La política económica del nuevo Gobierno japonés, bautizado ya con el término Abenomics, se basa en tres pilares: más gasto público y deuda; nacionalización parcial de compañías e industrias; y medidas monetarias mucho más expansivas por parte de su banco central para monetizar un creciente volumen de activos públicos. Los expertos comienzan a advertir de los serios riesgos que conlleva la puesta en marcha de esta estrategia, hasta el punto de que la tercera economía del planeta pueda sufrir una crisis de deuda similar a la de Grecia.
Desde que el conservador Partido Liberal Democrático (PLD) ganó las elecciones generales celebradas el pasado 16 de diciembre, el nuevo primer ministro de Japón, Shinzo Abe, ha anunciado una batería de medidas fiscales y monetarias destinadas, en teoría, a revitalizar la dañada economía del país. En la primera reunión del año de su formación, celebrada este lunes, Abe se ha comprometido a "revitalizar la economía con resultados concretos".
Para ello, pretende, en primer lugar, aprobar un presupuesto extraordinario próximo a los 105.000 millones de euros para el presente año fiscal, que concluye el próximo 31 de marzo, a fin de estimular la economía. En concreto, destinará unos 35.000 millones a infraestructuras, para hacerlas más resistentes ante tragedias naturales (como terremotos), así como a acelerar las labores de reconstrucción del noreste nipón, arrasado tras el paso del tsunami de 2011. Muchos de esos proyectos estarán cofinanciados por las administraciones locales, con lo que la administración central estudia ayudar también a estos ayuntamientos con subsidios por valor de 17.400 millones de euros. Además, invertirá otros 870 millones en infraestructuras para la recarga de vehículos eléctricos.
Inyección de dinero público a empresas
Otros 22.600 millones de euros servirán para cubrir necesidades financieras del sistema de pensiones en el actual ejercicio fiscal. Sin embargo, una de las medidas más polémicas es la de inyectar, directamente, dinero público en empresas privadas. Entre otros aspectos, el Gobierno nipón contempla la compra de fábricas y maquinaria con dinero público, así como crear un fondo público-privado para promover la inversión y las adquisiciones corporativas en el exterior por parte de empresas japonesas.
Bajo este plan, el estatal Banco Japonés de Cooperación Internacional (JBIC) aportará 1.746 millones euros para un fondo en el que el Gobierno buscará también la contribución de bancos nacionales e inversores privados. El fondo invertirá en aquellas empresas (pequeñas, medianas y grandes) que estén interesadas en adquirir compañías extranjeras o en invertir en proyectos en el exterior. El Gobierno estima que el plan fomentará que las empresas japonesas se deshagan de yenes y adquieran otras divisas, como el dólar estadounidense, lo que contribuiría a estabilizar el mercado de divisas. El fortalecimiento del yen, especialmente a partir de octubre de 2010, ha perjudicado enormemente a los grandes exportadores nipones, que contribuyen en un 40% al PIB del país.
El Gobierno espera poder presentar en la Dieta (Parlamento) el borrador del presupuesto extraordinario el próximo 15 de enero. El objetivo de Abe es alcanzar un crecimiento anual del 3% del PIB.
Más déficit y deuda
Para financiar este presupuesto extraordinario, el Ejecutivo japonés medita emitir nueva deuda por valor de 43.653 millones de euros. De este modo, la emisión de nueva deuda alcanzaría un total de 436.200 millones de euros en el presente ejercicio fiscal (que concluye el próximo 31 de marzo), muy por encima del techo de deuda fijado por el anterior gobierno (383.920 millones de euros). El pasado septiembre, Japón acumulaba una deuda pública de 8,57 billones de euros, casi el 200% del PIB de 2011, la mayor de los países industrializados.
Por último, Abe quiere poner en marcha una política monetaria más agresiva, con el objetivo de alcanzar una inflación del 2% anual para combatir la deflación, al tiempo que debilita el yen. El banco central nipón (BoJ) cedió a las presiones del Gobierno y anunció recientemente mantener el tipo de interés oficial entre 0 y 0,1% y aumentar en 119.000 millones de dólares su programa de adquisición de activos (compra indirecta de bonos del Tesoro y de obligaciones del Estado). Es la quinta vez este año que el BoJ activa la máquina de billetes. Además, este programa se suma a otros, entre ellos las líneas de crédito abiertas para los bancos para tratar de reactivar el crédito.
¿La próxima Grecia?
Después de tres años de mandato del Partido Demócrata (PD), el histórico PLD de Abe ha regresado al poder tras gobernar en Japón de forma ininterrumpida durante más de medio siglo la política japonesa hasta 2009. Pero su política económica amenaza con desatar una crisis de deuda en el país asiático. Takatoshi Ito, profesor de Economía en la Universidad de Tokio, afirma que Japón podría convertirse en la "próxima Grecia" si su Gobierno no cambia de rumbo, ya que el dinero se acabará tarde o temprano.
Tras sufrir una intensa crisis financiera en los años 90, el Gobierno nipón puso en marcha una estrategia basada en el rescate público de bancos, gasto público y una política de bajos tipos de interés. Desde entonces, su crecimiento ha sido casi nulo y los ingresos fiscales no cubren ni la mitad del gasto público, entrando así en una espiral de creciente endeudamiento.
Si la rentabilidad de su deuda no ha subido es porque los bancos nacionales y aseguradoras japonesas han adquirido el 95% de los bonos utilizando los depósitos de los japoneses y las inyecciones de liquidez del BoJ. La cuestión es... ¿hasta cuándo? Según Ito, si los japoneses invirtieran todos sus activos en compra de deuda pública tan sólo podrían cubrir 12 años de gasto estatal. ¿Problema? "Si Japón se ve obligado a ir en busca de inversores extranjeros, será inevitable una crisis de deuda", según Jörg Krämer, economista jefe de Commerzbank, el segundo mayor banco de Alemania.