Algunos lo habíamos avisado: cualquier duda sobre la permanencia de España en la Zona del euro, lo que significaría una vuelta, con sus caídas en el cambio a la que se llamaría la neopeseta, provocaría una fuga importante de capitales. Es de esperar que tal catástrofe de nuestro abandono del euro no se produzca, pero ante un riesgo, incluso remoto, los mercados financieros internacionales reaccionan, como, sir ir más lejos, reaccionaron cuando nuestra moneda cayó en forma preocupante en la etapa el Sistema Monetario Europeo. A partir de 1996, con el modelo Aznar-Rato, se arreglaron las cosas, pero el agobio anterior, en buena parte originado por los tipos de interés ofrecidos en Alemania, nos creó crisis importantes, salvo para algún grupo exportador, favorecido por la caída de la peseta.
España, ahora mismo, se ha puesto en cabeza de la tormenta europea. Basta observar las cifras de riesgo país, las de pérdida de competitividad, y lo que opinan sobre nosotros órganos especialmente influyentes. En Le Monde de 30 de mayo de 2012 se señala que se deplora en el Ministerio de Economía que los mercados de la deuda pública "son cada vez más nacionales. En mayo sólo del 20% al 30% de la deuda emitida ha sido comprada por extranjeros". Leamos las últimas ediciones de The Economist –el ejemplar del 2 de junio de 2012– y del Financial Times con esa portada dirigida a España del 1 de junio de 2012, titulada "Spain suffers € 100bn exodus", y comprenderemos de qué modo es preciso reaccionar con especial dureza dentro de nuestra patria. Porque el Banco de España acaba de señalar la resultante de todo esto: que en el primer trimestre de 2012 ha existido una salida neta de capitales hacia el extranjero de 97.090’9 millones de euros. Menos mal que Luis de Guindos estimó en su conferencia en la reunión del Círculo de Economía que "la salida de capitales de particulares fue mínima" y que Antonio Zoido, el presidente de Bolsas y Mercados Españoles ha indicado que el mundo financiero extranjero ha ampliado su tenencia de acciones de empresas españolas, desde el 36%, en el inicio de la crisis, al 40% actual. Más bien se trata de una reacción de la Banca extranjera, por lo que sería una equivocación hablar de fuga de capitales desde España. Pero conviene no confiarse. Sobre todo porque éste es un momento en el que, si no aceptamos una muy seria policía económica, el fenómeno que, sobre todo se experimentó en mayo de 2012, puede ampliarse.
Además si, como Pablo Rodríguez Suanzes escribe en El Mundo el 1 de junio de 2012, "en apenas un año España ha caído cuatro puntos" en la Clasificación de Competitividad Mundial elaborada por la Escuela suiza de negocios IMDI, "pasando del puesto 35 al 39, en buena medida por el deterioro del mercado laboral, exactamente por encima de Italia –puesto 40– y por supuesto de Brasil, puesto 46. La cuestión de la mejoría de la competitividad es la que, al final, nos puede sacar de este atolladero, junto con una dura política fiscal. Por cierto que nada de esto musitan ni los grandes sindicatos ni los "indignados". Siguen disparatando, como al sostener que el dinero que impide el hundimiento de la Banca, se destine a educación y sanidad. ¡Como si hundida la Banca pudiesen quedar resquicios para educación y sanidad!