A propósito de las tasas judiciales declaró Eduardo Torres-Dulce: "Un ciudadano no tiene por qué pagar los pleitos de otro". El fiscal general del Estado recomendó un "equilibrio entre las necesidades de atender un servicio público y que nadie pague por lo que no está utilizando". El destacado político socialista José Bono sentenció sobre el mismo asunto: "Deben pagar tasas sólo los que tienen más dinero", y añadió que la justicia debe ser "para todo el mundo". En resumen, ambos tienen un problema.
La idea de no pagar por los pleitos de otro integra la esencia de la sociedad libre. En una sociedad de mujeres y hombres responsables y dueños de su destino, cada cual paga sus pleitos, y a nadie se le ocurre forzar a otro a que pague lo que no le corresponde. Ahora bien, en la sociedad en la que vivimos todo el mundo paga, a la fuerza, por lo de los demás, por sus pleitos, por su sanidad, por su educación, por sus pensiones, por su seguro de desempleo y por los numerosos capítulos del llamado "gasto social", cuyo verdadero significado es "gasto que la política y la legislación imponen a la sociedad, seducida con el engaño de que algún otro paga".
Pero don Eduardo, a continuación de su impecable proclamación liberal, pide un "equilibrio" entre la libertad y un "servicio público". Los llamados "servicios públicos" se definen porque los ciudadanos no tienen libertad de elegir si los pagan o no. Por tanto, tiene un problema y no nos facilita ninguna clave para su posible solución.
El lenguaje de don José Bono es, como cabía esperar, mucho más demagógico e incomprensible. En efecto, decir que los que tienen que pagar son "sólo los que tienen más dinero" no es decir nada, porque ¿quiénes son esos paganos? La expresión "más dinero" es tan indefinida como la de "rico". Su utilización es un mero señuelo y en el fondo una trampa. Y el problema es que José Bono no puede no saber que es una trampa.
En efecto, incluso con su pensamiento populista vaporoso, es imposible concluir que el señor Bono propicia un Estado significativamente más pequeño que el actual. Y entonces, eso de que sólo han de pagar tasas (o lo que sea) los que tengan más dinero es imposible: el Estado es tan grande que no hay forma de que "todo el mundo" goce de sus beneficios y prestaciones sin que todo el mundo, a su vez, sea forzado a pagar, de una u otra forma.