Los últimos informes de la Oficina Nacional Estadística del Reino Unido han indicado que las islas británicas han vuelto a experimentar datos negativos de crecimiento. Analizando el cuarto trimestre de 2012, el PIB cedió un 0,3% con respecto a los tres meses anteriores, cuando se había vivido una leve expansión del 0,9%.
Estos preocupantes datos han generado todo tipo de críticas a las políticas de austeridad. Los ataques al Ejecutivo de Cameron no llegaron solamente del campo laborista: hasta Boris Johnson, Alcalde de Londres y destacado líder conservador, pidió al Gobierno que modifique sus planes presupuestarios para invertir más dinero público en vivienda e infraestructuras. También el Fondo Monetario Internacional ha recomendado a Reino Unido que abandone la austeridad pública. Olivier Blanchard, economista jefe de dicha institución, recomendó al Ejecutivo británico que "relaje" las medidas de ajuste fiscal en sus próximos presupuestos.
¿Hay o no austeridad en Gran Bretaña?
Los datos oficiales demuestran que la deuda pública lleva años aumentando. Entre 2002 y 2007, creció del 29% al 37% del PIB. No obstante, estos niveles seguían siendo muy inferiores al 90%, que según los estudios de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart es el nivel en el que las economías desarrolladas empiezan a sufrir la intolerancia de la deuda y ven minado su crecimiento de forma significativa.
La situación empezó a cambiar en los años de Gordon Brown: entre 2007 y 2010, el sucesor de Tony Blair disparó la deuda pública del 37% al 57% del PIB. Tras la llegada de los conservadores al poder, el aumento experimentado por la deuda pública siguió su tendencia alcista, pasando a superar el 70% del PIB. La siguiente gráfica, que toma el periodo 1974-2013, muestra el continuo aumento de la deuda pública desde el año 2000.
Si analizamos la evolución del gasto público, encontramos de nuevo una realidad contradictoria con la supuesta austeridad de la que tanto escuchamos hablar. El gasto público en 2011 fue del 48,6% del PIB, mientras que en 2012 alcanzó el 49%. Por comparación, el Ejecutivo había previsto que este indicador se mantendría en el 45% en 2012, por lo que el compromiso de dejar el gasto en el 39% del PIB antes de 2016 parece cada vez menos realista.
Comparando el gasto público del 49% del PIB que registró Gran Bretaña en 2012 con el último año de Gordon Brown, podemos comprobar que el Gobierno conservador apenas ha rebajado esta cifra en un 1,2%, ya que Cameron heredó un gasto público del 50,2%. Hablamos, pues, de niveles muy superiores al 40% del PIB que, de media, gastaron anualmente las Administraciones británicas entre 1986 y 2006.
La siguiente gráfica, elaborada con datos de Eurostat, pone en contexto la continua evolución del gasto público experimentada en los últimos años. La línea naranja muestra el crecimiento del gasto en términos nominales, mientras que la línea azul ajusta la evolución a la inflación.
En ambos casos, encontramos que el gasto no ha parado de crecer durante el periodo estudiado. Descontando el efecto de la inflación, vemos que entre 2008 y 2011 el gasto público crece de 436.000 a 469.000 millones de libras: un aumento del 7,5% que desmonta la supuesta "austeridad" del gobierno británico.
El contribuyente paga el pato
Lo que sí crece en Reino Unido son los ingresos tributarios. Entre 2011 y 2012, el Fisco ha visto crecer sus ingresos del 40,3% al 42,4% del PIB. Este aumento de la presión fiscal muestra que, en gran medida, la supuesta austeridad que aplica el Gobierno de Cameron aspira a equilibrar las cuentas públicas por la vía de los ingresos. Por tanto, cabe hablar de austeridad privada, pero en ningún caso de austeridad pública.
Por desgracia para los habitantes de Reino Unido, los estudios del Profesor de Harvard Alberto Alesina apuntan que este tipo de políticas tiende a prolongar la crisis. Tras analizar decenas de casos a lo largo de las últimas cuatro décadas, Alesina concluye en diferentes informes que las políticas de austeridad que llevan al crecimiento son aquéllas que afrontan el necesario ajuste por el lado de la reducción del gasto.
En Gran Bretaña, tres de cada cuatro libras de los programas de ajuste proceden de aumentos de la recaudación. No en vano, Reino Unido ha subido el IVA (del 17,5% al 20%) y ha impuesto todo tipo de tributos: impuesto de capitales, tasas aeroportuarias, impuesto a las bonificaciones de altos directivos, tasas inmobiliarias, etc. Es cierto que el Ejecutivo de Cameron se prepara ya para bajar el Impuesto sobre la Renta y el Impuesto de Sociedades, pero estas reducciones empezarán a aplicarse tras tres largos años de gobierno.