Domínguez adolece de errores de concepto básicos a partir de los cuales pergeña una atolondrada orgía de confusión y falacia.
Aclaremos lo fundamental. Arriba es lo contrario de abajo. El monstruo de las galletas primero se adelanta y dice “cerca”, después retrocede y exclama “lejos”. Gastar es lo contrario de ingresar, y no necesariamente la desdicha de algunos ha de ser la alegría de otros; eso es un vicio y no una ley natural. Consumir es justo lo contrario de producir; quien consume no está produciendo nada, y maldita la falta que hace estimular la producción de lo que nadie necesita. Porque no se vive para trabajar ni se consume para producir, sino al revés.
He aquí la clase de Barrio Sésamo que se perdió Domínguez: nada se llena sacando, para llenar hay que meter. Sería magnífico que todos pudiéramos dejar de gastar a la vez, pues entonces nadie tendría necesidad del menor ingreso ni del menor trabajo. ¿Dónde estaría el problema? Desgraciadamente estamos condenados a gastar, pero, ¡maldita sea!, no aumentemos nuestro infortunio fomentando el gasto superfluo en detrimento de lo más urgente y necesario. Ese gasto alocado tiene un evidente coste de oportunidad, porque si tuviéramos la capacidad de producir de la manera más eficiente posible no estaríamos en crisis ni a nadie se le ocurriría la estupidez de estimular el gasto, nuestra maldición bíblica. De manera que lo procedente es justo lo contrario de las irreflexivas propuestas de Domínguez: hay que animar a la austeridad -no sólo pública, aunque por claras razones ésta sea la más necesaria- y al consumo responsable para que no se malgasten recursos en tonterías y los dirijamos a lo realmente urgente.
Y nadie se tiene por qué quedar en paro, cenutrios keynesianos. Si ésta es una crisis de recursos, ¿cómo no va a ser imprescindible aprovechar hasta el último recurso humano? Toda esa gente que debe perder un empleo innecesario será requerida con urgencia para aquel trabajo tan inaplazable del que no podemos prescindir dada nuestra triste condición de carentes humanos. EL PROBLEMA SON LOS SINDICATOS, LA SOCIALDEMOCRACIA Y TODA ESA BASURA SOCIALISTA QUE NOS CONDENA AL PARO EN UN INFERNAL CÍRCULO VICIOSO impidiendo los acuerdos voluntarios.
Vaya hombre, ahora las finlandeses y holandeses quieren bloquear la compra de bonos con el MEDE, se ve que estos paises también están infectados por el virus de la austeridad y tampoco hacen caso de las teorias macroeconómicas de don pepe. En realidad no creo que los paises nórdicos sean mas ahorradores que los meds, sencillamente se niegan a seguir pagando nuestro despilfarro, ¡que no es lo mismo!.
Tiene razón don José, el ahorro es malísimo para la economia de los paises. Las naciones mas ahorradoras del mundo son: Suiza, EEUU, Japón, Holanda y Dinamarca, que como todos sabemos están fatal.
Tiene usted razón, no son iguales, si una familia gasta siempre el doble de lo que ingresa llega un momento en el que le cortan el grifo, en cambio las naciones sacan la barita mágica y a seguir disimulando. Por otro lado el hecho de que la gente no le quede lo suficiente para gastar no se soluciona haciendo que el Estado gaste más, ya que esa es exactamente la razón por la que la gente no llega a final de mes y menos a gastar en otras cosas. Cada euro que pide prestado el estado y devolvemos con intereses de nuestros bolsillos, hacen no solo que no gastemos y cierren empresas, pero además que no se monte nada porque no hay huevos a montarlo porque la leche está asegurada.
En cuanto a lo de que si eran los alemanes o no los que prestaban a los del sur resulta ya indiferente, porque ahora para en vez de reducir el número de chupópteros que vivían a costa de nuestro esfuerzo, han ideado un nuevo tinglado para poder colocar a muchos más chupópteros que nos desangren a todos, pero eso sí, como siempre de forma muy democrática y cumpliendo las leyes, no vaya a alguien a creerse que esto es solo una forma de repartirse el botín del esfuerzo de las clases medias trabajadoras.
Sí, se puede crear crédito de la nada. ¿Y después?
Vivan los milagros.
Esto de la magia del gasto público es el cuento de Rumpelstikin (el enanito saltarín en español).
Como consecuencia de la codicia e ignorancia del molinero, el oro hilado al finall se lo lleva el rey (en este caso "la casta"), pero Rumpelstikin acaba viniendo a cobrarle a su hija lo más valioso que posee (impuestos, paro, deshaucios y emigración juvenil).
El problema es que, a diferencia de lo que ocurre en el cuento, Rumpelstikin (la realidad del hecho económico de que lo que te prestan tienes que devolverlo) no desaparece con sólo pronunciar su nombre: "malignos mercados de deuda".
