Aunque rara vez se haga mención a este aspecto, los criterios de Maastricht que regulaban la entrada en la Eurozona incluían ciertas cláusulas que permitían el ingreso a economías que no cumpliesen a rajatabla los requisitos fijados por el Banco Central Europeo (BCE).
Así las cosas, cuando se permitió su entrada a la moneda única, Grecia no cumplía el compromiso de mantener una deuda pública por debajo del 60% del PIB. De hecho, este indicador rebasaba el 100%. No obstante, las autoridades europeas decidieron que el país heleno podía ingresar en el euro interpretando que la deuda venía experimentando una tendencia decreciente. Entonces, como ahora, Grecia tampoco cumplía los criterios de Maastricht en términos de déficit público: las cifras comunicadas a Bruselas marcaban un descuadre presupuestario del 3% que acabó siendo revisado al alza, tocando el 4,5%.
Hablamos, por tanto, de dos incumplimientos significativos en dos criterios fiscales fundamentales para la estabilidad del euro. Al permitir que el país heleno se uniese a la moneda común sin necesidad de cumplir las obligaciones impuestas a los demás países miembros, la Eurozona se garantizó un socio poco fiable. Se introdujo así, por tanto, un importante componente de riesgo moral, enfatizado algunos años después con la relajación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que institucionalizó una versión relajada de los criterios de Maastricht originales.
¿Fueron estos incumplimientos un episodio puntual? En absoluto: en las décadas de 1980 y 1990, Grecia no había mostrado gran disciplina fiscal a la hora de frenar el déficit y la deuda pública. La inflación media en esas dos décadas andaba por niveles cercanos al 10%. Cierto es que la credibilidad que aportaban las grandes economías europeas a la moneda única sirvió como garantía para las irresponsabilidades de otros países integrados en la divisa comunitaria.
Grecia pudo haber aprovechado esta coyuntura para aplicar reformas estructurales. Al fin y al cabo, la inflación cayó al 3,4% y el diferencial de la deuda griega con la alemana pasó de más de 600 puntos a menos de 50. No obstante, Grecia jamás ordenó su casa fiscal, renunciando así a encorsetar la deuda y el déficit público de una vez por todas:
- La deuda pública apenas bajó del 104% al 97% hasta 2003. Entonces comenzó una nueva fase de crecimiento del endeudamiento estatal, que pasó del 110% al 129% del PIB entre 2004 y 2009. En 2010 y 2011, este indicador creció al 145% y al 165%, respectivamente.
- El déficit nunca llegó a caer del 4,5% medido para 2001. Entre 2002 y 2008, este indicador registró niveles del 4,8%, 5,6%, 7,5%, 5,5%, 5,7%, 6,5% y 9,8%, respectivamente. En 2009, el descuadre anunciado por el Gobierno saliente era del 6%, pero la cifra final alcanzó la friolera del 15,6%. Para 2010 y 2011, esta cifra se mantuvo por encima del 9%, es decir, superando en más de tres veces los límites del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
El gasto público durante todos estos años siempre fue claramente superior a los ingresos de las Administraciones. Entre 2001 y 2009, el peso del Estado en la economía se disparó desde el 45,3% al 53,8% del PIB, un aumento del 18%. En ese mismo periodo, los ingresos pasaron del 40,9% del PIB al 38,2%, una disminución del 7%. Semejante descuadre fiscal no se vio rectificado en 2010 (gasto del 50,2% vs. ingresos del 39,7%) ni en 2011 (gasto del 50,1% vs. ingresos del 40,9%).
A lo largo de estos años, la vulnerabilidad de Grecia a shocks económicos ajenos fue en aumento. Los recurrentes déficits presupuestarios y el aumento del endeudamiento público consiguieron que el país rebasase los niveles de "intolerancia a la deuda" que Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart identifican como punto de inflexión de cara a enfrentar una crisis. Además, la tenencia de deuda griega en el extranjero pasó de menos del 50% a casi el 80% entre 2001 y 2009.
Hablamos, por tanto, de un auténtico Tártaro fiscal: Grecia pudo haber reformado su economía para adaptarse al euro, pero prefirió el camino de la deuda y el déficit público, principales motivos por los que hoy el paro es del 25% y la economía acumula una caída superior al 20% desde 2008.
