Cuando vamos a elegir cualquiera de estos productos de financiación es importante conocer bien cada una de sus características, para luego elegir aquel que se adapte mejor a nuestras necesidades de liquidez.
Sin duda en estos momentos solicitar financiación puede ser una misión imposible, si no tenemos una gran estabilidad laboral, podemos aportar garantías adicionales y nuestro endeudamiento es razonable. En todo caso, lo sensato es pedir dinero cuando realmente es necesario y con un análisis personal serio de nuestra capacidad presente y futura de devolver la deuda.
Los años en que pensábamos "si el banco me deja el dinero será porque saben que se lo podré devolver" han de quedar atrás. Nosotros debemos ser los analistas de riesgo de nuestro endeudamiento financiero, el banco muchas veces no sabe hacer bien este trabajo. Por tanto, lo primero que hay que saber antes de solicitar un préstamo personal o una hipoteca son sus características, como veremos a continuación.
En qué fijarse a la hora de contratar créditos o préstamos
Créditos y préstamos son contratos en los que el deudor se compromete a devolver el importe solicitado en cuotas mensuales, a cambio del pago de unos intereses como compensación a la entidad financiera que nos lo concede. Préstamos y créditos se diferencian en que en los créditos se podrá volver a disponer de las cantidades ya amortizados, por lo que el contratante tiene a su disposición una línea de crédito con un límite determinado.
Estos son los aspectos más importantes a la hora de elegir tanto un crédito como un préstamo:
El tipo de interés que nos aplican es un punto común a la hora de tomar una decisión acerca de qué producto de financiación o inversión contratar. Sobre todo en un producto como un préstamo o un crédito en el que el tipo de interés definirá cuánto nos costará el producto en cuestión. Los préstamos que se contratan de manera más rápida o sencilla, suelen tener tipos de interés más altos (de hasta un 20% en muchos casos).
El plazo es otro aspecto importante, ya que tendremos que valorar cuánto estimamos que nos llevará saldar la deuda con comodidad. La mayoría de créditos tiene un plazo que ronda los 5 a 8 años. Recuerda que, cuanto más quieras alargar el plazo más intereses acabarás pagando por el préstamo.
Aunque en este tipo de productos, sobre todo los préstamos al consumo, es menos común que la entidad nos exija vincularnos con otros productos de su cartera, a veces puede salirnos "a cuenta" ya que la vinculación, en algunos casos, puede significar la reducción del TAE del préstamo. Antes de nada, es mejor hacer cuentas.
En qué fijarse a la hora de contratar una hipoteca
Algo más compleja es la hipoteca, sobre todo por lo que implica su contratación, generalmente para la compra de una vivienda y por un importe sustancialmente mayor que un crédito o préstamo. Por eso, todavía es más importante tener en cuenta aspectos como estos:
- De nuevo el tipo de interés sigue siendo clave. Mientras que la TAE sólo tendrá sentido si contratamos una hipoteca a tipo fijo, debemos tener en cuenta la evolución del tipo de referencia (en España generalmente se trata del Euribor, si bien ya existe un nuevo referencial hipotecario llamado IRS) para saber cómo de "caras" o "baratas" pagaremos nuestras cuotas en un futuro. Junto al tipo de referencia, demos tener en cuenta el diferencial (es decir, el beneficio del banco) al que siempre va unido.
- La vinculación exigida, que suele ser habitual en las hipotecas, y que nos "casa" todavía más al banco, algo que interesa a la entidad ya que la hipoteca sella una relación a largo plazo.
- La mayoría de hipotecas nos exigirán un aval o garantía. Frente a esto se encuentra el porcentaje que nos financia la entidad. Lo más habitual es que tengamos ahorrados al menos un 10 por ciento de lo que nos cuesta la vivienda para hacer frente a los gastos de constitución de la hipoteca.
- La cultura financiera es clave para tomar decisiones de contratación de productos de ahorro y financiación adecuados. No podemos ni debemos dejar en manos del banco el asesoramiento; nosotros debemos ser nuestros propios asesores financieros.
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