Asegura Juan José Millás en El País que Barbie y sus ministros pretenden "la demolición del Estado". Esto llama la atención, porque todo lo que hace el PP va en la dirección contraria, empezando por la subida de impuestos, que es una política tendente a fortalecer el Estado, y por ello es típicamente socialista, tan socialista que a Millás no le inquietaba cuando la perpetraba su idolatrado Smiley.
Otras cosas que apunta el célebre escritor también replican lo que han hecho los socialistas en el pasado, sin que recordemos protestas por parte del progresismo, como tomar las televisiones públicas "por asalto", "subidas del gas y de la luz", "ruedas de prensa sin turno de preguntas", etc.
Dos medidas económicas concretas que a Millás le escandalizan y le ratifican en su diagnóstico de que el PP es liberticida merecen una reflexión especial: "se pone precio a la sanidad" y "tasas universitarias por las nubes".
Don Juan José no puede no saber que la sanidad ya tiene un precio, y los ciudadanos lo pagamos a través de los impuestos. La sanidad, con copago o sin él, no es un regalo de los políticos. Si lo que pretende es que el precio sea menor, entonces debería decirlo, es decir, debería pedir que bajen los impuestos, lo que no ha hecho nunca. Si lo que pretende es que baje el precio concreto de cada ciudadano concreto que usa la sanidad, entonces debería aclarar que su objetivo es que suban los impuestos sobre los ciudadanos concretos que no la usan.
Su segunda declaración económica es la que asegura que los precios públicos de las universidades están "por las nubes". Juan José Millás no puede no saber que eso no es verdad. No puede no saber que las universidades públicas están lejísimos de financiarse por las matrículas que pagan los alumnos, que no cubren ni la cuarta parte del coste de su educación.
Entonces, como no puede no saberlo, su escándalo sólo puede querer decir que según él las tasas deberían ser más bajas. No hay problema, todos podemos decir lo que deseemos, aunque no podemos después eludir las consecuencias de lo que decimos. Así, si el progresismo estriba en que los precios de las matrículas universitarias bajen, entonces eso quiere decir que deben subir los impuestos que pagan todos los ciudadanos para financiar la universidad, incluidos los ciudadanos que no estudian allí ni envían a sus hijos a estudiar allí. Aguardamos un próximo artículo donde Juan José Millás nos explicará por qué esa subida de impuestos es fundamentalmente progresista.