Si España sale de la crisis, lo hará exportando. Desde hace semanas, la única noticia positiva para la economía nacional llega del sector exterior que alcanzó en 2012 unas cifras históricas, nunca vistas desde la llegada del euro. En realidad, ésta es la receta más clásica para el crecimiento: si un país quiere enriquecerse, lo que debe hacer es ofrecer bienes y servicios que los demás quieran comprar, bien porque sean más baratos o de más calidad.
El problema es que esto es más fácil decirlo que hacerlo. La internacionalización de la empresa española es una de sus grandes asignaturas pendientes. El porcentaje de compañías nacionales que venden en el extranjero es mucho más reducido que el de las holandesas, alemanas o francesas.
Este miércoles, el Círculo de Empresarios ha puesto su granito de arena con la publicación del informe Crecimiento económico desde la perspectiva de la empresa española. En el mismo, se recogen las propuestas de la institución para que la salida de la crisis se produzca a través del impulso del sector privado, un planteamiento que se inicia con toda una declaración de principios: "Crecer es producir más, y a una relación calidad-precio que permita vender esa producción a más consumidores, nacionales o extranjeros. Para crecer necesitamos exportar más, además de ser los productores, en la mayor medida posible, de todo aquello que consumimos dentro de España. Y para ello no valen los proteccionismos, sólo el ser competitivos". Por eso, entre sus recomendaciones, destaca aquellas que piden "facilitar el desarrollo de los sectores industriales y adaptar la educación a las necesidades productivas".
España vs Alemania
Si hay un país en Europa "competitivo" y que destaque por sus exportaciones, ése es Alemania. Durante muchos años, hasta que llegó el definitivo despegue del gigante chino, estaba siempre en los dos primeros puestos de las ventas al extranjero, en términos absolutos, en dura pugna con Estados Unidos al que superó en algunas ocasiones.
Incluso ahora, y a pesar de la crisis de la UE, se mantiene en el podio, con una enorme ventaja sobre el cuarto clasificado. Éste es un logro colosal: con sus poco más de 80 millones de habitantes, el país teutón exporta más de 1,400 billones de dólares al año, un 25% menos que China (más de 1.350 millones), prácticamente lo mismo que EEUU (315 millones) y el doble que Japón (127 millones).
Por eso, es lógico que los autores del informe se hayan preguntado qué tiene que hacer España para acercarse al gigante centroeuropeo. Y la respuesta la han resumido en un pequeño cuadro con apartados, que contienen algunas de las grandes diferencias que todavía separan, desde el punto de vista de la competitividad, a una y otra economía. No será fácil y en cualquier caso llevará muchos años conseguirlo, pero aprobar estas asignaturas probablemente pondría a nuestro país a el pelotón de cabeza de los exportadores europeos. Probablemente, ninguna otra reforma sería más importante.
- Más tamaño (ver debajo gráficos 1 y 2): como publicábamos este domingo en Libre Mercado, la estructura productiva española carece de lo que podríamos denominar como "clase media empresarial". El porcentaje de microempresas es mucho más elevado que en los países de nuestro entorno. Y, como explican los autores del informe "para la exportación es necesaria una masa crítica mínima, generalmente coincidente con la empresa mediana". A igualdad de tamaño, las compañías son igual de productivas que sus pares alemanas o francesas (algo que también ratifica el Círculo de Empresarios); el problema es que les cuesta alcanzar esa "masa crítica" de la que habla el documento.
De hecho, no sólo es una cuestión de microempresas frente compañías de tamaño medio. En la estructura productiva nacional faltan también grandes conglomerados industriales. En determinados sectores, para competir en costes y flexibilidad, es imprescindible crecer (bien sea de forma interna o uniéndose con competidores). En estos momentos, el 90% de las exportaciones las realizan unas 4.000 empresas y el 10% restante se lo reparten otras 125.000.
- Más inglés (gráfico 3): éste es un clásico. Entre los españoles, es un lugar común el bajo nivel de inglés de sus compatriotas, incluso entre los de un nivel educativo medio-alto. Son comunes las anécdotas sobre políticos que no hablan ninguna otra lengua y tienen que tirar de traductores para cualquier reunión con sus colegas extranjeros. Y el problema es que no es sólo una cuestión de percepción. Los datos son tozudos: en España, "sólo un 20% de la población adulta habla inglés (aproximadamente 5% a nivel avanzado y 15% a nivel medio), lo que nos sitúa muy por debajo del 85% de Holanda, 55% de Alemania o Austria, 35% de Francia y 28% de Italia o Polonia".
- Más FP y menos universidad (gráfico 4): el sistema educativo español necesita importantes reformas. Y no sólo en lo que tiene que ver con la calidad de sus contenidos o las asignaturas incluidas en los diferentes tramos. Tiene un problema con lo que podríamos denominar como el reparto de sus alumnos. En Libre Mercado ya lo alertamos hace unos meses. Entre los jóvenes españoles abundan los que carecen de un título formativo mínimo, es decir, que tienen sólo el nivel obligatorio (el título de ESO) o incluso menos. Y además, en una paradoja, también hay muchos más universitarios que en otros países, que entre otras cosas acaban en trabajos para los que están sobrecualificados. Por el contrario, existe una carencia histórica de cuadros medios (titulados en FP y diplomados).
Mientras tanto, en Alemania lo más común es el titulado de nivel medio y más de la mitad de alumnos cursan FP, que aquí es el pariente pobre del sistema educativo. El modelo centroeuropeo, del que Austria o Suiza también comparten muchas de sus características, se basa en permitir una elección más temprana por parte de los alumnos, que con 12-14 años empiezan a escoger hacia dónde quieren dirigirse. Los datos son elocuentes: el 38% de los ocupados españoles tiene estudios superiores (el 28% en Alemania) y sólo el 23% tiene un título de nivel medio (58% en el país teutón).
- Más I+D+i (gráficos 5 y 6): aunque es difícil que un político español que hable de la salida de la crisis más de diez minutos no pronuncie las palabras "innovación o nuevas tecnologías", lo cierto es que hasta ahora se ha quedado en un catálogo de buenas intenciones. España sigue siendo uno de los países que menos gasta en I+D+i, especialmente en lo que hace referencia al sector privado. Sólo las subvenciones públicas (muchas veces en actividades que no aportan ningún beneficio tangible) mantienen el nivel total de gasto. Mientras tanto, las empresas hacen frente a una regulación asfixiante, con nulos incentivos para las novedades. Así, "entre las 1.000 empresas europeas más innovadoras sólo hay 25 españolas; entre las 1.000 mundiales sólo seis". De nuevo, los autores del informe recuerdan que la inversión en "I+D privada está condicionada por el tamaño empresarial (las empresas de más de 250 trabajadores invierten en I+D casi el doble que las menores) por lo que, siendo el tamaño empresarial medio en España modesto, ello puede contribuir a explicar parte del déficit estructural en inversión en I+D".