Resulta desconcertante ver en un mismo periódico a Manuel Llamas demostrar con datos la falta de austeridad que tanto predica el Gobierno, mientras Pablo Montesinos nos trae la noticia de que "Rajoy aprobará un nuevo tijeretazo, pase lo que pase en la supercumbre". Este titular que, para colmo lleva como cintillo "compromiso con la austeridad", parece contradictorio con el hecho de que Rajoy no ha hecho hasta la fecha nada más que tratar de preservar un Estado sobredimensionado e insostenible a través de drásticos aumentos de impuestos, aumento del déficit y endeudamiento públicos y requerimientos al BCE y a nuestros socios europeos para que también se hagan cargo de nuestra irresponsable prodigalidad estatal.
Rajoy ha demostrado con sus actos que su auténtico compromiso no está con la austeridad pública, sino con el máximo grado de gasto y endeudamiento público que le sea posible. Lo que ocurre es que es consciente de que para ello necesita convencer a sus acreedores de que va a poner a adelgazar a nuestro despilfarrador sector público. Como Rajoy mismo lo ha expresado a su llegada este jueves a la cumbre de Bruselas "a veces se discute que tengamos más margen de déficit para gastar más, pero para gastar hay que tener dinero y, si no nos lo prestan, tenemos un problema".
El hecho, pues, es que Rajoy está de acuerdo con Rubalcaba, quien este miércoles pedía más "flexibilidad en el control del déficit". De hecho, Rajoy ya personifica esa irresponsable "flexibilidad en el control del déficit" tras renunciar a su promesa electoral de reducirlo al 4,4% este año y estar también en camino de incumplir clamorosamente el nuevo compromiso del 5,3%. Lo que ocurre es que el presidente del Gobierno es consciente -como también lo es en el fondo Rubalcaba- de que si el incremento del déficit no va acompañado de algún tipo de gesto hacia nuestros acreedores que les haga creer que hay propósito de enmienda, el resultado no será poder seguir gastando y endeudándonos más sino directamente la suspensión de pagos y la bancarrota.
Lo que es evidente, sin embargo, es que, tanto para Rajoy como para Rubalcaba, la solución al problema de no tener dinero suficiente no es gastar menos, sino una explosiva combinación que, esencialmente, pasa por una mayor presión fiscal a los ciudadanos y presionar a nuestros socios para que envilezcan la moneda única –léase eurobonos o monetización de deuda- como forma de evitar la ruptura de la zona euro.
En este sentido, también es muy significativa otra declaración que Rajoy ha hecho en Bruselas como es la de que "el precio del crédito en España es muy elevado, la zona euro tiene que ser consciente y alguna decisión hay que tomar". Es decir, en lugar de ser consciente de que si el crédito al Estado español está caro se debe a la temeraria renuencia de su gobierno a adelgazar el peso del sector público y de que en el abandono de esa política estará la solución, Rajoy traslada el problema y una equivocada solución a la zona euro.
En cuanto al supuesto "nuevo tijeretazo" que se nos anuncia está por ver si va dirigido por primera vez contra el sector público, y no nuevamente en su favor y contra el contribuyente con una nueva –esa sí– subida del IVA o de otros impuestos o la eliminación de la deducción por vivienda.
Reconozco, en cualquier caso, que ningún dirigente ha dado tantos aires de sensatez a una política tan manifiestamente irresponsable como Mariano Rajoy. Pero eso no la hace mejor que la de sus antecesores. Tan sólo más hipócrita.