Los países nórdicos están de moda. No es la primera vez que ocurre. Durante años, la socialdemocracia miró siempre al norte en la búsqueda de soluciones. Los amplios estados del bienestar de los escandinavos, su elevado nivel de impuestos y la buena calidad de vida de sus sociedades los hacían un objeto de envidia por parte de sus vecinos sureños. En esta ocasión, sin embargo, ha sido una revista tradicionalmente asociada al liberalismo económico, The Economist, la que ha encendido la mecha del debate.
En su número de hace dos semanas, el semanario británico colocaba a un vikingo en su portada, bajo un titular realmente contundente, The next supermodel, que anunciaba un especial de 14 páginas sobre la realidad económica y social de Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia. La tesis de la publicación era incluso más provocativa: estos países deberían empezar a verse como el modelo no sólo para algunos socialistas (los más modernos y menos apegados a los dogmas) sino también, y especialmente, para los liberales. Sí, siguen teniendo un Estado enorme y una elevada presión fiscal, pero también han puesto en marcha reformas pro-mercado y del sistema de bienestar público que desde hace décadas eran un clamor entre los autores anti-intervencionistas.
Desde que salió la revista, se ha desatado el debate en las redes sociales, entre aquellos que apoyan la tesis, los que la refutan y los que apuntan a las diferencias entre los cuatro casos. Lo cierto es que el planteamiento no es nuevo. Autores de acreditado pedigrí liberal, como Mauricio Rojas, llevan mucho tiempo advirtiendo de que puede ser que en las improbables calles de Estocolmo o Copenhague se estén gestando algunas de las soluciones más interesantes de la sociedad occidental en los últimos años. En Libre Mercado, ya advertíamos hace un año de que estos países se estaban convirtiendo en el falso asidero de la izquierda y de que, en realidad, el secreto de su éxito en el siglo XXI estaba en sus reformas liberalizadoras. (Foto Palacio Presidencial de Helsinki. | C. Jordá).
El secreto de su éxito
Los autores resaltan que buena parte del éxito de estos países no puede medirse en cifras económicas. La limpieza de sus calles, la urbanidad de sus ciudadanos, la importancia del trabajo bien hecho o una cultura que no tolera a los tramposos son características consustanciales a estas sociedades. Son cuestiones que dependen de la ética individual y que debe cambiar cada uno dentro de su ámbito de actuación. Sin embargo, al margen de estas circunstancias, los datos sí permiten hacernos una idea de cuál es el secreto que se esconde detrás de este renacimiento nórdico.
- ¿Impuestos?, sí, pero no tanto: aunque los estados escandinavos siguen teniendo uno de los niveles más elevados de impuestos y de gasto público respecto al PIB, la tendencia ha sido decreciente desde hace dos décadas. El mejor ejemplo quizás sea Suecia: en 1993, su presión fiscal era del 67%; ahora está por debajo del 50%. Y no sólo eso, en muchos casos, sus tipos son inferiores a los españoles. Si recaudan mucho, en gran parte es porque también son muy ricos (es decir, una gran parte de la población está en los escalones más altos de cada tributo).
- Libres: tanto Dinamarca como Suecia o Finlandia están siempre en los primeros lugares de los índices de libertad económica. Esto tiene un mérito enorme, porque estas clasificaciones también puntúan el nivel de impuestos o gasto del Estado. Y claro, en estos aspectos, dichos países están en los últimos puestos de la lista. El caso danés es paradigmático: tiene una puntuación bajísima en impuestos o gasto público, pero lo hace tan bien en todos los demás aspectos (regulación comercial, normativa laboral, facilidades para las empresas, seguridad jurídica,...) que en el Índice de The Wall Street Journal y la Fundación Heritage de 2013 se sitúa en el 9º puesto. Es más, quitando la cuestión impositiva, subiría hasta el primer lugar, por delante de referentes del liberalismo económico como Singapur o Hong Kong. Podría decirse que estos estados te quitan mucho de tu dinero, pero con el que te dejan después de impuestos te dan una libertad absoluta. (Foto superior: imagen de un canal en Estocolmo).
- Decide el ciudadano: la clave de estos países no es sólo cuánto recauda el Estado, sino también cómo se gasta ese dinero. Por ejemplo, Finlandia está año tras año en los primeros puestos del Informe Pisa sobre calidad del sistema educativo. Y una mirada atenta a su modelo escolar podría ofrecer muchas sorpresas. Los colegios en Finlandia tienen mucha autonomía, los padres tienen capacidad de elección de los centros a los que enviar a sus hijos, los maestros tienen incentivos que se corresponden con su buen o mal rendimiento... Es decir, muchas de las características del modelo del cheque escolar, una vieja reivindicación liberal, están presentes en este país. (Foto superior: imagen de una plaza de Oslo)
De hecho, esto es aún más acusado en el caso de Suecia o Dinamarca. En ambos países, existen modelos de cheque escolar casi puro. Y la sanidad sueca, por ejemplo, tiene uno de los mayores porcentajes de provisión privada de los servicios. Dinamarca aparece el segundo en la lista del Health Consumer Index (el índice por excelencia de la sanidad europea) por las posibilidades de elección que ofrece a sus ciudadanos, que se traducen en unos servicios excelentes. Luego, todo este gasto aparece en las estadísticas como gasto público (y técnicamente lo es), pero en realidad los mecanismos de asignación de recursos recuerdan mucho a los que utiliza el mercado y la decisión final casi siempre es del ciudadano, no del burócrata de turno.
- Cantidad y calidad: en materia de impuestos, como decíamos antes, es evidente que estos países están entre los que más cobran del mundo. Pero cuidado, los expertos avisan de que no es sólo una cuestión de cantidad, sino también de calidad. Así, comparativamente, tienen unos tributos no tan elevados entre aquellos que penalizan la creación de riqueza (IRPF, Sociedades,...). A cambio, tienen más tasas, servicios públicos más caros (los paga el usuario) e impuestos al consumo más elevados.
- Austeridad y crecimiento: Suecia o Dinamarca (países de la UE pero no de la Eurozona) han desmontado toda la retórica que enfrenta las políticas austeras con el crecimiento. Sus cuentas públicas están equilibradas. En ninguno de los dos países, la deuda llega al 50% del PIB. En 2011, el déficit de las administraciones públicas danesas apenas alcanzó el 1,8%; las suecas, mientras tanto, tenían ¡un superávit del 0,4%!. Y eso no ha sido obstáculo para que hayan superado la crisis con una relativa rapidez (no es que no hayan sufrido, pero mucho menos que los demás grandes estados de la UE).