Una muestra más del desconcierto que afecta a los jerarcas del PSOE la dio Alfred l’Écoutant cuando se definió como "anticapitalista radical". Esperanza Aguirre lo criticó en ABC y el líder socialista publicó esta joya: "los socialdemócratas siempre hemos respetado el capitalismo productivo, el que crea puestos de trabajo y genera riqueza. Lamentablemente, la crisis actual la ha provocado otro tipo de capitalismo, quizá el que quiere defender la señora Aguirre: el capitalismo especulativo, que no crea riqueza más que para unos pocos, y tampoco crea puestos de trabajo, sino que los destruye. Me declaré contrario al capitalismo de casino, al que exige la supresión de controles para poder hacer de las suyas, al que estafa a honrados ciudadanos".
La distinción entre lo productivo y lo improductivo, y la identificación de lo primero con lo tangible, fue muy popular entre los economistas de los siglos XVIII y XIX. Desde entonces ha quedado relegada a la demagogia política, que la ha convertido en aún más disparatada. No hay, en efecto, manera de hilvanar lógicamente una definición precisa de capitalismo productivo más allá de la burda estratagema de recurrir a sus resultados positivos. Es como cuando los comunistas dicen que los millones de asesinatos los cometió el "estalinismo", de forma tal que si un comunista es malo, es estalinista, lo que supuestamente quiere decir que no es comunista. Algo parecido hace Alfred l’Écoutant al decir que el capitalismo bueno es el que crea empleo, o sea: el capitalismo bueno es el capitalismo bueno, y así podríamos seguir indefinidamente, porque es un camino que no conduce a ninguna parte. Si lo que quiso decir es la explicación clásica de que sólo es productivo lo tangible, es un disparate, porque los servicios, que no son tangibles, pueden ser productivos, desde la opinión de un consultor hasta el crédito de un banco, pasando por cualquier suerte de intermediación.
Alegar que la crisis ha sido ocasionada por otro capitalismo, obviamente privado, que no produce cosas físicas sino "especulación", es otro error, porque la especulación (entendida como inversión excesiva y equivocada) fue promovida por entidades públicas, los bancos centrales, y se tradujo en cosas tan físicas como fábricas, aeropuertos, o torres de pisos. La crisis se produce a raíz de la política que gobierna el dinero y las finanzas, que, al revés de lo que desbarra el ilustre socialista, no sólo sí tienen controles sino que son de las actividades más controladas. Que pruebe él a montar un banco y verá dónde queda ese delirio de "la supresión de controles". En cuanto a las estafas, todas han de ser perseguidas por la ley, pero sospecho que Alfred no quiso referirse a los políticos, que han estafado, mentido y usurpado crecientes porcentajes de los bienes de sus súbditos.
La noción de que algunos mercados son malvados "casinos" tiene también larga tradición entre las falacias económicas. Es patente que no son casinos, porque la característica esencial del casino es que la probabilidad de ganar o perder es conocida de antemano por los jugadores. Ningún mercado es así. El capitalismo de casino simplemente no existe.
Por último, la alusión a que Esperanza Aguirre tiene oscuros intereses que "quizá quiere defender", demuestra que los prebostes de la izquierda son capaces de reunir en un párrafo todos los tópicos, los entrañables y también los siniestros.