Esta misma semana pasada el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicaba las cifras de creación y disolución de sociedades mercantiles correspondientes a marzo, con una disminución interanual en el primer caso del 6,3% y un aumento en las empresas que desaparecen del 3,8%.
En cualquier caso, considerando los tres primeros meses de año se han creado 24.898 empresas, cifra muy ligeramente superior a las 24.399 del año pasado. En ese mismo periodo del año 2007 se habían constituido 45.376 compañías, una cifra que es el 82,2% superior a los niveles actuales. Sin embargo, ya se han destruido 7.397 sociedades, la peor cifra histórica trimestral, que representa un 7,6% más que las 6.873 que cerraron en el primer trimestre de 2011.
El siguiente gráfico representa la creación de nuevas empresas en España y la media de 12 meses desde el año 1995:
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Observando el gráfico se comprueba claramente que los datos están sujetos a una fuerte estacionalidad, motivo por el cual he representado la media en el último año, de manera que se pueda observar mejor la tendencia subyacente. La importante caída en el establecimiento de nuevas empresas comenzó, obviamente, con la crisis a finales de 2007 y, por desgracia, hasta el momento continúa en la misma senda.
En una economía dinámica que crece a buen ritmo la constitución de sociedades sigue una tendencia creciente, como la existente en los años anteriores a la crisis. Si bien es cierto que durante una recesión económica es normal un parón de la actividad, lo que parece estar claro es que el ánimo emprendedor no se pierde ni desaparece de un día para otro. Muy al contrario, deben existir otros factores que impiden que este proceso se desarrolle con normalidad.
No cabe la menor duda de que para constituir una empresa, por pequeña que sea, se necesita capital, que en gran parte de las ocasiones será prestado. Un problema que existe actualmente es la falta de crédito por parte del sistema bancario. Incluso después que los bancos hayan recibido importantes estímulos monetarios desde el Banco Central Europeo en forma de LTRO, éstos vuelven a depositar ese mismo dinero en dicho organismo, lo que provoca que nunca llegue a la economía real.
Será muy difícil, por no decir imposible, recuperar esa tendencia de crecimiento en el número de empresas, y más importante si cabe, evitar la destrucción del tejido empresarial existente, si el crédito no fluye de una manera adecuada.