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Francisco Aranda

Austria, otro modelo

Hay varios factores que influyen en que no trabajen sólo cuatro de cada cien austriacos. Uno de los más importantes es el fondo de ahorro.

Hay varios factores que influyen en que no trabajen sólo cuatro de cada cien austriacos. Uno de los más importantes es el fondo de ahorro.

Seguro que aún se acuerda usted del último debate de candidatos a ocupar el pisito de La Moncloa al que pudimos asistir a través de la televisión. La retahíla de pócimas contra el desempleo que los dos aspirantes pusieron sobre la mesa centraron el combate. Las recetas eran muy distintas, pero hubo un concepto en el que coincidieron los dos, y que vinieron a denominar el fondo austríaco.

En principio, no me sorprendió que Rajoy lo incluyera entre sus objetivos, porque sus propuestas eran técnicamente sólidas, pero sí me levantó del sillón escuchar a Rubalcaba sumarse a la medida. Pocos segundos después lo entendí todo. Ninguno de los dos supo explicar exactamente qué era eso, y estoy convencido de que Rubalcaba ignoraba absolutamente en qué consistía el citado invento.

Me imagino a los asesores de Rubalcaba buscando a última hora qué se hace en Europa para reducir el paro, pero obviando a Alemania porque allí gobierna una señora de derechas, mala malísima, que se llama Merkel y que está empeñada en hacernos la vida imposible a los españoles obligándonos a ahorrar. Así que dirigirían la mirada a otro lugar. Y ahí estaba Austria, un país que roza el pleno empleo y que tiene un presidente, Heinz Fischer, procedente del Partido Socialdemócrata (llamado Partido Socialista de Austria desde 1945 hasta 1991).

Hay varios factores que influyen en que no trabajen sólo cuatro de cada cien austriacos, pero uno de los más importantes es, efectivamente, el fondo de ahorro. Se trata de un mecanismo del que disponen los trabajadores: es una especie de hucha en la que las empresas están obligadas a ingresar una cantidad proporcional al salario por cada año de antigüedad. El trabajador, por su parte, podrá acceder a esta cantidad, que sustituye a la indemnización por despido, cuando sea despedido o, en cualquier caso, al final de su vida laboral, con lo que se convierte en un complemento de la pensión. Esto significa que no hay indemnización por despido como la conocemos por estos lares.

Es un mecanismo que aporta ventajas tanto al empresario como al trabajador. La empresa no corre el riesgo de descapitalizarse si despide a un empleado, porque este fondo es un gasto previsible y fácilmente calculable. El trabajador, por su parte, no tiene el obstáculo de cambiar de puesto por que deje de cotizar en una determinada compañía. Más claro, la antigüedad es suya y no de la empresa en la que esté en cada momento. Así que es más libre. Por lo tanto, siempre estará atento al mercado de trabajo, para mejorar sus condiciones, y la empresas competitivas se preocuparán de cuidar a los empleados que se impliquen en ella y sean eficientes.

El Gobierno acordó con los agentes sociales que el aporte a este fondo fuese del 1,53% sobre los salarios, es decir, un porcentaje correspondiente a aproximadamente seis días de sueldo por año trabajado. Por cierto, la medida se puso en marcha en enero de 2003, sin carácter retroactivo con carácter general, pero sí permitía su aplicación a través de un acuerdo personal entre la empresa y cada empleado. Como requisito imprescindible para acceder al uso del fondo se exige tener una antigüedad de tres años.

Así que podemos decir con total rotundidad que Rubalcaba se presentó a las elecciones coincidiendo con Rajoy en que eliminaría la indemnización por despido (aunque probablemente sin saberlo).

Además, los austríacos supieron adelantarse a la crisis poniendo en marcha medidas de flexibilidad que aquí estamos innovando ahora. En los años 2008 y 2009 gran número de empresas aplicó una reducción de la jornada laboral, para así evitar despidos, que es lo que no quiere nadie.

Por otro lado, allí no saben lo que son los ninis, porque gracias a la formación dual –que, por cierto, surgió en Austria y no en Alemania– los jóvenes empiezan su formación profesional con 15 o 16 años. El tiempo de formación suele durar entre 3 y 4 años, y en este período los jóvenes tienen una relación laboral formalizada, con cobertura de la Seguridad Social y un plan de estudios que comprende el aprendizaje en las empresas –parte práctica– y la adquisición de conocimientos en los centros de formación profesional –parte teórica–. La tasa de paro juvenil es del 8%.

Por último, le aporto otro detalle que viene a transmitir lo poco preocupados que están allí con eso que llamamos en España tensiones en la caja de la Seguridad Social: la edad media de jubilación está ahora en 59 años. 

Vamos en la buena dirección, pero nos queda mucho camino por recorrer. Ánimo.

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