El cine ha mitificado durante las últimas décadas el trabajo de los espías. Desde la glamurosa figura de James Bond hasta los agentes casi invisibles que arriesgaban sus vidas trabajando en zonas remotas, todos, han tenido como objetivo de conseguir información de vital importancia para el futuro de sus países.
Lejos de esa imagen, la gran mayoría de los trabajadores de los principales servicios de inteligencia pasan horas y horas en sus despachos analizando la información que les llega desde el exterior, buscando datos e interpretaciones que puedan ser de utilidad para sus naciones. Pocos pisan los grandes desiertos, las selvas exóticas o los pequeños países sin apenas occidentales.
La globalización y el proceso de internalización de las grandes empresas, conocidas popularmente como multinacionales, ha hecho que los sistemas de inteligencia no queden recluidos únicamente a los Estados, sino que muchas de estas grandes empresas hayan creado sus propios departamentos de inteligencia que les ayuda a pisar con más seguridad todo tipo de terrenos.
Poco a poco, han ido surgiendo asimismo pequeñas empresas de inteligencia que dan servicio a empresas medianas o pequeñas que no pueden pagarse tener su propio departamento, o que sólo necesitan sus servicios durante un determinado tiempo para programar sus primeras expansiones internacionales.
Esta semana, en Madrid, se celebraron las IV Jornadas GlobalChase sobre "Inteligencia, Competitividad y Mediación", donde expertos en inteligencia estatal y empresarial abordaron los retos de este negocio y trataron lo poco desarrollado que se encuentra todavía en el mundo empresarial español.
Diferenciaron entre dos tipos de inteligencia asociada a la empresa. Por un lado, la inteligencia de negocios, la más común de todas y que lleva funcionando años dentro de las empresas. Se perfilan estrategias en función de los clientes que se tienen y la información proviene de la base de datos propia. Conocen a sus clientes, tienen controlados muchos de sus movimientos y pueden desarrollar productos a su medida y anticiparse a los posibles problemas o necesidades que puedan tener en el futuro, lo que permite evitar problemas para la propia empresa.
Por otro lado, está la inteligencia competitiva, encargado de analizar los mercados y a los competidores; analizar el entorno social, político, económico o jurídico en el que se mueve la empresa y anticipar los posibles escenarios con los que se puede encontrar. Para ella se necesitan datos externos y hay que salir a buscarlos, datos que provienen tanto de fuentes abiertas (internet, seminarios, conferencias...) como de fuentes humanas que puedan manejar información de interés.
Pero también dejaron claro algo fundamental: "La inteligencia no da resultados ni funciona por sí misma. No se trata de lo que ya conoces, sino de llegar a lo que desconoces. Estados Unidos no se planteó que unos terroristas podían estrellar unos aviones en unos rascacielos y eso que tienen 16 agencias de inteligencia. El valor de la inteligencia es convertir la información en valor, ver lo que no nadie ve y decir lo que nadie dice".
Como no podía ser de otro modo, el caso de Repsol e YPF en Argentina estuvo presente en todo momento en la jornada y, sobre la inversión de las empresas españolas en muchos países en vías de desarrollo, se recordó que "el Instituto Elcano ya dijo en uno de sus informes que las empresas españolas invirtieron muy alegremente en muchos países desoyendo a los expertos en esas zonas".
Eso sí, la llegada de la inteligencia a las empresas nada tiene que ver con los casos de espionaje industrial que cada equis tiempo saltan a las páginas de los medios de comunicación. Casos como los tres altos cargos de Renault expulsados de la empresa en enero de 2011 acusados de vender a la competencia información sobre los proyectos de la automovilística francesa referidos al desarrollo de coches eléctricos.