La filial madrileña de la UGT ha decidido enviar a la cuarta parte de sus operarios a "trabajar por el país", según definió Zapatero en sus buenos tiempos la condición de desempleado. En otras palabras, José Ricardo Martínez, a la sazón secretario general de la filial madrileña, va a hacer limpieza en el sindicato sin el menor miramiento hacia los compañeros proletarios que tan bien le han servido a lo largo de estos años.
Además, el liberado de la RENFE y consejero bancario con un sueldo que dobla al del presidente del gobierno, va a utilizar los mecanismos dispuestos en la reforma laboral aprobada por la derechona para evitar el desangrado de las cuentas del sindicato, bastante magras a tenor del número de despidos que va a realizar el compañero Martínez de una sola tacada. Está en su derecho, claro, como cualquier otro empleador que decida acogerse a las modificaciones de la legislación laboral aprobadas por el ejecutivo, incluso aunque haya dedicado los últimos meses de su gestión pública a denigrar unas medidas de las que ahora se aprovecha para aligerar la plantilla del sindicato.
El que una corporación sindical de izquierdas actúe de esta manera es una paradoja que sólo tiene dos posibles explicaciones. O la UGT se ha convertido en un emporio capitalista que busca optimizar sus beneficios a costa de los derechos de los trabajadores o la reforma laboral no era tan fascista como sus dirigentes la definían en la última Huelga General convocada.
La respuesta la encontramos en la propia página web de la UGT de Madrid, en la que podemos leer ya el anuncio de las nuevas manifestaciones previstas para los próximos 23 y 24 de este mes, al objeto de protestar contra esta "injusta y desmedida reforma laboral" (no añaden: "utilizada por nosotros para despedir obreros") que a juicio del sindicato "rompe el clima de convivencia, el modelo social y los equilibrios existentes entre capital y trabajo de nuestro país".
Es de suponer que la UGT de Madrid invitará a los trabajadores que va a despedir a sumarse a estas manifestaciones contra la ley de la que se ha servido para ponerlos en la puñetera calle. Hasta es posible que el sindicato les negocie su propio ERE trincando un porcentaje por el trabajo realizado. La algarada probablemente se cierre con el grito de guerra habitual: "A tomar cervezas y a vivir", sólo que algunos tendrán que hacerlo a partir de ahora del subsidio de desempleo. El fascismo de los mercados, ya se sabe.