Grecia, contra la venta de sus islas. Así tituló el rotativo francés Le Figaro una información de mediados de 2010 que daba por zanjado un polémico debate que había comenzado algunas semanas antes. Hasta aquel desmentido, se habían sucedido numerosos rumores que apuntaban a un programa de venta de activos estatales en el que estarían incluidos varios centenares de islas desiertas cuya titularidad está cerrada al mercado.
El objetivo era hacer caja para frenar la sangría presupuestaria de un país con un endeudamiento público desbocado, pero el Ejecutivo griego, entonces en manos del PASOK, se negó a estudiar esta propuesta. "Hay soluciones más creativas para controlar el déficit", declaró el entonces primer ministro socialista Georgios Papandreu. Más duro fue su portavoz Yorgos Petatolís, que calificó esta propuesta como un "insulto" a Grecia.
Sin embargo, pese al desmentido de Atentas, el debate siguió muy vivo durante el año 2010. En Alemania, el diputado liberal Frank Schäffler (FDP) subrayó que el Ejecutivo heleno debería acometer un plan de desinversiones y privatizaciones en el que las islas griegas deberían estar incluidas. Por su parte, el diputado conservador Marco Wanderwitz (CDU) subrayó que algunas de estas islas podrían incluirse como garantía de los préstamos y fondos con los que la Unión Europea ha articulado los sucesivos "rescates" a Grecia.
La propuesta de privatizar la titularidad de las islas griegas perdió relevancia durante el año 2011, eclipsada por las continuas tensiones entre Atenas y Bruselas. Sin embargo, ahora que se cumplen dos años de las primeras especulaciones sobre esta cuestión, el Gobierno griego parece haber cambiado de opinión.
Así lo hizo saber en una entrevista con Le Monde su primer ministro, Antonis Samaras. El dirigente conservador declaró que "siempre y cuando no suponga un problema para nuestra seguridad nacional, algunas de nuestras islas podrían empezar a tener un uso comercial". Samaras añadió que se trataría de "transformar terrenos que no tienen uso para que puedan generar ingresos, a cambio de un precio justo".
Aunque estas declaraciones apuntan a un cierto cambio de tendencia, también revelan una de las principales razones por las que el proceso será complicado: el precio. Y es que el concepto de valoración "justa" que maneja el Gobierno heleno podría estar demasiado alejado de las valoraciones del mercado.
Un mercado demasiado encorsetado
La compra-venta de terrenos insulares suele atraer titulares bastante llamativos entre los medios de comunicación internacionales. A menudo se identifica esta cuestión como una especie de "ataque" contra la "soberanía nacional", alimentado por la "codicia" del mercado.
Sin embargo, la realidad de este sector es mucho más simple. Al fin y al cabo, no hay ninguna diferencia entre ser propietario de una finca rural y ser el dueño de un terreno rodeado por agua. Hablamos, por tanto, de una dimensión más del sector inmobiliario. Además, estas transacciones se desarrollan bajo la legislación impuesta por cada país, por lo que no solamente generan ingresos para el Fisco, sino que también se enmarcan dentro del marco regulatorio vigente. Esto último debería tranquilizar a quienes expresan preocupaciones medioambientales respecto a este tipo de transacciones.
Eso sí: para que Grecia consiga vender sus islas con éxito tendrá que permitir que el mercado funcione correctamente. Hasta ahora no lo ha hecho porque, aunque el país cuenta con más de 6.000 islas e islotes, el Ejecutivo heleno se ha empeñado en retener la titularidad pública de su inmensa mayoría. De hecho, según las informaciones disponibles, menos del 4% de estos territorios está habitado.
Reteniendo un número tan elevado de islas, el Estado convierte aquellas que sí están en venta en un bien casi inaccesible. Lo vemos, por ejemplo, en el precio de territorios insulares como la isla de Nafsikà. Este territorio insular, ubicado en el Mar Jónico, salió a la venta con un exorbitante precio de 15 millones de euros, aunque con el paso del tiempo ha ido bajando.
Así, que Samaras afirme que "en absoluto se venderán islas a un precio barato" refleja que el cambio de actitud del Ejecutivo es aún tímido. Ese "precio justo" que desea Samaras difícilmente se corresponderá con lo que de verdad esté dispuesto a pagar el mercado. De hecho, fijando precios en vez de subastando islas, el proceso se antoja aún más alejado de los mecanismos de la economía de mercado.
Adicionalmente, la coyuntura económica griega complica la atracción de inversores. Las continuas dudas sobre el futuro del euro colocan a Atenas en el centro del huracán, por lo que comprar estos activos en euros en pleno debate sobre un posible retorno al dracma no parece una operación muy recomendable. Además, teniendo en cuenta la actitud recurrente de numerosos políticos griegos ante este tipo de operaciones, parece evidente que los derechos de propiedad de los compradores no quedarían del todo garantizados. Por último, es evidente que el régimen tributario griego también constituye un enorme obstáculo para romper los corsets que limitan el desarrollo de este mercado.
Las islas privadas en el resto del mundo
Este sector no se limita, ni mucho menos, a los países del Caribe o del Mediterráneo. El mercado de las islas privadas está muy desarrollado en todo el mundo: basta con visitar algunas de las páginas web dedicadas a la compra, venta y alquiler de terrenos insulares para comprobar que podemos acceder a este tipo de propiedades en países tan dispares como Canadá o Suecia.
España también aparece en la larga lista de propiedades que ofrecen muchos de estos portales. En Ibiza, por ejemplo, encontramos la Isla de Sa Ferradura, que fue vendida recientemente, y la Isla de Tagomago, que está disponible en alquiler. También en las Baleares encontramos la Isla Colom, que salió a la venta hace ahora dos años después de haber pertenecido durante más de un siglo a los herederos de Antonio Roca Vázquez. Pero también en la Región de Murcia, donde se haya el Islote del Barón, también conocido como Isla Mayor, tenemos ejemplos de territorios insulares privados.
Numerosas personalidades públicas han dedicado parte de su fortuna a comprar una isla como casa de vacaciones. Los actores Eddie Murphy, Johnny Depp y Nicolas Cage comparten con el mago David Copperfield su condición de titulares de este tipo de propiedades. En su caso, las islas están situadas en las Bahamas. ¿Más ejemplos? La cantante Céline Dion en el Québec canadiense, el actor Leonardo di Caprio en un cayo de Belice, el cantante Ricky Martin en una isla brasileña, la familia de Walt Disney en el Estado de Washington, el cantante John Lennon en una isla irlandesa, el magnate Ted Turner en Carolina del Sur o el futbolista Cristiano Ronaldo en Portugal.
Uno de los empresarios más conocidos de este mercado es el agente Farhad Vladi, emprendedor conocido como el "mercader de las islas" que lleva treinta años en este sector. En una reciente entrevista, Vladi explicó que estas propiedades no están únicamente al alcance de las grandes fortunas, ya que muchas de ellas salen a la venta por precios más asequibles.