El jueves pasado hizo un buen día en Nicosia, soleado y con máximas cercanas a los 25ºC. Los ciudadanos chipriotas y los miles de turistas que les visitan cada semana podían sentirse unos privilegiados, sentados en alguna terracita, mientras disfrutaban de una refrescante cerveza. Mientras, en la mayor parte del resto de Europa llovía a cántaros y en pocas capitales comunitarias las temperaturas llegaban a los 10ºC.
Apenas unas horas más tarde, en la pequeña isla mediterránea, se desató la tormenta, aunque no llegaba del cielo, sino de Bruselas. La banca chipriota estaba en quiebra y su rescate implicaba la primera quita de depositantes de la era euro y el primer corralito de la moneda única. En una decisión que pilló a casi todo el mundo por sorpresa, los líderes comunitarios acordaban el viernes de madrugada que parte de las pérdidas serían asumidas por aquellos que tenían su dinero en estas entidades.
Y en ese momento, muchos europeos fueron conscientes de que el rescate de este pequeño país, que está más cerca de Asia que de las costas de la UE supondrá un antes y un después en esta larga crisis. Los políticos comunitarios habían roto un tabú: el pequeño ahorrador también tendría que pagar su parte. Y muchos se preguntan, ¿por qué Chipre?
18.000 millones
Lo más curioso del caso es que ha sido una de las economías más pequeñas de la UE la que ha desatado uno de los más fuertes terremotos. Con menos de 800.000 habitantes y un PIB total menor de 18.000 millones de euros, Chipre sólo supera a Malta en términos absolutos; aunque los 23.000 euros de PIB per cápita sitúan a sus ciudadanos por encima de los países del Este. De hecho, la crisis griega había provocado que casi superaran a los que siempre han sido sus hermanos ricos.
Por otro lado, las cuentas públicas parecían estar más o menos bajo control, con una deuda que apenas superaba el 70% del PIB, aunque las malas cifras del déficit del último lustro, con números rojos superiores al 6% en 2010, 2011 y 2012, alertaban de un problema latente.
Lo cierto es que con 2,4 millones de visitantes anuales, la economía de Chipre siempre se ha asociado al turismo, especialmente en los últimos años, en los que había logrado consolidarse como un destino de sol y playa, competidor directo de la costa mediterránea española, especialmente llamativo para griegos, israelíes, británicos, rusos y habitantes de Oriente Medio.
¿Por qué Chipre?: la bomba de relojería que iba a acabara con esta aparente tranquilidad permanecía oculta en un sistema financiero con unos activos de 126.000 millones, siete veces el tamaño de su PIB. Sólo Luxemburgo y la pequeña Malta tienen un sector bancario más grande en relación con el tamaño de la economía. Por eso, el rescate de Chipre se venía gestando al menos desde enero, cuando el Gobierno de la isla alertó de que no tenía fondos para pasar el mes de marzo si tenía que seguir sosteniendo a su sistema financiero. Por hacer la comparación, Francia u Holanda tienen un sector financiero con activos que suponen cuatro veces su PIB, mientras que en España y Alemania el ratio es de poco más de tres veces.
La exposición a Grecia: en realidad, la mecha que prendió la llama saltó en marzo del año pasado, cuando la UE acordó una quita en la deuda soberana griega en manos de los inversores privados. Durante años, las entidades chipriotas habían comprado bonos helenos, hasta acumular una cantidad equivalente al 175% del PIB del país (algo más de 30.000 millones de euros). Claro, en el momento en el que se hizo oficial que Atenas no pagaría todas sus deudas, el boquete en el balance de estos bancos se hizo enorme.
Muchos depositantes: el siguiente elemento en la ecuación a tener en cuenta tiene que ver con la peculiar naturaleza de las cuentas de los bancos de Chipre. Al contrario de lo que ocurre en las entidades alemanas, españolas o francesas, el sector financiero de la isla tiene una cantidad desproporcionada de su pasivo en forma de depósitos: cerca del 80% o, lo que es lo mismo, unos 70.000 millones de euros, de los que unos 25.000 están en manos rusas y 5.000 en manos de residentes de la eurozona.
Pocos bonistas: mientras tanto, sólo un 1% de sus obligaciones son bonos. Incluso aplicando una quita del 100% a este tipo de deuda, no habría habido dinero para cerrar el agujero. Por eso era necesario aplicar quitas también a los depositantes. De hecho, esto se daba por hecho casi desde el principio, lo que ha generado más polémica es la decisión de implicar también a los depositante con menos de 100.000 euros, que se suponía que estaban completamente protegidos.
El factor ruso: de lo que más se ha hablado en las últimas horas ha sido, sin duda, del factor ruso. El peso de las inversiones de este país era desproporcionado. Miles de empresas rusas tienen sedes en Chipre, que se ha convertido en el principal inversor extranjero del gigante euro-asiático. Ésta es una ficción que esconde la práctica habitual de que sean las filiales de estas compañías las que pidan dinero a los bancos rusos para hacer la inversión en su país de origen desde la isla mediterránea. Los préstamos del sector financiero ruso a estas filiales radicadas en Chipre suman unos 40.000 millones de euros, el 5% de su crédito corporativo total. Y los depósitos de empresas rusas en la isla suman unos 19.000 millones, el 7% de sus depósitos corporativos totales. De esta manera, las inversiones rusas en Chipre en 2011 fueron de más de 100.000 millones y una cantidad incluso algo superior salió de la isla hacia Rusia en ese mismo año.
El papel del BCE: hasta que se produjo el proceso de quita en Grecia, la situación en los bancos chipriotas era más o menos estable. Sin embargo, desde marzo de 2012 todo se precipitó. El Banco Central Europeo (BCE) tuvo que entrar a sostener a las entidades y a finales del año pasado ya había puesto casi 10.000 millones de euros (más del 50% del PIB de Chipre) a través del mecanismo extraordinario de liquidez (ELA según sus siglas en inglés). Cuando las instituciones comunitarias decidieron que se cerraba el grifo, la necesidad de hacer algo se hizo perentoria.
El no-rescate: como decíamos antes, de los 17.000 millones de euros que va a costar el saneamiento, los depositantes chipriotas van a poner unos 5.800 millones. A cambio, recibirán acciones de las entidades en las que tenían su dinero. Esto supone abrir una puerta muy peligrosa (que el pequeño ahorrador vez que su dinero no es intocable), pero también es un aviso por parte de la UE: los contribuyentes de los países ricos no pagarán cualquier agujero que se genere al sur del continente. En este caso, desde el punto de vista político, habría sido muy complicado explicar que el dinero de los impuestos de los alemanes se utilizaba para evitar que sufrieran pérdidas los depositantes rusos.