La Fundación Rafael del Pino acogió el pasado miércoles la presentación del libro The euro: the beginning, the middle and... the end?. La obra, publicada por el Institute of Economic Affairs, explora la crisis económica europea y reflexiona sobre el futuro de la economía de mercado en el Viejo Continente. Para hablar sobre éstas y otras cuestiones, el prestigioso economista Patrick Minford se ha entrevistado en exclusiva con Libre Mercado. Minford fue asesor de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, es Catedrático de Economía Aplicada en la Cardiff Business School y constituye uno de los intelectuales liberales más influyentes de Reino Unido.
Pregunta: La oposición al euro fue bastante generalizada entre todo tipo de economistas. Keynesianos, monetaristas y austriacos desconfiaban de la moneda única desde el principio...
Respuesta: En general, los economistas de una u otra corriente sabían que éste siempre había sido un proyecto político. Giscard d’Estaing, uno de los grandes arquitectos del proceso, siempre habló de usar la moneda para construir Europa. La idea era que, con el euro, Alemania quedaría atada a Europa y Europa podría desarrollar su nueva identidad.
Lo raro es que los alemanes se dejasen llevar por esta protesta, pero claro, por aquel entonces Mitterrand ligaba el apoyo a la nueva Alemania unificada a la creación de esta nueva Unión Monetaria. Los economistas no pintaron nada en el proceso de creación del euro.
¿Hablamos, pues, de una moneda elitista que sirve a un proyecto elitista?
Totalmente, creo que es un proceso muy elitista. Al principio pareció funcionar bien porque había un sentimiento generalizado de tranquilidad al calor de tasas de crecimiento y de inversión que parecía que nunca acabarían. La enorme crisis internacional acabó desnudando los problemas que se estaban alimentando en los tiempos de bonanza: los desajustes económicos entre unos y otros países, el endeudamiento excesivo, etcétera.
Hizo falta una gran crisis para demostrar las carencias del euro, pero mientras no llegó esa crisis se intentó vender la idea de que todos los escépticos y críticos del euro se habían equivocado. Al final, esa moneda ha demostrado que no puede superar una crisis y en un modelo capitalista los desajustes se afrontan con economías robustas.
El mercado es así: funciona a base de continuos ajustes, de grandes momentos de crecimiento, pero también de algunos tiempos de decrecimiento. Esos shocks exigen flexibilidad, competitividad y adaptabilidad, pero con el euro hemos visto que esos cimientos no estaban bien colocados.
No obstante, las elites del euro nunca se han preocupado por eso, como tampoco se han preocupado por la legitimidad de su proyecto. Esto es típico de los experimentos sociales que tanto gustan a este tipo de intelectuales. No creen que la gente deba validar, aprobar o limitar sus actos. Creen que la gente seguirá dócilmente sus indicaciones, creen que sin ellos la gente no sabrá lo que hacer... Y, tristemente, esto acaba siendo interiorizado por muchas personas.
Lady Thatcher siempre dijo que el proyecto europeo es la excusa perfecta para introducir más socialismo en los países miembros, pero por la puerta de atrás.
Ésa es mi gran preocupación, la continua deriva de la Unión Europea hacia políticas más y más intervencionistas. Todo lo que llega de Bruselas es más regulación y menos mercado. Se crean cada vez más restricciones, se combate el desempleo de modo equivocado, se suben los impuestos, se aumenta el endeudamiento público, se ataca el capitalismo... ¡Es una pesadilla! Y creo que Europa va hacia más impuestos y más gasto público. No hay reformas serias, la austeridad son solamente más impuestos, y el resultado de todo esto es el estancamiento.
¿No le recuerda nuestra situación a la de Japón?
Desde luego. En Japón han tenido dos décadas pérdidas. Perdieron el crecimiento por las reticencias políticas y los intereses creados que limitan la desregulación de las industrias y los servicios. Además, hablamos de una sociedad envejecida, que no quiere asumir riesgos.
Suena parecido a Europa...
Así es. Italia no ha tenido crecimiento económico en dos décadas. Francia está en decadencia. Alemania es una excepción, pero porque ha hecho reformas estructurales. Otros ejemplos dignos de mención los tenemos al Norte de Europa, pero son economías pequeñas que no evitan que, en términos generales, el declive vaya a más.
Me siento muy pesimista con respecto al futuro de Europa. Salvar el euro y profundizar la Unión Europea se está traduciendo no solamente en impuestos, gasto y deuda, sino también en ataques contra la competencia, el comercio, las finanzas... Vamos hacia un panorama más proteccionista e intervenido, y cuando Reino Unido sugiere que quizá convendría volver a un paradigma más favorable al capitalismo, entonces somos el enemigo.
David Cameron ha planteado que se renegocien los términos de nuestra relación con la Unión Europea, pero la respuesta de Bruselas siempre va a ser negativa, y por eso cada vez hay más gente que pide directamente una salida. Antes no se daban estos debates de forma generalizada, solamente unos pocos hablábamos de esto. Hoy, eso ha cambiado, en la calle ya se habla abiertamente de dejar atrás a la Unión Europea.
¿Qué impresión se ha llevado tras su visita a España?
He hablado mucho con mi amigo Pedro Schwartz, y entiendo que las reformas introducidas en el mercado laboral han ido en el buen camino. Al final, reducir el paro sin artificios ayudaría mucho a la recuperación española. Para conseguirlo, hay que acabar con el poder de los sindicatos, hay que tumbar regulaciones innecesarias, hay que aligerar el coste de la contratación y del despido...
Los jóvenes no deben pedir "derechos" sino condiciones económicas que creen oportunidades para la creación de empleo. Nadie tiene derecho a un trabajo porque sí, el trabajo tiene que nacer de proyectos empresariales viables, y esos proyectos no son viables si no se eliminan las trabas y los obstáculos que impiden su nacimiento y consolidación. Si España avanza en esta cuestión, superará mejor la crisis.