Jesús Miguel Marcos entrevista en publico.es a Gerardo Pisarello, que es profesor en la Universidad de Barcelona, de Derecho Constitucional, nada menos. Antes de entrar en las declaraciones de Pisarello, el entrevistador sitúa al lector sobre los males del mundo, que por supuesto son culpa del capitalismo. De hecho, al comunismo lo llama "incómodo enemigo socialista", y no se refiere, claro está, a que fue incómodo para sus millones de víctimas...
No, aquí lo malo es el capitalismo, con lo que sus "enemigos" muy malos no podrán ser. Uno fue el comunismo y el otro "las revueltas sociales", otro viejo camelo que identifica la sociedad con la gente en la calle y el poder solo con elites... salvo cuando mandan los comunistas, porque en ese caso manda el pueblo. En fin, llega Pisarello...
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En ese momento, comenzó a gestarse un bloque de poder económico-financiero dispuesto a frenar cualquier proceso de democratización que pudiera afectar sus intereses.
Un momento, dirá usted: en las últimas décadas lo que ha habido es más democracia que nunca antes en la historia. Pues no: afirma el profesor Pisarello que lo que ha habido es una "ofensiva contra el constitucionalismo democrático" encabezada por... ¡David Rockefeller!
Este delirante razonamiento sostiene seriamente que, asustados por las protestas ciudadanas, los gobernantes –no los comunistas, claro– decidieron reducir la democracia con el objetivo de no condicionar en exceso "el libre funcionamiento del mercado capitalista". Toda la evidencia va en sentido contrario: hubo mucha democracia y fueron los gobernantes democráticos precisamente los que más expandieron el Estado y más recortaron la economía de mercado y otras libertades, como lo prueba la expansión del gasto público y los impuestos, y numerosas otras incursiones del poder en la vida de los ciudadanos.
La reforma de la Constitución española que lideró Zapatero
es el sueño del neoliberalismo (...) ya que genera una fuerte presión para la reducción del gasto social. Pero la gran banca ha exigido más: consagrar la prioridad absoluta de pago a los acreedores de deuda pública.
Pero ni el gasto social se ha reducido fuertemente ni han sido los banqueros los únicos interesados en garantizar el pago de la deuda pública, también los políticos, por la sencilla razón de que temían que nadie más les prestara, salvo a tasas exorbitantes.
El profesor Pisarello, que enseña Derecho Constitucional, nada menos, proclama sin rubor que el Tratado de Maastricht de 1992 fue un elemento clave en la nueva arquitectura económica, ya que "acabó de ceñir un corsé neoliberal que condicionaría los desarrollos constitucionales de los años posteriores". Un corsé muy flexible, sin duda, porque los políticos violaron sus preceptos cada vez que lo juzgaron conveniente para sus propios intereses, desde 1992 en adelante.
Para redondear el disparate, recurre a la tradicional consigna de ligar el liberalismo con las dictaduras, y en concreto con el fascismo. Como dice el tango: mentira, mentira. El que está íntimamente asociado con dictaduras, y con las más criminales que jamás hayan padecido los trabajadores de este planeta, es el socialismo, no el liberalismo. Y la relación estrecha con el fascismo no la tiene el liberalismo sino... tachán tachán... ¡el socialismo!