La voz de la canciller alemana hablando de "años difíciles y dolorosos" que todavía quedan por recorrer en el camino hacia la mayor integración europea ha contrastado este viernes con la euforia del presidente del Gobierno y de una UE que asegura "haber pasado página".
Angela Merkel no sorprendió este viernes en Bruselas al aludir a los logros de la última cita europea como parte de un "proceso de cambio que llevará años", en lugar de unirse al brindis de sus colegas, que leían los acuerdos en clave de integración y de éxito, al fin y al cabo. No obstante, Berlín no olvidó tampoco el matiz positivo que, en su opinión, demuestran los acuerdos que se vienen alcanzando en los últimos meses. "Hay voluntad de demostrar que el euro es más que una moneda", aseguró.
Tenaz en su exigencia de pedir profundizar en las reformas, la canciller aludió a un "trabajo intensivo" para "corregir los errores del pasado", una referencia a la culpa que los países del Sur tienen de su actual situación que ni ella ni el presidente del Banco Central Europeo olvidan en ninguna de sus intervenciones públicas. "No lo hemos conseguido todavía", sentenció para enfriar el optimismo que se había apoderado de sus compañeros.
Además, aludió a las previsiones del BCE que, la semana pasada, auguró un parón en la zona euro, y lamentó las altas tasas de paro a las que todavía se enfrentan muchos países.
La vigilancia que no va con ella
Que Alemania no quiere tratos con el supervisor de bancos lo dejó muy claro durante las negociaciones que cristalizaron en una vigilancia con sello germano, un acuerdo cocinado desde Berlín con el que, sin embargo, los Veintisiete se mostraron reconfortados. Este viernes, además, Merkel insistió en que su sector financiero goza de "gran reputación internacional" y que son otros los países que han tenido problemas con sus supervisores nacionales. "Ése no es un problema fuerte en Alemania", excusó.