Los españoles gritan mucho, pero se implican poco. Es decir, quieren muchas cosas, pero no están dispuestos a esforzarse para conseguirlas. Y si alguien tiene que pagar, prefieren que sean otros, preferentemente los que más ganan, incluso aunque esto provoque distorsiones en la economía o castigue al que más se esfuerza. Vamos, que somos un poco egoístas y demasiado exigentes en el peor sentido de la palabra: queremos peces, pero no estamos dispuestos a mojarnos el culo.
Aunque sea doloroso, lo cierto es que éste podría ser perfectamente el resumen de la primera parte del Estudio Internacional Values and Worldviews, publicado por la Fundación BBVA y que fue presentado este miércoles. El informe se ha realizado tras una encuesta a 15.000 personas de 10 países, sobre un amplio conjunto de percepciones, actitudes y valores políticos y económicos. Se han comentado mucho los resultados acerca de la valoración que los españoles tienen del Estado, así como de las circunstancias que han generado la crisis económica. A pesar de los años de despilfarro público, el nivel de deuda y el descrédito político, somos los europeos más intervencionistas y que creemos más en el papel de los poderes públicos para organizar la economía.
Esto ha ocultado algunos otros aspectos realmente relevantes de la encuesta, especialmente, en lo que hace referencia a nuestra implicación en los asuntos públicos. En este aspecto, quizás los datos más significativos sean los que pueden verse en el siguiente gráfico (hacer clic para ampliar) que refleja el grado de participación ciudadana. Los españoles estamos por debajo de la media en casi todas las acciones: comprar o boicotear algún producto por cuestión ideológica, ponernos en contacto con la administración para hacer alguna sugerencia, dar dinero a una asociación política, etc.
Es más, cuando la pregunta es si pertenece a algún tipo de asociación, también aparecemos muy por debajo de nuestros vecinos europeos, ya sea en clubes deportivos, sindicatos, asociaciones religiosas, culturales, políticas o científicas. Mientras el 92% de los daneses forma parte de alguno de estos grupos, en España no llegamos al 30%.
Sin embargo, hay dos aspectos en los que sí destacamos: huelgas y manifestaciones. Mientras que sólo el 10% de los europeos declara haber ido a una concentración en los últimos doce meses, el porcentaje que sube al 23% para los españoles (entre los holandeses, por ejemplo, no llega al 3%). Del mismo modo, el 20% de nuestros compatriotas asegura haber ido a la huelga, una cifra que en Suecia, Dinamarca u Holanda no llega al 2%. Es más, el siguiente país, Italia, se queda en el 13% en esta cuestión y ellos también están en medio de una profundísimas crisis económica.
De esta manera, la fotografía que sale del estudio de estas cifras es la de un ciudadano que grita mucho, protesta por casi todo, pero luego no es capaz de comprometerse con las causas en las que cree o tener una actitud combativa en el día a día.
Y eso no es todo. Además, España está en los puestos de cola de la UE en cuanto al seguimiento informativo por parte de sus ciudadanos. Mientras el 71% de los suecos lee algún periódico todos los días (en papel o internet), sólo el 32% de los españoles lo hace. Vamos, que protestamos porque sí, pero tampoco nos preocupamos mucho por informarnos sobre los asuntos públicos, algo sobre lo que los medios de comunicación también deberían reflexionar.
Amor/odio a los políticos
Pero si la anterior faceta es preocupante, tampoco los resultados sobre la actitud ante la política son para estar tranquilos. Los españoles muestran una curiosa dualidad en lo que hace referencia a sus representantes. Por un lado, no se fían de ellos, creen que se dedican a sus asuntos antes que al bienestar público y piensan que tienen una democracia de muy baja calidad. Lo que ocurre es que, como decíamos este viernes, curiosamente, cuando se les piden soluciones para salir de la crisis, reclaman más intervención estatal, más peso del sector público y, en definitiva, dar más poder a esos políticos que califican como mediocres o malvados. Es una paradoja muy difícil de explicar.
En este sentido, mientras los daneses puntúan con un 7 a su democracia, los suecos con un 6,7 y los alemanes con un 6,1; los españoles se quedan en un 3,6, el último puesto de la lista, justo por detrás de la Italia de Berlusconi.
Y cuando les preguntan si creen que los políticos se dedican más a la consecución de sus propios intereses antes que al bienestar general, los españoles están de acuerdo con esta afirmación con un 8,3 sobre 10 (los segundos tras los italianos), frente al 5,8 de suecos o el 5,9 de daneses. Como decíamos antes, es sorprendente que luego, cuando se les pregunte como salir de la crisis, sean estos los ciudadanos de estos dos países los que lideran la petición de más poder para sus representantes públicos.
Castigar el éxito
Desde este punto de vista, parece lógico que España aparezca como el país menos capitalista de la encuesta. Pero el problema no es sólo una cuestión ideológica, sino de los valores que reflejan las respuestas, especialmente si relacionamos unas y otras. Por ejemplo, cuando a suecos, daneses u holandeses se les pregunta por si el Estado debe tener una presencia de control en la economía o si debe asegurar un "nivel de vida digno a todos", sus respuestas no difieren mucho de las de los españoles.
La diferencia viene cuando se observa qué han respondido a otras preguntas, menos abstractas, que no tratan sobre ideologías, sino sobre realidades tangibles. Por ejemplo, a los 15.000 encuestados se les preguntó qué les parecería más justo, un país en el que "los ingresos sean más equilibrados, aunque eso signifique que los que se esfuerzan más ganan cantidades similares a los que se esfuerzan menos" o un país en el que hay "diferencias en los niveles de ingresos" para premiar a los que más se esfuerzan. Pues bien, el 79% de los daneses y el 75% de los holandeses, preferían la segunda opción (dar más al que más trabaja); mientras, España era el único país en el que había más partidarios de igualar los ingresos (54% frente a 41%) aunque eso penalice a los que se esfuerzan más.
Y no sólo eso, en otra parte de la encuesta, se pregunta a los ciudadanos de estos diez países que aprueben o rechacen hasta 13 posibles políticas gubernamentales para hacer frente a la crisis, desde limitar los salarios de los directivos, hasta reducir el número de funcionarios o flexibilizar el mercado laboral. En todas ellas, España es más intervencionista que la media europea. Pero hay una cuestión en la que la diferencia es enorme: "aumentar los impuestos a quienes más ganan por su trabajo". La nota que dan los españoles (de 0 a 10 según su aprobación de la medida) es de 7,1, frente a un 4,7 de media. De las trece opciones ofrecidas, en el conjunto de la UE ésta es la tercera por la cola (la última es aumentar el IVA); para los españoles, es la quinta más valorada (curiosamente, la última también es la de subir los impuestos al consumo).
Es decir, que los españoles, que se manifiestan mucho, gritan en las calles y hacen huelgas, lo que quieren es un Estado más grande, en el que no haya recortes, que no despida a funcionarios y aumente las inversiones. Eso sí, quieren que todo esto lo pague otro, incluso aunque esto suponga castigar al que tiene éxito o se esfuerza más. Mientras, holandeses o daneses también piden una red de seguridad pública, pero no están dispuestos a que sea únicamente a costa de los que, con su trabajo, han logrado prosperar. La encuesta era sobre "valores" y parece que son muy diferentes en uno y otro caso.