Mariano Rajoy decidió coger el toro por los cuernos en plena tormenta perfecta. Los peores augurios del Gobierno no tardaron en hacerse realidad, y poco después de abrir la Bolsa -ya con la cotización de Bankia en el parqué- la prima de riesgo rompía la barrera psicológica de los 500 puntos y anotaba un nuevo máximo histórico. En paralelo, el valor de la entidad financiera se desplomaba. Se confirmaba el lunes negro. “Nos vamos a pique”, resumía, a través de mensaje de texto, un alto cargo del Gobierno, escenificando con dramatismo las horas de angustia que estaba viviendo el Ejecutivo.
Dos horas después de la apertura del mercado español, el presidente llegaba a la sede nacional de su partido para desahogarse ante los suyos y explicarles a puerta cerrada la situación real del país. También para reivindicarse ante un panorama tan virulento. Ya entonces llevaba en la mente comparecer de urgencia ante los periodistas. En Génova13 y no en Moncloa. Tenía que ser cuanto antes, para transmitir confianza o, al menos, normalidad. A las 11.18, el PP informó de que habría rueda de prensa, pero no especificó quién la protagonizaría. A las 13.00 horas, por primera vez desde que es presidente, Rajoy contestó a más de veinte preguntas de los medios.
Antes de salir ante los focos, reunió al Comité Ejecutivo del partido, en el que también participan los barones autonómicos; que se definen asfixiados por los ajustes que están emprendiendo. “Pase lo que pase hay que cumplir con el déficit, eso es irrenunciable y tenemos que tenerlo claro”, les advirtió. Nadie le replicó, como sí ha ocurrido en otras ocasiones. Sólo tomó la palabra Mercedes Fernández Cherines, líder del PP asturiano, pero no fue para abordar este asunto. A micrófono abierto, proclamó que no dejará caer a ninguna comunidad porque, a su juicio, esto supondría a renglón seguido la destrucción de España como tal.
A puerta cerrada: "No se ha dado dinero a nadie"
La inmensa mayoría de su discurso, que adelantó este diario poco después de concluir, estuvo centrado en la situación financiera. Sobre Bankia habló nada más comenzar: “Aquí no se ha dado dinero a nadie, son préstamos a un interés muy caro”, dijo. Y ése es el mensaje que quiere que se transmita a todos los niveles. Defendió la nacionalización del banco, sí, pero especificó no es para siempre, porque su objetivo es devolverlo a los mercados una vez sea solvente, por lo que incluso podrían recogerse beneficios.
No se refirió expresamente a Rodrigo Rato, ni dentro ni fuera. De hecho, su opinión sobre las posibles responsabilidades de quienes dirigieron las entidades en rojo sigue siendo la misma: no habrá comparecencia del exvicepresidente del Gobierno en el Congreso, ni de ningún otro directivo. A quien se culpa es al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Rajoy tampoco le mentó, pero sí sus portavoces habituales. De igual forma, descarta una comisión de investigación, habida cuenta de que su gabinete -sin ir más lejos, Luis de Guindos la semana pasada- está dando la cara por la crisis.
Los pilares de su política económica, aquellos que sustentan su plan de Gobierno, también los dio a conocer en una abarrotada rueda de prensa. Una exposición amplia, minuciosa, sobre las cinco patas en las que se sustenta hoy por hoy el país: compromiso irrenunciable del déficit público -del 5,3% para el año en curso y del 3% para el siguiente-, continuar con las reformas nacionales, liderar el debate de que la UE también tiene que tomar las medidas necesarias, solucionar los problemas de la deuda y construir Europa a través de un mensaje nítido sobre el euro.
Admite que no se pueden aguantar los 500 puntos
No hacía falta que se refiriera al Banco Central Europeo, ya que a estas alturas nadie duda de que sus mensajes van dirigidos al órgano que dirige el italiano Mario Draghi: “Con una prima de riesgo de quinientos puntos es muy difícil financiarse y por lo tanto una de las cosas a solucionar es el problema de la financiación, la liquidez y el sostenimiento de la deuda”, argumentó. Con los suyos, desveló que había mantenido muchas conversaciones con líderes de la UE y apuntaló la estrategia a seguir: arrancar compromisos de los mismos -principalmente de Alemania- porque el Estado en solitario no va a conseguir nada.
