Según Público: "Los beneficios ganan terreno a los salarios en la riqueza nacional". Y según El País: "No fue el tsunami, fue el hombre".
Público desarrollaba así el titular: "En medio de la crisis, las rentas empresariales están mostrando más resistencia y avanzan más deprisa que los salarios, que pierden peso en la tarta de la riqueza nacional... Los beneficios empresariales vienen comiéndole el terreno a los salarios en la riqueza nacional".
La noción que se transmite es la de la suma cero, más presente que nunca en el caso de los empresarios y los trabajadores: si los beneficios suben, sólo pueden hacerlo a expensas de los salarios. Los textos de Público son inequívocos a este respecto, puesto que nos dicen que los salarios "pierden peso en la tarta" porque los beneficios se los "comen".
El problema con estas metáforas alimenticias es que son falsas. Los contratos entre las personas no son tartas ni terrenos. Si lo fueran, entonces la suma cero sería una realidad, porque si usted come más de la tarta, entonces los demás necesariamente comeremos menos, y si usted gana terreno, otros lo perderán. De hecho, si las relaciones humanas fueran así, no habría contratos voluntarios, porque nadie los firmaría para perder en la transacción.
Por tanto, todo esto de que si los empresarios ganan es a costa de lo que pierden los trabajadores es puro camelo.
Pero, dirá usted: ¿son acaso falsas esas estadísticas? No, lo equívoco no son las cifras sino la lectura sesgada que se hace de ellas, y que apunta a la falacia de la suma cero. En cualquier momento dado, si un total es la suma de A y B, entonces si el porcentaje de A aumenta, el de B necesariamente disminuye. Nada más. Lo que no se puede es concluir que el uno aumenta a costa del otro. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, la explicación bien puede pasar por el aumento del paro, que Público también menciona, o porque muchos trabajadores, precisamente por el desplome del empleo, pasan a ser autónomos o a montar un negocio, con lo cual sus ingresos dejan de ser salarios y pasan a ser beneficios.
El artículo de José Reinoso y Rafael Méndez en El País, desde su título mismo, invita a la conclusión de que la tragedia del Japón en 2011 no se debió a la naturaleza. En efecto, esa increíble catástrofe natural es presentada como un asunto menor, como se ve en los sumarios: "traicionaron el derecho de la nación a estar a salvo de accidentes... Japón abrazó la energía nuclear como una opción barata y segura... el informe de Fukushima siembra dudas sobre todo el parque atómico en zona sísmica".
El informe en cuestión es un estudio que apunta que el accidente nuclear no se debió solo al tsunami sino también al temblor de tierra, y a partir de ahí todo se dirige contra la energía nuclear, es decir, el "hombre", en la clásica maniobra del pensamiento único que jamás considera a la naturaleza como victimaria: aquí lo malo es el ser humano, y por tanto es imprescindible la intervención pública para impedir los desastres, etc. etc.
Lo destacable de la energía nuclear en el caso del Japón, sin embargo, fue que los miles de muertos que supuestamente iba a ocasionar la radiación nunca se produjeron, y eso que lo que sucedió fue nada menos que el peor terremoto de la historia del Japón, y el tercero más potente de toda la historia del planeta.
Estos hechos quedan oscurecidos en el reportaje, cuya lectura sugiere que la gran solución ahora es que el Estado intervenga para acabar con la energía nuclear y aumentar las primas a las energías renovables.