Los recortes han disparado la ira de la izquierda y las protestas de los colectivos afectados, pero éstos parecen no entender que la austeridad pública –hasta ahora inexistente– es la única salvación. No hay otra.
La idea central es la maldad de la propiedad del capital. No se atreve el vicepresidente a decir que hay que acabar con ella. No lo dice, pero el Gobierno expropiador del compañero Morales lo hace, paso a paso.
El economista no ha de ponerse los zapatos del trabajador, ni los del capitalista, ni los del político, ni los del especulador, ni los del banquero, ni los del terrateniente ni los del parado. Ha de vestirse con los zapatos del economista.