Hay quien hace de su vida un servicio fiel a este enunciado. Y nada significa que las evidencias del mundo real muestren la magnitud de la falsedad. Día tras día, siguen repitiendo aquellos estribillos que les consta carecen de nexo alguno con la realidad. Las razones para tan necia actitud son difíciles de precisar si acudimos al sustrato de racionalidad humana, implícito en cualquier construcción intelectual.
¿Quizá es que los intereses personales se aseguran mejor por este procedimiento? Tenemos que suponer que esta probabilidad es, al menos, muy elevada. Pero la sociedad, o al menos parte de ella, empieza a sentirse agotada por los argumentos falsarios que se esgrimen por parte de no pocos de aquellos que nos representan.
El error, de magnitud considerable, está ahora en las proclamas, que el bloque de izquierda –fundamentalmente PSOE, IU y todo el grupo de los antisistema, a los que los anteriores asumen representar– está repitiendo una y otra vez, de que lo que necesita la economía española es más gasto público, lo cual tratan de atenuar precisando que se trata de gasto en inversión pública.
Sorprendentemente, o quizá no tanto, también el señor presidente de la CEOE se ha adherido a esta tesis, cuando de él se hubiera esperado más profundidad y menos manifestaciones de cara a la galería. Bastaría que se adentrara en los datos para que llegara a la conclusión de que esa fue una de las causas significativas de la actual hecatombe económica.
El señor presidente de la CEOE y también el señor Rubalcaba –pero de éste nadie espera otra cosa– conocen bien unos datos que son inapelables. Entre 2005 y 2011, período que el señor Rubalcaba conoce muy bien, la formación bruta de capital fijo (es decir, las inversiones) en nuestra economía alcanzó unas cotas del 29,4% (en 2005), el 30,6% (en 2006), el 30,7% (en 2007), el 28,7% (en 2008), el 23,6% (en 2009), el 22,3% (en 2010) y el 21,1% (en 2011) del PIB.
Si comparamos nuestra inversión con la de los países más desarrollados de la Zona Euro, sólo en el año 2011, Austria está por encima de nosotros con un 21,4% (España, 21,1%); en el resto del período, nuestra inversión es anormalmente alta frente al entorno considerado. Así, el país con mayor porcentaje del PIB en inversión –Austria– oscila entre el 21,9 (en 2005) y el 21,4% (en 2011); Alemania oscila entre el 17,3 (en 2005) y el 18,1% (en 2011). Análoga situación tienen Francia, Italia y Países Bajos.
¿Para qué ha servido esta inversión –gasto público y privado–? Simplemente, para que nuestro endeudamiento llegue a cotas intolerables. La inversión privada en inmuebles sin ocupantes y la inversión pública en aeropuertos sin tráfico aéreo y autopistas o autovías sin automóviles ni tráfico rodado alguno han sido estériles.
¿Seguimos aumentando el gasto público, señor Rubalcaba, señor Rosell? ¿Para qué utilizar epitafios, cuando queremos seguir vivos?