Déficit comercial y ausencia de reformas
Lejos de adaptarse al nuevo marco monetario y relanzar su economía, Grecia consolidó sus viejas industrias a golpe de gasto estatal y crédito barato. La balanza comercial se deterioró hasta alcanzar un déficit superior al 13% del PIB entre 2001 y 2008. En ese mismo periodo, Alemania registró un superávit del 4,4% y la Eurozona en conjunto también evitó los números rojos, registrando un 0,3%.
El crédito al sector privado griego se disparó más de un 16% durante dicho periodo. Por comparación, en Alemania creció un 2,7% y en la zona euro aumentó un 7,9%. Hablamos, por tanto, de una expansión crediticia más que notable que permitió compensar durante algunos años la falta de ajustes estructurales. No obstante, Grecia nunca llegó a reformar su mercado laboral ni a liberalizar su economía. Si comprobamos el desempeño del país heleno en los índices de apertura, podemos ver que Grecia jamás asumió importantes avances de flexibilidad y competitividad:
- En el Informe de Libertad Económica en el Mundo que publican la Fundación Heritage y el Wall St. Journal, Grecia pasó de un puntaje de 61,2 sobre 100 en 1995 a una evaluación de 55,4 sobre 100 en 2012.
- En el estudio anual de Libertad Económica del Instituto Fraser, Grecia obtuvo una evaluación de 6,78 puntos sobre 100 para el año 2010. Diez años atrás, en 2002, Grecia registraba una evaluación de 6,9 puntos.
- En la edición 2012-2013 del ranking de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, Grecia ocupó el 96º puesto con una evaluación de 3,86 puntos. Antes del estallido de la crisis, en 2007, el puntaje obtenido por Grecia era de 4,08.
Rescates e impagos: hoy y ayer
De octubre de 2009 a octubre de 2010, el diferencial del bono griego a diez años con el bono alemán había crecido a 900 puntos básicos. Tras meses de alta tensión política, económica y financiera, diferentes instituciones (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) acabaron articulando en mayo de 2010 un "rescate" valorado en 110.000 millones de euros.
Esto no solamente violó (una vez más) las reglas del euro, sino que garantizó a los políticos griegos la posibilidad de contar con el dinero de otros países para compensar su irresponsabilidad y su falta de reformas. Es por eso que pocos analistas se sorprendieron de que, en 2012, dos años después del primer "rescate", Grecia volvió a recibir otro paquete similar, esta vez valorado en 130.000 millones de euros.
Es importante señalar, eso sí, que no es esta una posición extraña para el país heleno. Si nos remontamos a los años del patrón oro original (1880-1913), encontramos de nuevo a Grecia como ejemplo de irresponsabilidad fiscal:
- Durante dicho periodo, el déficit presupuestario de Francia, Alemania, Holanda y Reino Unido se mantenía por debajo del 3%, mientras que Dinamarca, Italia, Noruega, España y Suecia registraban desajustes inferiores al 1%. Grecia, no obstante, cosechó durante el periodo estudiado un déficit medio del 12,8%.
- En términos de gasto público, el del Estado griego fue del 23,5% del PIB durante los años del patrón oro original. Esto contrasta con los demás países estudiados: 13,9% en Italia, 11,7% en Francia, 10% en Holanda, 8,8% en España, 7,6% en Reino Unido y Noruega, 6,6% en Suecia, 6,3% en Dinamarca o 5,4% en Alemania.
- La inflación media de las economías mencionadas anteriormente se situó en el 0,35%, mientras que en Grecia se registró un promedio superior al 0,9%, duplicando al resto de países estudiados.
- La deuda nominal como porcentaje del PIB alcanzó en Grecia un nivel del 143,5%. Por comparación, la media de las demás economías consideradas no llegó al 60%.
Por entonces, Grecia abandonó el patrón oro, incapaz de mantener la disciplina fiscal que exigía aquel acuerdo monetario. Décadas después, todo apunta a que el país heleno sigue repitiendo muchos de los comportamientos irresponsables de aquellos años. El interrogante sigue, pues, presente... ¿Aguantará en el euro?