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José T. Raga

Un túnel a oscuras

El ministro De Guindos vive en la oscuridad, y gracias a ella consigue ver una luciérnaga al final de su oscuro túnel-habitáculo.

Las causas de la oscuridad las desconozco. Quizá fuera consecuencia dramática de los recortes, o posiblemente estuvo iluminado por aquellas lámparas chinas que el ministro Sebastián hizo importar del Lejano Oriente y que nunca llegaron a lucir. Lo cierto es que el ministro De Guindos vive en la oscuridad, aunque gracias a ella consigue ver una luciérnaga al final de su oscuro túnel-habitáculo.

Nunca lo esperé de un ministro del Partido Popular, que, por cultura y formación, superan con mucho la media de las alternativas conocidas de otros partidos políticos. La verdad, tengo que confesarlo, siempre me ha resultado pobre y chabacano el sometimiento a estribillos, alegorías o frases hechas, que ya estuvieron mal en su primer momento, pero que resultan insoportables cuando se repiten una y otra vez, por quienes deberían ser ejemplos de transparencia, elocuencia y concreción en la función pública asignada.

"Brotes verdes", "tocar fondo" o "ver la luz al final del túnel" eran referencias que podían tolerarse a los miembros de los Gabinetes del señor Rodríguez Zapatero, porque, en general, ellos y ellas, no daban para más, pero resultan inadmisibles para quienes llegaron al Gobierno del señor Rajoy cargados de títulos y distinciones profesionales, generando el natural optimismo en quienes deseamos encontrar inteligencia y recto orden en los Gobiernos de la Nación.

Como las desgracias nunca vienen solas, la luz que el ministro De Guindos vio al final del túnel tuvo que ser la venganza apocalíptica del nuevo presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que lo ha sido con el voto de todos los países miembros a excepción de España. Porque ser el único en abstenerse, ante un único candidato, suele ser una mala posición para quien está llamado a una larga relación con el vencedor. Es optar por el fracaso, y hacerlo con radicalidad. Algo así como referirse a la "fracasada señora Merkel", como lo hizo el señor Rodríguez Zapatero, cuando iba a ser la canciller de la Republica Federal de Alemania.

Por si necesitaba algo más el señor ministro de Economía y Competitividad, apenas unas horas después de su luminosa visión la Encuesta de Población Activa publicaba, entre otros, del dato de parados en el cuarto trimestre de 2012. La estremecedora cifra, récord histórico, se sitúa, prácticamente, en los seis millones de parados –5.965.400–. Son ya un millón ochocientos mil los hogares españoles en los que todos sus miembros están en desempleo, buena parte de los cuales, además, han agotado las prestaciones por desempleo, y en no pocos casos carecen también del subsidio no contributivo.

Unos datos que suponemos suficientes para apagar la luz que veía el señor ministro al final del túnel. Cuando los lectores del Die Welt hayan conocido estos datos y los hayan conectado con las declaraciones del ministro en la misma publicación, habrán concluido que, en efecto, España es diferente; aunque yo, tratando de salvar la honrilla, les diría que más diferentes son los políticos españoles. 

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