No rebajó la presión ante el BCE. Consideró imprescindible que intervenga ya, sin demora. Según su propio análisis, ningún país puede aguantar con una prima de riesgo tan elevada -España cerró la jornada con 511-. Jorge Moragas, su jefe de gabinete -presente en la sala-, trabaja en este sentido, potenciando la red de contactos internacionales del Ejecutivo. “El Gobierno está haciendo lo que tiene que hacer”, afirmó Rajoy, para a renglón seguido llamar a “garantizar” la sostenibilidad de la deuda pública y defender sin demora ni fisuras a la moneda única.
Sobre el silencio de las instituciones europeas, ironía: “Prudencia” pese a “estar de acuerdo con las cosas que oye”, destacó, en relación a su intervención ante la cumbre europea de la semana pasada, pero sin que después sus homólogos le respaldasen en público. En este sentido, el Gobierno insiste en que España cada vez está ganando más relieve en el capítulo internacional y, de facto, ya está en la locomotora comunitaria.
Descarta dinero de la UE para los bancos
Bankia fue la reina de las dudas de los informadores. No se movió de su librillo. Primero, zanjó que la tormenta financiera no es consecuencia de la entidad, y del agujero encontrado. Y no lo cree porque “lo que da es tranquilidad” ya que se han abierto las ventanas y se está haciendo bandera de “transparencia”. “Es mejor saber exactamente dónde estamos, saber la verdad y tomar decisiones”, algo que defendió pese a que admitió “dudas”, muchas de ellas consecuencias de la situación en Grecia.
Sacar “las facturas de los cajones” y, a partir de ahí, trabajar duro, fue el mantra del presidente. Todo para que “vuelva el crédito” y, en lo práctico, para sacar las viviendas en el mercado a un precio real. En aras de esa transparencia, destacó que dos auditoras extranjeras ya evalúan los balances de la banca patria, si bien ya adelantó que “no va a haber ningún rescate de la banca española" por parte de las instituciones comunitarias, a través de los fondos destinados a este extremo. Fue su compromiso más claro y firme. No titubeó.
"Acuerdo sustancial" con el PSOE
Con los mimbres claros, lanzó la pelota al tejado del PSOE. Y, en principio, se mostró convencido de que, en esta ocasión, el principal partido de la oposición está de su lado. “Creo que hay un acuerdo sustancial en los temas generales”, desveló, en relación al despacho que el viernes mantuvo con Alfredo Pérez Rubalcaba en Moncloa. Eso sí, “luego pasa lo que pasa”; esto es, se apoyan los grandes titulares pero no los detalles necesarios para cumplirlos, como la cara más amarga de las medidas emprendidas. Pese a todo, la reunión “estuvo bien” e incluso ve “equilibrada” la posición del PSOE sobre Bankia.
En conclusión, decisiones dentro y fuera de España y un gesto real para que la crisis de deuda se disipe o, al menos, no sea en niveles de soportar una prima de riesgo superior a los 500 puntos. Una “gravísima crisis” que no permite hablar de otros asuntos, meras cortinas de humo para el presidente, como la polémica por el IBI. “¡Con la que está cayendo!”, exclamó. Pese a la tormenta, pese a las dudas y los miedos existentes incluso en su propio equipo, Rajoy se mostró tranquilo, incluso cómodo. El jefe del Ejecutivo se centró “en lo importante”; en lanzar un guante a Bruselas y a los mercados, que el Gobierno ansía que sea recogido cuanto antes.
Con la Bolsa anunciando el cierre, la desolación. En voz de un asesor, "la comparecencia de Rajoy era en clave interna. Por un lado van los mercados y por otro los intereses de los periodistas". Lo importante, se insiste, es que el Ejecutivo "está haciendo todo lo que tiene que hacer", y prueba de ello es que el viernes, en el Consejo de Ministros, se seguirán aprobando reformas. "Algo irá", avanzó un portavoz autorizado. Eso sí, el temor por concluir el día en 511 puntos con respecto al bono alemán era difícilmente disipable en los cuadros de un Gobierno que cree que ha hecho todos los deberes.