En una cosa estoy de acuerdo con D. José. La metáfora de la casa bien administrada se queda corta a la hora de describir el engaño de la magia del gasto público.
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/lit...
Bueno, por "suerte" no tenemos manera de saber eso del ahorro intensivo. Porque no se ha dado -pongamos que el gobierno español no sólo se gasta un pastón que recauda en impuestos, impidiendo el ahorro particular, sino que además se endeuda en casi 100.000 millones extra (este año queremos "ahorrar" y sólo gastar cerca de 50.000 millones extra, pero no creo que lo consigamos). Lo que sí tenemos manera de saber es lo del gasto intensivo, donde empresas, gobierno y la mayoría de los ciudadanos no ahorran y se endeudan por décadas -no sólo las hipotecas; los empleos de funcionarios innecesarios y las enormes deudas de estado durarán décadas. Y ya hemos visto el resultado.
¿Cuál es el problema español, aparte del enorme problema de parasitismo que tenemos? Pues que no tenemos apenas nada que vender que nos quieran comprar los que tienen dinero. Ni siquiera a nosotros mismos (los españoles, digo). Así que, como no podemos venderle tecnología, ni casas, etc., a, pongamos, los alemanes, pues les pedimos dinero. Los políticos han hecho un horrible negocio en nuestro nombre, y han incentivado la ruina -inversiones rápidas, fáciles, muy "rentables", además de renunciar a otras aparentemente menos rentables, más costosas, lentas...- con los tipos de interés -si en España el ipc estaba al 5 y pico (y eso, contándolo como se cuenta, o sea, mal), los tipos de interés debían estar al 6% y no al 2. Así que matamos/nos mataron las gallinas de los huevos de oro, y ahora no tenemos ni gallinas -¿o sí?- ni huevos.
Así que no son todos los que tienen que tener ahorro intensivo. Sólo, los que lo necesiten, mientras lo necesiten. Por ejemplo, igual este año tienes que acabar de pagar el coche, y necesitas ahorrar intensivamente para la letra final, pero te cuesta un huevo porque cada vez te roban más dinero. Pero cuando pagues el coche tendrás un poco más de margen para gastar (o para liquidar otras deudas, lo cual hace que el que cobre tenga más dinero para gastar...). Los que no lo necesiten (pongamos que sean los alemanes), no tienen que hacerlo, y nosotros tendremos que ofrecerles productos que quieran comprar, si es que tenemos alguno.
Tema aparte es analizar hasta qué punto nos han/hemos engañado y solucionarlo o impedir que vuelva a pasar. Cosas como el euro, los tipos de interés, las reglas de juego diferente -control de calidad, coste de emisiones, explotación del pueblo, legislación, etc.-, el parasitismo...
Rigurosamente cierto...En las tertulias de bar de fritanga se suele oír eso de "mi madre sería buen ministro de hacienda". Algo similar es cuando los tontos de los separatas (y últimamente unos cuantos separadores) utilizan el símil del hijo que se quiere ir de casa. O cuando adoptan la grosera actitud del que se vanagloria de pagar las copas. Las metáforas de la vida privada proyectadas en la vida pública no salen bien. Menos mal que alguien lo dice bien claro.
Gastos e ingresos NO están emparejados, toda vez que se puede crear crédito de la nada. Y el gasto directo no es igual al que se canaliza vía ahorro.
Más clarito: la causa de que la gente no ingrese, es decir, no llegue a acuerdos mutuamente beneficiosos, no es que otros no quieran gastar (que en algo tendrán que hacerlo por narices) sino radica en que la insidiosa política impone trabas y penalizaciones que impiden la ágil y eficiente satisfacción de las imprescindibles necesidades (por ejemplo, la rápida creación y cierre de empresas a fin de acomodarlas al mercado y proporcionar una oferta creativa y estimulante) a la vez que desincentivan el negocio y la inversión. Estamos condenados al gasto, de modo que no es eso lo que es preciso estimular sino moderar y racionalizar mediante la austeridad para que se centre en lo más perentorio (por ejemplo, devolver las deudas, base de la confianza y simiente de nuevo crédito) y se economicen recursos vitales. Por el contrario, si fomentamos cualquier gasto llevados por la miopía y obcecación de que representa el ingreso de alguien (ingresos que en una economía libre se obtienen fácilmente sin más que adaptarse a los precios de mercado y a la demanda, sin necesidad de imponerla), estaremos enervando la urgente purga y saneamiento de la economía, manteniendo empresas superfluas y malas inversiones que quitan el sitio a las necesarias de verdad.
No creo que sea algo muy difícil de entender, pero muchos, inmersos en su monólogo autista, simplemente no escuchan.