El pasado 6 de mayo, un día antes de que Rodrigo Rato dimitiera como presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri debía ser un hombre bastante feliz. Seguramente sólo él sabe cómo le iba en su retiro, pero vista desde fuera su posición era envidiable. Cuando se fue del BBVA en 2009, con 55 años, recibió una indemnización de 3,5 millones de euros anuales, a los que se sumará un pago único de 53 millones cuando cumpla 65 años.
Aunque en su momento generó bastante polémica y no poca demagogia, lo cierto es que para un ejecutivo de su nivel, probablemente el banquero más prestigioso de España, era una compensación bastante lógica. Al fin y al cabo, Goiri, como se le conoce en el sector, llevaba más de 30 años en el banco, al que había convertido en la segunda entidad de España, primero como director general del BBV y luego como consejero delegado del BBVA, tras la fusión con Argentaria.
Con este panorama, seguramente muchos se sorprendieron cuando accedió a suceder a Rodrigo Rato al frente de Bankia. ¿Qué necesidad tenía? Había fundado unos meses antes la Fundación Garum, un proyecto de apoyo a emprendedores que le permitía seguir en contacto con el mundo de la empresa, especialmente en Latinoamérica, un área que le es especialmente cercana desde que fue responsable de operaciones para esta región en el BBV.
El reto
Sin embargo, Goiri dio un paso al frente y aceptó el reto de hacerse cargo de la mayor de las cajas nacionalizadas. Acceder al cuarto mayor banco de España cuando este enfrentaba una quiebra que había obligado a la entrada del Gobierno no parecía un plato demasiado apetitoso.
En una primera lectura, puede pensarse que hay poco que ganar y mucho prestigio que perder. Goiri fue el creador de El libretón, el producto estrella del recién creado BBV. Los regalos fueron un imán que atrajo a más de 750.000 clientes, lo que permitió al banco vasco situarse como uno de los grandes gigantes en banca minorista en España. Luego, llegarían el hipotecón o el creditón y el crecimiento imparable de una entidad que, tras la fusión con Argentaria, se situaba como el primer actor del sistema financiero español. Por todo esto, y por una gestión de riesgos y un modelo de negocio estable que ha sido capaz de resistir a la crisis con mucha más solidez que sus rivales, cuando Goiri se retiró era posiblemente el banquero más prestigioso del país.
Precisamente, la versión más extendida en el sector financiero es que la clave de su decisión de aceptar la oferta del Gobierno está en la magnitud de un reto para el que se sabe preparado. El objetivo ahora es conseguir que Bankia sea de nuevo solvente, se pueda vender en un plazo de tiempo razonable y se logre recuperar el dinero del contribuyente (18.000 millones).
Siete meses
El pasado miércoles, en la rueda de prensa, se pudo ver la mejor versión de Goirigolzarri. En una comparecencia muy complicada, en la que tenía que explicar cómo iba a enfrentar el cierre de 1.000 oficinas y la baja de 6.000 empleados, el exalumno de Deusto no se escondió tras tecnicismos ni jerga anglosajona. Ofreció sus explicaciones de forma sencilla, clara y precisa y acabó el encuentro con los periodistas con la sensación de que sabe lo que tiene que hacer.
Ya lleva siete meses al frente de Bankia y ha dejado su impronta. Lo primero que hizo es nombrar a su guardia pretoriana: José Sevilla, ex director de Riesgos de BBVA en la etapa en que Goirigolzarri era consejero delegado, que pasó a ser director general de presidencia (su mano derecha para casi todo); y Antonio Ortega, nuevo director general de Personas, Medios y Tecnología, que también llegaba del BBVA.
Desde dentro de la excaja, se destaca que el principal objetivo de Goiri ha sido "despolitizar" su cúpula y convertir un banco con "gente muy buena pero muy mal dirigida" en una entidad equiparable a sus competidoras. De esta manera, ha formado un consejo "muy profesional, muy limpito".
En este período de tiempo, Goirigolzarri ha ido haciendo un equipo a su imagen y semejanza. Dos de sus fichajes más importantes fueron dirigidos a auditoría y riesgos, los sitios por los que se te puede hundir un banco. Por eso, Juan Carlos Estepa, fue fichado del BBVA para ser director de Riesgos y Recuperaciones, e Iñaki Azaola llegó del Banco Sabadell para ser director de Auditoría.
Un banco dual
Ninguno de ellos tendrá un camino sencillo. Bankia es un reto y una oportunidad. En el lado positivo, es un banco con 7,5 millones de clientes, más de 260.000 pymes y más de 290.000 autónomos. Esto le ha reportado un 10% de cuota de mercado en el conjunto del país, que alcanza el 15% en sus mercados naturales.
Para los que vean el vaso medio vacío, lo que aparece es una entidad dual, con algunas muy buenas oficinas y otras que lastran como un peso muerto a todo el banco. Según las cifras que enseñó el miércoles Goirigolzarri, el 20% de las peores sucursales agrupa sólo el 5% de los clientes de alto valor y el 3% de los depósitos, al mismo tiempo que guarda el 65% de los activos dudosos y tiene un margen de explotación del -10%. Será por ahí por donde tenga que empezar la poda.
Quienes trabajaron con él en BBVA recuerdan a un consejero delegado siempre tranquilo, que lideraba sin recurrir al enfado o los malos modos, que enviaba regalos a los departamentos que dependían de él cuando cumplían objetivos importantes y que pedía a sus subordinados, incluso a aquellos con los que tenía un trato esporádico, que le llamasen José Ignacio. Este hombre tranquilo, que al parecer sólo se pone nervioso en San Mamés, viendo a su queridísimo Athletic, no tiene por delante una tarea sencilla. Eso sí, en el mundillo financiero, no son pocos los que aseguran que si alguien puede hacerlo, "ése es Goiri".