Si el martes supimos que la administración central del Estado está a punto de superar el déficit máximo permitido para todo este año, este miércoles los ministros de Economía de la Eurozona han sido taxativos a la hora de señalar que el Estado español será "plenamente responsable" del rescate a la banca española, rechazando así la petición de nuestro Gobierno que reclamaba una recapitalización directa que no computase como deuda del Estado. Son dos noticias que, no por previsibles, encierran tal gravedad que deberían haber llevado al presidente Mariano Rajoy a no demorar un día más lo que ya le era exigible en sus cien primeros días de gobierno, a saber, anunciar una histórica reforma de nuestro insostenible modelo de Estado y la supresión drástica del gasto público como única forma de suprimir el déficit público.
En lugar de ello, nos hemos encontrado a un presidente del Gobierno que lo único que ha hecho públicamente es reiterar sus lamentos por lo mucho que tenemos que pagar por seguir endeudándonos; declaraciones que sólo servirán para acrecentar y encarecer todavía más el temor de nuestros acreedores respecto a si algún día seremos capaces de pagar lo que seguimos pidiendo en préstamo. Es evidente que con estas declaraciones Rajoy trata de forzar una intervención por parte de Europa consistente en una nueva ronda de monetización de deuda por parte del Banco Central Europeo, o la emisión de eurobonos o en la constitución de una unión bancaria europea; es decir trasladar al conjunto de la UE la carga de la inoperancia del Ejecutivo español a la hora de podar de verdad los gastos de su administración central y obligar a hacer lo mismo a sus gobiernos regionales.
Claro que aun peor ha sido el espectáculo que nos ha ofrecido el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Tras días de jugar con el lenguaje para tratar de convencernos de que la contraproducente subida del IVA no será una subida del IVA, sino una "reconsideración de los tipos del IVA", Montoro nos ha tratado de convencer este miércoles de que el déficit que llevamos acumulado no es en realidad tan preocupante como el que reflejan los datos ofrecidos por el propio Ministerio que él dirige. La verdad a medias con la que Montoro trata de colarnos su mentira completa es que, en términos homogéneos, y no según contabilidad nacional como se ha hecho habitualmente, el déficit de la administración central de enero a mayo no sería, efectivamente, del 3,41% sino del 2,31%, dato este último que no reflejaría, entre otras cosas, las transferencias que este año se han adelantado a las autonomías.
Aun siguiendo este último criterio de interpretación, es evidente que de seguir a este ritmo, al final del año nos encontraríamos con un déficit exclusivamente referido a la administración central del 5,52%; es decir más de dos puntos superior al comprometido. Pero es que, además, el hecho de que la administración central haya, no solo adelantado sino tambien acrecentado las transferencias a las autonomias, no busca sino maquillar durante un tiempo los tímidos ajustes de gasto que están llevando las comunidades, espectáculo que evidenciaría la pasividad del Gobierno a la hora de intervenir sus cuentas de forma aun más manifiesta que la que está mostrando a la hora de hacer cumplir las sentencias del Supremo sobre normalización lingüística.
Finalmente, tras la espectacular caída de ingresos por IVA, superior al 20%, que hemos experimentado tras la subida de este impuesto aprobada hace dos años por Zapatero, y tras la histórica y aun más dañina y contraproducente subida del IRPF y de Sociedades aprobada por Rajoy, plantear ahora como solución una nueva subida del IVA es, lisa y llanamente, una pulsión suicida. Nuestra empobrecida y asfixiada sociedad civil no aguanta un grado más de presión fiscal, sea esta directa o indirecta. Rajoy debe centrarse exclusivamente en la reducción del gasto público y abandonar un camino equivocado que no nos dejará de llevar a la completa ruina por mucho que no sea él el que lo iniciase.