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Retrógrados contra Merkel

Son aún poderosas las fuerzas que desean seguir sometiendo los europeos a la dependencia del poder público.

Son aún poderosas las fuerzas que desean seguir sometiendo los europeos a la dependencia del poder público.

La Comisión Europea decidirá en mayo si recomienda al Ecofin ampliar hasta 2015 el plazo de Francia y España para alcanzar el 3% de déficit público. Oliendo debilidad, los regresistas patrios han presentado una enmienda a la totalidad a la polí­tica económica europea por no generar crecimiento.

Esa contradicción entre austeridad y progreso está viciada.

Son aún poderosas las fuerzas que desean seguir sometiendo los europeos a la dependencia del poder público y de los políticos garantistas de intereses creados. Estas enemigas de la libertad y la autonomía individual son principalmente socialistas, pero no solo. No quieren que España se convierta en una nación que cumple con el Estado de Derecho y la estabilidad financiera, vertiente económica de la certidumbre que permite avanzar a los paí­ses y elevar su nivel de vida.

No es imputable a Merkel la ausencia de polí­ticas nacionales que privilegien una consolidación fiscal procedente de rebajas impositivas. Aquí, de momento, una bajada del déficit de algo más de dos puntos, junto con la extensión de la confianza en Alemania a la Eurozona propiciada por una frase de Draghi, ha bajado los costes de financiación. Así que los españoles, incluidos sus polí­ticos, deberí­an ser los primeros interesados en aprovechar la mayor holgura en el control del déficit para enfrentar las reformas estructurales.

Podemos llorar por la soberaní­a derramada y llenar tratados de teorí­a polí­tica por la menor relevancia del contribuyente-votante en relación con el acreedor y por la descendencia de aquél, llamada a heredar las deudas; o bien podemos acostumbrarnos a la agenda que se impone.

Procede de un cuadro elaborado por un asesor de Merkel. Distingue dos tipos de reglas, las controladas por la UE –comercio y competencia– y las nacionales –como impuestos, leyes laborales y sistemas de pensiones–. Aquéllas son tolerables, éstas no. Siendo su centralización imposible ahora, lo esencial es coordinarlas con normas auténticamente vinculantes. Y aquí estamos y, por ventura, estaremos. Evidentemente, esto significará la unificación presupuestaria y, a la postre, bancaria, de préstamo, e intervención de último recurso del BCE.

Socavar por interés de supervivencia del socialismo el progreso de la Unión Europea no es solo antieuropeo, es repugnante.

La caricaturización de Merkel como perversa por creer en el saneamiento fiscal y la reducción del gasto es ridí­cula. Gracias a esas medidas se está obteniendo mejor financiación. Peor fue proclamar que la victoria de Hollande en Francia conjurarí­a el crecimiento. Su poder real no ha hecho sino descender desde entonces por la incompetencia y simplismo del personaje. Como si bastara con declararlo para suprimir la estrechez.

Los polí­ticos y medios que se lanzan a demagógica y populista tumba abierta por la pendiente del crecimiento a crédito, que nos trajo aquí­, dañan más a los necesitados que la propia crisis y, desde luego, que quienes pretenden poner las bases de un crecimiento sólido. Ojalá encuentren su merecido.

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