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Krugman: "Bromeaba cuando pedí que se crease una burbuja inmobiliaria"

El Nobel, de visita en España, apoya el rescate de la banca, la monetización masiva por parte del BCE y una alta inflación para salir de la crisis.

John Maynard Keynes afirmó en su día que buena parte de los gobernantes son esclavos de las ideas "de algún economista muerto". Sin embargo, el celebrado economista británico no necesitó pasar al otro mundo para conseguir que sus teorías gozasen de una enorme influencia entre las clases dirigentes. Algo similar ocurre con el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, niño mimado del nuevo keynesianismo y autor de cabecera para buena parte de la élite política internacional, incluyendo al expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Esta semana, Krugman ha visitado nuestro país para presentar su libro ¡Acabad ya con esta crisis! La Fundación Rafael del Pino ha aprovechado la ocasión para organizar un interesante debate en el que el profesor de Princeton contrastó sus ideas con uno de los economistas liberales más importantes de España, el profesor Pedro Schwartz Girón. El debate estaba servido.

Rescates, monetización e inflación

El auditorio, lleno hasta la bandera, había respondido en masa a la convocatoria inicial de la Fundación. Entonces, no se había confirmado aún la presencia de Schwartz, por lo que buena parte de los presentes acudieron dispuestos a escuchar el discurso habitual de Krugman, sin puntos ni comas. La tesis estrella del columnista del New York Times pasa por explicar la actual crisis económica como una depresión autoimpuesta. Las élites políticas estadounidenses y europeas estarían adoptando una suerte de "masoquismo económico" con su apuesta por la "austeridad" y su desprecio por las "políticas del crecimiento". De ahí el enérgico título de su última obra.

Durante su intervención, Krugman señaló que España es el epicentro de la crisis del euro. Destacó que nuestro país necesita un cambio de rumbo de forma desesperada y equiparó esta necesidad a la del resto de la Unión Europea. El economista neokeynesiano habló de lo importante que es "apoyar" a los bancos para salir de la crisis y, en esta línea, pidió que se imite el plan de rescate financiero diseñado en Estados Unidos a comienzos de la crisis. 

Krugman declaró que el problema de la economía española es que el colapso de la construcción ha "dejado un agujero" que aún no se ha llenado. Se pronunció contra los programas de "austeridad" y despreció el ejemplo de los países bálticos como caso de éxito, declarando alegremente que invocar como ejemplares las políticas seguidas en países como Estonia es un síntoma de "desesperación".

Finalmente, abogó porque el Banco Central Europeo garantice la monetización masiva de la deuda española y defendió que la inflación ayudará a salir de la crisis. Sobre este último punto, negó que sea un "robo" o un "impuesto" promover activamente la subida general de los precios. Añadió también que las expectativas vinculadas a la moneda común pueden alterarse sin grandes contratiempos ya que, en esencia, "no valen nada". Según Krugman, abrazar la "austeridad" y rechazar las tesis que expone en su último libro sería equivalente a destruir la moneda común. 

Preguntado por Libre Mercado sobre sus recomendaciones de política monetaria durante la última década, Krugman negó haber pedido a la Reserva Federal de EEUU (FED) que alimentase una burbuja inmobiliaria. Y es que, en 2001, el Nobel recomendó al entonces presidente de la FED Alan Greenspan crear una gran burbuja inmobiliaria para salir de la crisis que habría generado el estallido de las puntocom. Si bien la hemeroteca documenta que repitió estos reclamos en diversas ocasiones, el profesor de Princeton despreció la pregunta afirmando simplemente que "estaba bromeando". A continuación, Krugman negó que el Gobierno de Estados Unidos promoviese activamente la burbuja inmobiliaria a través de entes como Fannie Mae y Freddie Mac. "Ésa es la gran mentira de esta crisis", afirmó sin inmutarse. 

Conthe pide otro Nobel para Krugman

En una breve intervención, Manuel Conthe pidió que las ideas de Krugman "reciban otro Premio Nobel" y añadió que, "salvando el caso griego, ningún país europeo, incluyendo España, ha sido irresponsable a la hora de manejar el dinero público". En esta línea, declaró que ahorrar "es un vicio" y cerró su intervención con una nueva alabanza del trabajo de Krugman en los últimos años. 

Schwartz: la crisis de deuda no se solventa con más deuda

Por su parte, el profesor Schwartz elogió los estudios de Paul Krugman en materia de comercio, pero a continuación le reprochó que, al igual que hacen otros Premios Nobel de Economía, su creciente relevancia pública le ha llevado a "pontificar sobre asuntos en los que no es un experto". Criticó que Krugman proponga determinadas soluciones sin antes hacer autocrítica y plantearse si las políticas que recomendó durante la última década han tenido algo que ver con esta recesión. 

Schwartz censuró que Krugman se centre únicamente en la demanda agregada, y subrayó que detrás de muchas de sus propuestas se escondan llamados a nuevos aumentos del gasto público. Reprochó también que se pretenda solucionar un problema de deuda y crédito barato con más deuda y más crédito barato. Además, reivindicó la importancia del ahorro, la liberalización de los mercados y la reforma de las instituciones. Schwartz subrayó que las recetas de Krugman solamente se preocupan por el corto plazo, olvidando los fundamentos de un crecimiento sólido, real y sostenible. 

El profesor Emérito de la Universidad San Pablo CEU continuó su diagnóstico hablando de Japón, país al que citó como ejemplo de que el crecimiento no llega cuando se apuesta por la deuda y la expansión monetaria como motores para la recuperación. Centrándose ya en la situación española, Schwartz cifró en 34.000 millones de euros el coste de los programas de "estímulo" aprobados por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, y reprochó a Krugman que aplaudiese este tipo de políticas. En su última intervención, subrayó que es una trampa plantear que quienes se oponen a las recetas de Krugman parten de una posición de inferioridad moral.

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