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Francisco Aranda

El IVA nos ataca a todos

El sobrecargo impositivo desincentiva la actividad económica y genera más economía sumergida porque los individuos obtienen por su esfuerzo menos de lo que deberían y de lo que merecen. Por eso, el Estado debe ser mínimo.

El sobrecargo impositivo desincentiva la actividad económica y genera más economía sumergida porque los individuos obtienen por su esfuerzo menos de lo que deberían y de lo que merecen. Por eso, el Estado debe ser mínimo.

-Papá, ¿qué es el IVA? -Hijo, el IVA es un señor muy malo que acaba de matar al ratoncito Pérez, a Papá Noel, a los Reyes Magos, y a la VISA de tu madre.

El campus de verano de este año de la Fundación Faes, que preside José María Aznar, ha estado nuevamente a la altura esperada, especialmente en materia económica por lo cual hay que felicitar especialmente a su director de economía, Miguel Marín.

Me ha parecido especialmente oportuna la intervención de Arthur Laffer, economista especialmente reconocido por su famosa curva (una U invertida) que explica la relación entre los ingresos fiscales y los impuestos, demostrando que a partir de cierto punto, la subida de los impuestos no sólo no genera más recaudación para las arcas públicas, sino que logra todo lo contrario. Pues bien, por allí pasaron numerosos representantes del actual Gobierno de España: ¿por qué no le hicieron caso y nos han vuelto a elevar la carga impositiva?

Es verdad que el principal problema que está atacando al futuro de nuestro país es la terrible deuda que arrastramos, tras un gobierno socialista manirroto que hemos padecido durante dos legislaturas. Por ello, es cierto que para seguir avanzando como país necesitamos ofrecer a nuestros acreedores signos a corto plazo de que somos capaces de devolver lo que nos prestan y que somos muy rigurosos, para evitar erosionar nuestra maltrecha credibilidad internacional. Pero es igualmente cierto que todo ello también puede hacerse teniendo confianza en nuestra economía y apostando por una mayor libertad en el mundo de los negocios. Fue un gran error que este Gobierno subiera el IRPF y el Impuesto de Sociedades nada más llegar al poder y vuelve a ser un error que haya subido ahora el IVA. Independientemente de que Laffer haya demostrado científicamente en una servilleta que subir impuestos reduce la recaudación, el sentido común también avala esta tesis, especialmente en momentos de crisis.

Resulta que en un momento en el que el consumo se retrae, se opta por subir los precios de los productos debido al incremento del IVA. Parece evidente que eso sólo puede provocar una mayor depresión del consumo y, por lo tanto, menor recaudación. A mí me parece de cajón que el incremento del IVA, se traslade o no a los precios finales, atacará a  nuestras empresas, ya de por sí endeudadas, tanto si las empresas trasladan el aumento a los precios, como si no lo hacen. Si deciden no trasladar el aumento para mantener el volumen de ventas, se resentirán los márgenes al asumir la parte que no paga el consumidor.  Y, si deciden trasladarla a los precios, los empresarios perderán clientes, ya que a mayor precio de un producto, hay menos compradores dispuestos a adquirirlo (excepto en los productos de primera necesidad, cuya demanda sabemos que es inelástica).

Lo cierto es que tarde o temprano las empresas se verán forzadas a reducir sus costes, comprar menos o de peor calidad y, finalmente, recortar el empleo. Asimismo, todos esos nuevos desempleados que se van a generar solicitarán la prestación por desempleo, por lo tanto, el Estado tendrá que hacerse cargo de pagarle un subsidio a personas a las que antes, no sólo no les pagaba nada, sino que aportaban elevadas cotizaciones a la Seguridad Social “once puntos más que la media de la OCDE”. Es decir, que además  se generará mayor gasto público.

Además, la subida del IVA reduce la renta disponible, la capacidad de ahorro y, por tanto, la posibilidad de desapalancarse y devolver los préstamos, lo que generará un incremento de la morosidad (lo cual ya está siendo confirmado oficialmente).

Como bien dice el que fuera asesor de Reagan y Thatcher, más Estado sólo significa más gasto, por eso en este momento la prioridad número uno de nuestro Ejecutivo debe ser reducir el elefantiásico entramado público que se come todo lo que le echen y más. Las políticas keynesisnas de estímulos en la demanda sólo generan más déficit provocando que los estados entren en un círculo vicioso del que es imposible salir. Generar demanda vía estímulos del Gobierno es una política ortopédica que siempre acaba por saltar por los aires. No entiendo por qué no se lleva a la gestión pública algo básico en la gestión de cualquier familia y que pasa por no gastar más de lo que se ingresa. Los norteamericanos, sin ir más lejos, empiezan ya a padecer la política keynesiana de Obama y que se traduce, por ejemplo, en su tasa de paro o en el elevado tiempo que un desempleado tarda en encontrar ahora un empleo. Y dentro de poco sufrirán lo que ya llaman un “precipicio fiscal”, que es un periodo de fuertes recortes y elevados impuestos.

Los gobiernos nunca crean recursos, lo único que pueden hacer es redistribuirlos y es su responsabilidad que nadie abuse de esa solidaridad y que se cree un entorno que favorezca el desarrollo de la economía. El sobrecargo impositivo desincentiva la actividad económica y genera más economía sumergida porque los individuos obtienen por su esfuerzo menos de lo que deberían y de lo que merecen. Por eso, el Estado debe ser mínimo. Cubrir simplemente los servicios y bienes que el sector privado no puede aportar y cuidar de los que no pueden valerse por sí mismos. No nos engañemos, como bien dijo Friedman, detrás de cualquier gasto de un gobierno siempre hay un impuesto.

El presidente Rajoy tiene una compleja coyuntura económica que solucionar. Pero también cuenta con ejemplos para lograr convencer a sus socios europeos de que menos ingresos a corto vía impuestos, se traducirán en una recaudación sólida y sostenible en el medio plazo para hacer frente a las deudas. Cameron trató de obtener ingresos mediante subidas de impuestos y fracasó, mientras que otros países como Suecia o Noruega no cayeron en la tentación de los estímulos y ahora están fuera de la crisis con sus arcas equilibradas. Como dijo John F. Kennedy, "el mejor estado de bienestar es aquel que tiene a sus ciudadanos con un empleo bien remunerado". Afortunadamente, nuestro actual Ejecutivo lo sabe, así que lo animo a que lo implemente con convicción.

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