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Los países bálticos demuestran cómo salir de la crisis

Estonia, Letonia y Lituania aplicaron drásticos recortes en 2009. Hoy son los países que más crecen de la UE, su paro baja y no tienen déficit.

Las previsiones económicas de invierno que presentó la Comisión Europea (CE) el pasado viernes arrojan un panorama sombrío para el conjunto de la zona euro y, en particular, para España. La economía comunitaria seguirá en recesión este año, con una caída del 0,3% interanual, mientras que la tasa de paro escalará desde el 11,4% al 12,2%. En el caso concreto de España, Bruselas estima que el PIB bajará un 1,4%, casi triplicando la estimación del Gobierno (-0,5%), que el paro escalará hasta rozar el 27% y que, además, no cumplirá los objetivos de déficit fijados por Bruselas, ya que se situará en el 6,7% del PIB frente al 4,5% comprometido para este año, tras registrar un descuadre superior al 10% en 2012.

Sin embargo, en el cuadro macroeconómico que ha elaborado la Comisión destaca la total recuperación que han protagonizado los países bálticos desde 2010. Estonia, Letonia y Lituania son las economías que más crecerán en 2013 y 2014, con tasas de entre el 3% y el 4%, al tiempo que sus respectivas tasas de paro seguirán cayendo hasta situarse cerca e incluso por debajo del 10%. Por si fuera poco, son de los pocos países de la UE que cumplirán el Pacto de Estabilidad, al presentar un déficit inferior al 3% y una deuda de menos de 60% de su PIB.

Este escenario de crecimiento, creación de empleo y cuentas públicas equilibradas contrasta frontalmente, no sólo con la crisis que sufre el euro y, particularmente, los países del sur de Europa, sino, sobre todo, con la grave situación económica que atravesaron estos mismos países bálticos tras el estallido de la crisis financiera internacional.

Así, el PIB de Estonia se contrajo un 4,2% en 2008 y un 14,1% adicional en 2009; la economía letona se desplomó un 3,3% en 2008 y hasta un 17,7% en 2009; mientras que Lituania se hundió un 14,8% en 2009.

Como resultado de esta dura recesión, el paro se disparó en Estonia desde el 5,5% en 2008 al 16,9% en 2010; en Letonia, del 8% al 19,8%; y en Lituania, del 5,3% al 18% en ese mismo período. Es decir, se multiplicó por más de tres en apenas dos años.

Por último, las cuentas públicas también registraron un fuerte deterioro: Estonia pasó de registrar un superávit del 2,4% del PIB en 2007 a un déficit del -2,7% en 2008 y del -2% en 2009; más grave fue el caso de Letonia, que pasó del -0,4% en 2007 al -9,8% en 2009 y al -8,1% en 2010; mientras que Lituania pasó del -1% al -9,4% en 2009 y al -7,2% en 2010.

Así pues, la crisis financiera golpeó con gran dureza a los países bálticos. El estallido de la burbuja crediticia tambaleó sus sistemas financieros y hundió sus respectivas economías, disparando el paro y el déficit público, al igual que sucedió en los países periféricos de la zona euro (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia).

De hecho, partían de una situación incluso más delicada, ya que los bálticos presentaban un déficit por cuenta corriente más abultado que España al inicio de la crisis (próximo al 10% del PIB): Estonia presentaba un déficit exterior del 14,7% del PIB en 2007; Letonia del 20,4%; y Lituania del 12,9%.

La receta: austeridad y reformas

Al igual que España y otros países periféricos, los tres bálticos sufrieron una intensa crisis tras la quiebra de Lehman Brothers a finales de 2008. Durante los años previos, también se beneficiaron de una inmensa burbuja crediticia, cuyo estallido se materializó posteriormente en una fuerte crisis inmobiliaria y bancaria, así como en una intensa recesión y una elevada tasa de paro. De hecho, algunos de estos países, como Letonia, estuvieron al borde de la suspensión de pagos, después de que la rentabilidad de su deuda pública a diez años se disparara por encima del 10%.

Además, cabe tener en cuenta que estos tres países, si bien no pertenecían al euro cuando estalló la crisis (Estonia entró en 2011), no devaluaron su moneda y mantuvieron su tipo de cambio fijo con respecto al euro.

La clave de su éxito radica en que su receta anticrisis fue muy distinta a la aplicada por otros países del euro, como Grecia, Portugal, España o Italia. Así, en primer lugar, lejos de poner en marcha planes de estímulo consistentes en aumentar el gasto en plena recesión, apostaron por todo lo contrario: fuertes recortes; algunas subidas de impuestos, pero muy concretas y limitadas; y, sobre todo, reformas estructurales tendentes a liberalizar aún más sus economías (ya de por sí bastante flexibles) y a reducir el peso del Estado.

Estonia, por ejemplo, reaccionó muy rápido aprobando un ambicioso plan de ajuste para recortar gastos y subir algunos impuestos indirectos. Más de dos tercios de la consolidación presupuestaria se hizo por la vía del gasto. El Gobierno rebajó los salarios públicos, redujo funcionarios y privatizó empresas estatales, al tiempo que se profundizó en la liberalización de su economía para incentivar la creación de empresas y atraer inversiones extranjeras (entre 2008 y 2011, el número de empresas ha crecido un 40%). Su receta es sencilla: ser un país atractivo para hacer negocios; un sistema tributario simple y transparente; una baja presión de impuestos directos (tipo de IRPF plano del 21%); un mercado laboral muy flexible...

El caso de Letonia -y Lituania- es otro ejemplo paradigmático. Dos tercios del ajuste también consistió en recortar gastos y el resto subiendo, básicamente, impuestos indirectos: el Gobierno despidió a un tercio de los empleados públicos; redujo los sueldos públicos un 26% de media; cerró la mayoría de empresas públicas; mantuvo una reducida tributación directa (con un IRPF plano del 26% y un Impuesto de Sociedades del 15%); eliminó trabas burocráticas para incentivar la creación de empresas. Y por último, pero no menos importante, no se impidió el ajuste inmobiliario: el precio de la vivienda se desplomó un 70%.

El resultado fue una recesión dura, pero muy corta. Los bálticos iniciaron la senda de la recuperación en 2010-2011 gracias a la fuerte recuperación del sector exterior y el equilibrio de las cuentas públicas. Estonia, Letonia y Lituania crecen ahora con fuerza y generan empleo, mientras el resto de la zona euro sigue sumida aún en la incertidumbre y con algunos de sus países miembros, como España, sufriendo todavía tras más de cinco largos años de crisis.

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