Lo que empezó como una jornada tranquila, terminó siendo un auténtico caos. A primera hora de la mañana, las cancelaciones y complicaciones de algunos pasajeros eran las protagonistas. Apenas unas horas después, el colapso de los accesos a la T4 y la toma del interior de la terminal demostraron que la huelga de Iberia estaba absolutamente fuera de control.
Ya antes del mediodía, nadie entendía por qué la policía había cortado uno de los dos carriles para vehículos particulares que sirven para acceder a la zona de salidas de la T4. El tráfico se estaba empezando a complicar y la concentración convocada por los trabajadores acabó por colapsarlo todo. A las 12.00 se juntaron a las puertas de la terminal dos columnas de manifestantes, una procedente del interior y otra formada por los empleados que venían en marcha desde San Fernando de Henares. La única forma de acceder a la T4 era por el parking y los atascos obligaron a Aena a levantar las barreras, dejando que todo el mundo entrase gratis para evitar más colapsos.
Bajo el grito de "Iberia no se vende, Iberia se defiende" los trabajadores se crecieron ante una concentración que estaba superando todas las expectativas. Tanto, que la escasez de antidisturbios facilitó que la multitud rompiese el cordón policial para trasladar sus protestas al interior de la terminal. Miles de personas pasaron a la fuerza a través de unas puertas que se quedaban pequeñas. Las pasarelas vibraban ante las carreras y botes de los manifestantes, y las caras de susto entre los que asistían perplejos a una protesta que les resultaba ajena comenzaron a multiplicarse.
Los trabajadores de Iberia tenían claro su objetivo: los mostradores de Bristish Airways. "Vuestro presidente es un delincuente", gritaron al unísono mientras el suelo volvía a vibrar. "Parad, por favor" gritaban los empleados, que finalmente abandonaron sus puestos de trabajo. En ese momento, los manifestantes se subieron a los mostradores con pancartas que clamaban por sus condiciones laborales, pero, sobre todo, por la españolidad de Iberia. Consiguieron incluso entrar en el sistema informático, de tal forma que, minutos después, en lugar de los destinos turísticos, lo que se podía leer en las pantallas era "British go home".
Curiosamente, a esa misma hora, el Subdirector de Coordinación de Iberia en el aeropuerto de Barajas convocaba a la prensa en la zona del puente aéreo para hablar de "relativa tranquilidad" y de "algunos problemas" en los accesos que ya estaban "controlados". Pero la tensión iba in crescendo. Según fuentes policiales, 8.000 trabajadores habían tomado el interior de la T4. Muchos de ellos optaron por hacer una gran sentada en la parte central de la terminal al grito de "manos arriba esto es un atraco". En un primer momento, los antidisturbios apenas superaban la veintena, por lo que cualquier desalojo era impensable. No hubo cargas policiales masivas, pero sí incidentes aislados en los que los agentes utilizaron la fuerza para evitar que algunos manifestantes se descontrolasen.
Finalmente, y después de más de tres horas de protestas, la policía, ya con refuerzos, empezó a mover a la gente para que abandonase el recinto. Apenas hubo resistencia y a las 15:30 de la tarde, la calma volvía a la T4, aunque las huellas de una jornada de huelga sin precedentes eran evidentes en todos y cada uno de los rincones de la terminal. Papeles en el suelo, pegatinas y grandes colas en los mostradores de British Airways, donde los trabajadores que habían abandonado sus puestos al ver entrar a los manifestantes seguían sin retomar su actividad habitual. Terminaba así la que, casi con toda seguridad, será recordada como la protesta más multitudinaria de los trabajadores de Iberia.