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Carlos Rodríguez Braun

Krugman y Navarro

Para uno la liberalización de capital causa recurrentes burbujas, mientras para el otro el éxito alemán se debe a la explotación de los trabajadores.

Para uno la liberalización de capital causa recurrentes burbujas, mientras para el otro el éxito alemán se debe a la explotación de los trabajadores.

El premio Nobel de Economía Paul Krugman declaró a Executive Excellence: "las burbujas son una pauta recurrente desde que se liberalizaron los movimientos de capital a nivel internacional en los años 70". El profesor Vicenç Navarro escribió en Público que el supuesto éxito de Alemania se debe a la "explotación" de su propia clase trabajadora.

La historia de las burbujas es muy anterior a la década de 1970. De hecho, las burbujas tienen siglos. No puede ser que Krugman lo ignore. Por tanto, la posible explicación de su llamativa afirmación es que o bien cree que lo ignoramos los demás, o bien procura echarle a la libertad la culpa de fenómenos que, como las burbujas y las crisis, no son ocasionados por ella, y ahí el énfasis en los años 1970, no porque el liberalismo se hubiese impuesto universalmente, sino porque en esos años el paradigma keynesiano, que había reinado sin demasiadas protestas desde la Segunda Guerra Mundial, empezó a ser puesto en cuestión.

El profesor Navarro afirma varias nociones inciertas, como que no hay forma de ganar competitividad sin devaluar la moneda; o que el liberalismo pregona la reducción de salarios; o que los bancos centrales imprimen dinero y así protegen la deuda pública; o que la expansión del gasto estimula la economía. Pero me concentraré en esa notable idea de que los trabajadores alemanes están explotados. Ante todo, la explotación del trabajador es francamente difícil si el trabajador es libre y se puede marchar a otro sitio, que es, por cierto, lo que muchos hacen para mejorar su condición. Es decir, la verdadera explotación del trabajador fue la que se dio en Alemania... oriental. El comunismo sí que explota a los trabajadores. Fuera de las dictaduras, en cambio, la explotación, es decir, impedir que los trabajadores cobren en función de su productividad, es algo que solo puede lograr la intervención del Estado. Pero el doctor Navarro (con perdón de Azpilcueta) no dice nada en contra del socialismo y mucho menos en contra de la intervención del Estado.

Por fin, nos enteramos de que esa curiosa clase explotada, la de los trabajadores alemanes, no solo tiene salarios muy altos sino que además tiene un paro muy bajo, que se debe "a la cogestión existente en los centros de trabajo, que, en su sistema de negociación colectiva, impide la destrucción de puestos de trabajo, repartiendo las horas laborales en su lugar". Maldita explotación, oiga.

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