En la batalla de la supervisión bancaria, crucial para que España pueda sanear sus bancos sin lastrar las cuentas del Estado, el Gobierno sufrió un fuerte revés. A pesar de que el Gobierno español partía con el viento a favor de los acuerdos alcanzados en junio y de que había ganado adeptos durante la primera jornada de la cumbre para imprimir a las discusiones cierto sentido de urgencia, finalmente Alemania impuso su criterio y consiguió que se retrasara la puesta en marcha del supervisor único hasta el año 2014, según informaron fuentes comunitarias. El retraso se lleva por delante las esperanzas españolas de que la recapitalización directa esté disponible para aliviar las entidades el año que viene. Lo que sí quedó abierto, puesto que la decisión está en manos de los ministros, es si la recapitalización directa tendrá efectos retroactivos y, por tanto, España todavía puede librarse de que el préstamo bancario compute como deuda pública.
Los ritmos de España siempre han sido distintos de los de Berlín, pero el descompás se ha acentuado cuando ha llegado la hora de curar las heridas del sector financiero. Los bancos españoles, cuyos agujeros quedaron al descubierto tras las pruebas de resistencia, necesitan 40.000 millones de euros, una cantidad que los socios europeos han prestado a España bajo estrictas condiciones, y sobre los que ahora se cierne la duda de si aumentarán la deuda del país.
Tras el pulso que mantuvieron los líderes, Francia, con el respaldo de la Comisión, se planteaba ceder y aceptar el año 2014 como nueva fecha en la que el BCE ejercerá ya la plena supervisión sobre todos los bancos de la eurozona.
Con todo, España no estuvo sola en el pulso. De hecho, la gresca entre líderes, tanto Francia como Italia, jaleados por otros países menores, secundaron a su socio español en la voluntad de poner a punto las herramientas para reflotar España.
Consciente de que esta cita europea está destinada a la discusión y que, por tanto, no cuajará en acuerdos concretos, el presidente francés, François Hollande, quiso azuzar a sus socios para que se ciñesen al calendario y no retrasen más la creación del supervisor bancario. "Estoy confiado", aseguró optimista al llegar a Bruselas, minutos antes reunirse con Merkel.
La canciller alemana, precisamente, es el principal obstáculo para poner en pie el supervisor bancario, centrada como está en primar "la calidad sobre la rapidez", es decir, en boicotear el calendario europeo que se pactó en la pasada cita de líderes y enfriar las prisas de sus socios escudada en que se trata de un trabajo "complejo".
De hecho, las cámaras captaron a Hollande y Merkel charlando acaloradamente y, a juzgar por sus gestos, confrontando con vehemencia distintas posturas. La canciller, más interesada en empujar a sus socios hacia una Europa de cuño alemán, con cuentas claras y férreo control sobre los presupuestos nacionales, de momento, sigue sin tener prisa para poner en marcha el supervisor.
Otro de los grandes aliados de Rajoy fue, como en otras ocasiones, el italiano Mario Monti, que, según relataron fuentes diplomáticas a este diario, habría urgido a sus socios a avanzar en los compromisos adquiridos en el pasado. "El Nobel no es eterno", habría ironizado el italiano.