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Juan Ramón Rallo

Estimular el gasto = producir lo que sea

Decir que hemos de estimular "en general" el gasto equivale a decir que hay que estimular "en general" la producción. ¿En general? ¿Sea lo que sea?

Tras los éxitos del Plan E, la izquierda patria –ayer el PSOE, hoy IU– no ceja en su empeño de promover políticas expansivas de la demanda. Se nos dice que el problema está en que los consumidores no compran lo suficiente debido a la incertidumbre y al paro (en realidad, el problema real es otro: que los empresarios no invierten, no que los consumidores no compran, pero da igual) y que, por tanto, hemos de estimular el gasto por la vía del déficit público (subir el gasto sin subir los impuestos o bajar los impuestos sin bajar el gasto).

Qué bien les vendría a algunos políticos entender correctamente la Ley de Say; no la caricatura que presentó Keynes, sino el exquisito razonamiento tal como lo presentó el fabuloso economista francés: básicamente, se trata de no olvidar que estimular el gasto equivale a estimular ciertos patrones específicos de producción. Dicho de otro modo, en lugar de que sean los empresarios quienes, sobre el terreno y jugándose su futuro, descubran en qué industrias concretas debemos especializarnos dentro de una economía dinámica y abierta, serán los políticos quienes teledirigirán el "nuevo modelo productivo de España". Si el aeropuerto de Castellón se les quedó pequeño, imaginen qué pueden hacer con estímulos de la demanda todavía mayores a los actuales.

La proposición es muy sencilla de entender: una organización estatal puede estimular el gasto interno de tres formas: bajando los impuestos sin bajar el gasto público, aumentando el gasto público sin subir los impuestos o bajando los tipos de interés. Es evidente que el gasto público determina patrones productivos concretos: el político gasta para que se produzcan ciertos bienes: por tanto, más gasto en algo es más producción de ese algo. Ahora, ¿son esos los bienes que demandan los contribuyentes? ¿Se hace alguna estimación entre los beneficios y el coste de oportunidad que acarrean esas producciones? Ni se hace ni se puede hacer: los políticos gastan a ciegas y por eso son pésimos provisores de bienes. Por otro lado, reducir artificialmente los tipos de interés implica estimular artificialmente el gasto de aquellas personas con mayor predisposición a endeudarse y, por tanto, a estimular artificialmente la producción de los bienes que demanden con esa deuda (por ejemplo, viviendas burbujísticas). Y, por último, bajar impuestos sin bajar el gasto supone sufragar los adicionales gastos específicos de aquellos que se beneficien de las reducciones fiscales (que tampoco son neutras) a costa de los impuestos de los contribuyentes futuros.

La cuestión de fondo, por consiguiente, es: ¿los patrones de producción que alumbrarán esos distorsionadores estímulos políticos son los patrones que permitirán a España generar sostenidamente riqueza en una economía mundial abierta y dinámica? Permítanme dudarlo. Un ejemplo muy sencillo: se habla mucho de promover el consumo mediante algún estímulo que dure un par de años (reducciones transitorias de impuestos sin minoración de gastos, subvenciones, obra pública, prohibición de despidos...). Imaginemos que se aprueba cualquiera de estas medidas y que, en consecuencia, el gasto de los consumidores crece y la producción de las industrias a las que compran también lo hace. ¿Qué sucederá cuando se retiren los estímulos (porque asumo que todos asumen que en algún momento tienen que retirarse)? Pues que, en un país donde los consumidores están hiperendeudados, el aumento de la capacidad operativa de esas industrias de consumo no podrá mantenerse: repunte transitorio y artificial de la producción como consecuencia del repunte transitorio y artificial del gasto.

En suma: el problema subyacente de nuestra economía es mucho más complejo. No es que gastemos poco per se, es que gastamos poco porque no producimos lo que debemos (nuestra economía sólo sabe fabricar bienes que nadie quiere y, por tanto, no puede emplear a millones de personas). Nos toca proceder a una amplia reestructuración de nuestros patrones productivos y de nuestros patrones financieros en el contexto económico en el que ahora mismo nos encontramos. Una reestructuración que debe acaecer de manera armónica entre todos los agentes económicos y no enchufando excepcional y descoordinadamente una milmillonada de gasto por ciertos canales. Decir que la respuesta a la crisis se halla en estimular en general el gasto equivale a decir que hay que estimular en general la producción. ¿En general? ¿Sea lo que sea? ¿De verdad alguien puede sostener seriamente que da igual lo que produzcamos? Sí, sé que parece sorprende, pero los hay que incluso se conforman con promover el gasto burbujístico o el gasto para hacer frente a invasiones alienígenas ficticias. Por desgracia, nuestros políticos llevan años haciéndoles caso, y ahora algunos de ellos se proponen pisar el acelerador.

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