La misma Europa que, desde que estalló la crisis, viene azuzando a las capitales para que se aprieten el cinturón aborda ahora el difícil reto de cuadrar sus cuentas de aquí a 2020 en un clima de división y tensión que amenaza con terminar en sonado fracaso. Algunas fuentes europeas invocan ya "un milagro" para que los Veintisiete logren un acuerdo sobre el techo de gasto para los próximos siete años, mientras que el círculo cercano al presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, ve "posibilidades reales de acuerdo".
Desde el billón de euros holgado (1,03 billones) que la Comisión Europea puso inicialmente sobre la mesa, hasta los 973.000 millones del nuevo papel con el que Van Rompuy pretende negociar, los esfuerzos de Bruselas por reducir los gastos de aquí al final de década no han satisfecho a los Gobiernos, ya sea porque, como Londres, lo estiman excesivo, o, en cambio, porque, como Francia y España, ven "inaceptable" un hachazo demasiado drástico a sus ayudas agrícolas. Ya son hasta siete los países descontentos a uno y otro lado de la mesa que han amenazado con vetar las negociaciones.
La guerra lleva meses abierta, pero la gran función se representará el jueves y viernes en presencia de los 27 jefes de Estado y de Gobierno. En Bruselas, pocos apuestan porque la cumbre extraordinaria de esta semana vaya a ser el acto final, aunque fuentes diplomáticas bromean con que "el guión aún no está escrito". Los ecos más optimistas llegan del que muy probablemente tenga la clave del acuerdo. De hecho, gran parte del éxito o del fracaso de la cita dependerá de la habilidad que muestre Van Rompuy como maestro de ceremonias y del resultado de los encuentros "a modo de confesionario", en palabras de su propio equipo, que mantendrá en su despacho con cada uno de los dirigentes.
Hay quien ya ha comparado este modo de negociar a cómo se conduce un cónclave para elegir Papa. Mariano Rajoy se sentará ante Van Rompuy sobre las 6 de la tarde del jueves y con el objetivo de pelear los 20.000 millones que, según el cálculo de fuentes diplomáticas, España podría perder en subsidios agrícolas y fondos estructurales. Otros países que han mostrado inquietud por las mismas razones que España son Rumanía, Polonia o Francia.
Lo cierto es que Agricultura y Cohesión, las partidas que, para España y su gran aliada Francia, son intocables, representan ya el 80% del presupuesto, por lo que hay pocas posibilidades de que Madrid gane el pulso en defensa de su campo y sus regiones.
La pregunta que plantean la mayoría de gobiernos a Bruselas es por qué no se aplica su propia medicina de austeridad y reduce un gasto administrativo que, según los números de la Comisión, abarcaría más del 5% del total del gasto (50.000 millones de euros). Las ventajas fiscales y laborales de los funcionarios europeos, y la sensación de que la casta de "eurócratas" es sagrada, han encendido a la opinión pública y a los Gobiernos que se quejan de ser los únicos en apretarse el cinturón.
Desde Bruselas, sin embargo, las instituciones argumentan que "no se puede hacer más Europa con menos dinero", y recuerdan que trabajan en 23 lenguas oficiales (entre ellas, el gaélico y el maltés, de dos países cuya lengua oficial es el inglés), y que se han ampliado las horas de trabajo semanales hasta 40. Los sindicatos, por su parte, ya han dejado patente su negativa a recortar sus privilegios y han anunciado movilizaciones coincidiendo con la cumbre. Sin embargo, no es descartable que esta partida se vea algo adelgazada, como concesión, casi un guiño, de Bruselas a las capitales.
"La isla aislada"
Aunque, en más de una ocasión, las posiciones del primer ministro, David Cameron, han arrastrado al Reino Unido hacia la soledad -"cuidado con las islas, que siempre corren el riesgo de quedar aisladas", ironizaba la canciller Angela Merkel ante un grupo diputados el mes pasado-, en esta ocasión, Londres se presenta ante sus socios con el apoyo, explícito o insinuado, de socios de peso como Alemania, Suecia y Holanda.
En los últimos días, Cameron, acorralado en casa tanto por el azote euroescéptico de sus propias filas como por el partido laborista, que le acusa de estar encaminando a Reino Unido "como a un sonámbulo" hacia la salida de la UE, ha intensificado su actividad diplomática. Londres, en constante hilo telefónico con otros contribuyentes netos, trata de convencer a sus socios para que secunden su propuesta de congelar el presupuesto. "Deje de meter la mano en el bolsillo de los contribuyentes", espetó Cameron a Bruselas esta misma semana, en un lenguaje que va recrudeciéndose conforme se acerca la cita de líderes. El líder británico insiste en que no puede justificar ante su parlamento los recortes en educación, defensa o pensiones si luego en el presupuesto comunitario no se aplica la misma receta.
Un socio desinflado
Rajoy se presenta esta semana a dar la batalla con Francia como principal aliado. Sin embargo, el país vecino, que también se juega muchos ceros en las partidas de agricultura, llega a Bruselas algo debilitada por el golpe sufrido esta semana, cuando una agencia de calificación le ha arrebatado la triple A de su deuda.
Según varios analistas, esta segunda rebaja de la deuda griega por parte de Moody’s, después de la que hizo Standard & Poor, podría dar alas al Gobierno de Merkel para poner en duda la querencia del socialista Hollande, desde la misma campaña electoral, por las políticas de crecimiento en un momento en el que Alemania lucha por refundar una Europa de cuño alemán basada en la austeridad.
Lo que todos saben, independientemente de su planteamiento de salida, es que posponer este debate no sirve de nada. "¿Y por qué va a haber más posibilidades de llegar a un acuerdo dentro de dos meses?", se pregunta una alta fuente europea, consciente de la señal negativa que podría mandar el hecho de que las conversaciones encallaran.