. Entonces, el "economista observador" aseguró que la "burbuja inmobiliaria", "baja productividad" e "insostenibilidad del déficit por cuenta corriente" no eran problemas reales sino mitos que convenía aclarar.
"Atendiendo a la evidencia empírica, hay que ser prudentemente optimista y apostar a ganador por nuestro Pura Sangre", explicaba Díez meses antes del desplome de la economía española. El "economista observador" entendía entonces que los tipos y las primas de riesgo mundiales seguían favoreciendo "un modelo de crecimiento tan apalancado como el nuestro".
Díez también afirmó lo siguiente: "Los economistas hemos contribuido al mito de la burbuja inmobiliaria. Existen fundamentos de oferta y demanda que permiten descartar la existencia de una gran burbuja. El desajuste de oferta se tendrá que corregir (…) pero eso no significa que (…) el pinchazo vaya a tener efectos devastadores sobre la economía real y el resto de los sectores".
El Pura Sangre español se caracterizaba, según Díez, por tener "lo mejor de los países desarrollados y lo mejor de los emergentes". El economista entendía que España "no tiene un problema de escasez de ahorro" y que, el crecimiento económico para 2008, 2009 y 2010 se mantendría "por encima del 3,5% hasta 2010". Además, negaba que el déficit por cuenta corriente reflejase la "pérdida de competitividad" de nuestra economía.
Un Roosevelt europeo
En el capítulo 9 de su nuevo libro, Díez afirma que "el euro es ante todo un proyecto político", y explica que la integración europea "sacó a España del ostracismo, modernizó nuestra economía y nos hizo más fuertes y competitivos". El economista sale en defensa del euro pues cree que su ruptura "sería un desastre para nuestro futuro"… Pero advierte que "si el euro no consigue generar crecimiento y eliminar el desempleo que ha generado la depresión, será la propia sociedad la que presione a sus dirigentes para salirse de la moneda única".
Díez pide a Europa que imite las medidas del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, a quien aplaude por haber abandonado el patrón oro y devaluado el dólar. El autor de Hay vida después de la crisis señala que "en todas las crisis de deuda se repite la misma dinámica: primero se asusta al país diciéndole que la devaluación es el apocalipsis, pero la devaluación y la quita estabilizan la deuda y permiten finalizar el ajuste fiscal. Tras la devaluación basta con que el país congele los salarios, el gasto público y la inflación se encargan del resto. La devaluación posibilita un empobrecimiento ordenado e inconsciente de la sociedad, que vuelve a consumir".
El "economista observador" opina que los "déspotas ilustrados" de Alemania no tienen la solución para la salida de la crisis, y se pregunta si alguien se atreverá "a ser el Roosevelt europeo".