A Mariano Rajoy se le vio más tranquilo, más relajado. En una semana marcada por buenas noticias dentro de la gravedad, con la Bolsa en números verdes y la prima de riesgo desinflándose a un ritmo constante, el presidente sacó pecho de los contactos mantenidos con sus homólogos comunitarios a fin de alejar el fantasma de la intervención en favor de ayudar directamente a los bancos españoles -que no al Estado, se encargan de remachar en Moncloa- gracias a fondos comunitarios. Pero, yendo un paso más y cuando el baile de cifras sobre la recapitalización traspasa las fronteras patrias e inunda portadas en el viejo continente, también se erigió como único portavoz autorizado: "Pregúntenme a mí, por favor".
El jefe del Ejecutivo dejó claro el mensaje que quería colocar ante la opinión pública a base de repetirlo. No se movió del guión establecido, a pesar de que un periodista extranjero le llegó a poner encima de la mesa el "temor" en Europa porque España sea "una segunda Grecia". Rajoy negó la mayor: "Tenga la absoluta certeza de que vamos a superarlo", solemnizó, tras sacar la libreta y enumerar los datos macro del país que le diferencian de la economía helena -como que dos bancos españoles lideran el ránking mundial así como varias inmobiliarias-.
A su lado, el primer ministro de los Países Bajos, Marck Rutte, no se lo puso fácil. Y no lo hizo porque parecía un doble de la canciller alemana, Angela Merkel, rechazando con firmeza desde los eurobonos al rescate de la banca pasando por cualquier otro tipo de ayuda siempre y cuando las naciones en tela de juicio no ajusten sus datos de déficit público. En un escenario donde algunos países tienen un déficit alrededor al seis por cierto, expuso, "es imposible acudir a los bonos europeos", en clara disonancia con Francia y, ahora también, con España.
Como es habitual en él, Rajoy se comprometió con la consolidación fiscal, pero en esta ocasión centró su intervención en entonar un aquí estoy yo y en emplazar a que el Fondo Monetario Internacional y los evaluadores internacionales contratados para tal efecto digan cómo se encuentra el conjunto de las entidades españolas. Hasta entonces, llamó al silencio general: "Comprendo que todo el mundo diga cifras y haga análisis, pero el presidente no puede porque si damos una cifra será la de verdad", argumentó, insistiendo en que hacer hipótesis ahora no ayuda transmitir la imagen de certidumbre que necesita el país. "Dar opiniones lo puede hacer todo el mundo, pero no el presidente del Gobierno. Es de puro sentido común. No me molesta que se den cifras pero debo esperar al resultado de las auditorías", insistió.
Rajoy machacó esta idea una y otra vez, añadiendo que una fluida interlocución con el resto de países europeos. Casi diario. Principalmente con Bruselas y con Alemania, sus dos pilares básicos. "Daremos la cifra en cuanto oigamos a las personas contratadas", dijo, ironizando sobre las posibilidades escuchadas en la arena pública -"40.000, 80.000 millones, podemos hacer apuestas", se jactó- y las "emergencias informativas".
"Tampoco es tan difícil de entender", llegó a decir, emplazando a los periodistas a hacerle solo caso a él y no a ninguna otra persona. Tampoco de dentro de su Ejecutivo. "Si tienen datos por otras vías, ¿Qué quiere que le diga yo?", afirmó, definiéndose "hombre prudente" que espera a "estudiar las cosas bien" y a "tenerlo claro".
"Es un momento muy importante para la Unión Europea y para España", admitió Rajoy. Su hombre económico, Luis de Guindos, dijo sin medias tintas que en Italia y nuestro país se juega el futuro del euro en los próximos días. "El Gobierno tiene un plan perfectamente definido", aseguró, pese a los cambios de criterio en consecuencia a lo volátil de la economía.
El Gobierno, aseguró, será "necesario y justo" sobre la cantidad del dinero público que habrá que inyectar a la banca. Pero rechazó hacer demagogia sobre la idoneidad o no de ayudar al sector financiero al recordar que en otros países, como Estados Unidos, ya se hizo en el pasado y ahora las cosas están mejor. También recordó que "España es el país que menos dinero público ha inyectado" en las entidades.
Para Rajoy, es verdad que la crisis financiera "es muy importante", que "hemos perdido mucho crédito fuera" y "ha aumentado la morosidad", pero de igual forma volvió a enfatizar su mensaje de esperanza. Llamó a preservar "la mayor" y a ir a las cosas "decisivas", esto es sacar a España de la crisis e iniciar la senda del crecimiento. Insistió en que la senda es la adecuada, en un dueto perfecto de políticas de austeridad -citó los Presupuestos- sin olvidar reformas -entre ella la financiera- destinada a generar confianza. Pero, al bajar de la crisis, recibió una mala noticia que ensombreció la jornada: Fitch situó la solvencia de España a dos pasos del bono basura.