Llegamos a la última semana de marzo con una calma más que tensa en los mercados financieros. Pequeños rebotes en bolsa a los que continúan correcciones y la prima de riesgo relajándose ligeramente tras la subida por el estallido del corralito chipriota. Y es que en la isla mediterránea están puestos casi todos los ojos, una eventual salida del euro, generaría principalmente un problema de credibilidad de la moneda única (el peso económico del 0,2% del PIB de la eurozona es insignificante), se acabaría con el mensaje de que el euro es un proceso irreversible.
Pero esta lucha de fuerzas entre Chipre y la Troika Comunitaria tiene fecha de caducidad, los problemas de liquidez se disparan, y el desenlace, ya sea aprobando un 'plan B' o 'C' o la vuelta a la Libra Chipriota, será más pronto que tarde.
Pero en un sentido o en otro, lo que ha dejado claro la crisis chipriota es un tremendo error por parte del Eurogrupo a la hora de hacer sus planteamientos y a quienes se dirigen. Con la idea inicial de gravar a todos los depósitos y cuentas, incluidas las que están por debajo de los 100.000 euros, límites de los distintos Fondos de Garantía de Depósitos, han generado un miedo y desconfianza que principalmente se ha extendido entre los países con problemas, como es el caso de España: ¿Nos puede pasar algo parecido?. Hemos recibido la contestación de que no, pero la incertidumbre está calando, y los efectos sobre la caída de depósitos en marzo, muy penalizados por el descenso de tipos interés, se hará notar sobre los depósitos.
Y entonces llegó Montoro
Si tuviéramos poco, en medio de esta situación el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, incluye un punto más de incertidumbre, activar el impuesto estatal sobre los depósitos bancarios creado con un tipo cero en la ley de acompañamiento de los Presupuestos del 2013 con la teórica intención de poder compensar a las tres comunidades autónomas (Extremadura, Andalucía y Canarias) cuyo impuesto autonómico sobre los depósitos quedó anulado el año pasado por la creación de un este tributo. Aquí surge el primer absurdo, se compensa una teórica pérdida de ingresos por la creación de un impuesto, que con un tipo del 0% no iba a recaudar nada, parece bastante claro, que ese 0% iba a ser rápidamente sustituido.
Para no alimentar tensiones se recalca dos puntos. En primer lugar que será pagado por las entidades, no los depositantes. Pero siempre que ocurre esto al consumidor le pasa un único pensamiento por la cabeza, ya será repercutido al cliente. La segunda es la cuantía, se habla de una tasa muy baja del 0,1%-0,2%, ¿es realmente esta tasa baja?. Si se remunerará en un 4%-5% no sería elevada, pero con una cuenta remunerada en la que se pague un 1,25%, ese 0,2% supone el 16% de esta remuneración. Es decir al cliente se le han impuesto unos tipos bajos, y en lugar de distribuir las ganancias con una retribución equitativa al cliente, a este se le da una cantidad baja y una parte importante de lo que debería ser la remuneración va al Estado vía esta nueva tasa.
Con todo ello volvemos a encontrarnos con otro círculo vicioso que hemos visto con ejemplos como la subida del IVA. Subiendo el IVA, se consigue como en 2012 más dinero vía recaudación, pero como estamos viendo, a medida que pasa el tiempo, se desincentiva el consumo y se consigue menos. Con esta nueva tasa, vamos en un sentido parecido. Los tipos bajos que se pagan al consumidor, que permiten a los bancos poder para sin problema esta tasa, lleva a que los ahorradores depositen menos dinero en estos productos, aunque hablemos de cantidades poco importantes de manera individual, si cada familia decide tener más efectivo en su casa supone que los bancos pueden ver una gran caída en los depósitos.
Unos depósitos cuya remuneración recibe una retención mínima del 21% en el IRPF y es una suculenta vía de ingresos para Hacienda mes a mes. Menos depósitos, menos remuneración y caída de ingresos para el Estado. ¿La nueva tasa 'Montoro' puede suponer un nuevo ingreso?
En el corto plazo, si, en el largo plazo, las dudas son más que razonables, sin hablar del desequilibrio que puede producirse sobre las cuentas de los bancos, restringiendo más los préstamos al tener menos depósitos que los respalden y aumentando la parálisis económica. Sólo el tiempo nos dirá las consecuencias reales, pero parece más que claro que lejos de acabarse las medidas recaudatorias estamos entrando en una nueva fase de ajuste que poco o nada ayuda a la recuperación.
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