"Haré cualquier cosa aunque no me guste y aunque haya dicho que no lo voy a hacer". "Creía que teníamos una gripe, un catarro, pero nos encontramos con un proceso de neumonía, y por ello tomamos decisiones que no nos han gustado, como la subida de impuestos". Con esta desfachatez Rajoy ha vuelto a tratar de justificar este lunes el incumplimiento de su promesa electoral de no subir los impuestos; incumplimiento que tampoco ha servido –dicho sea de paso- para mantener su compromiso de reducir el déficit este año al 4,4 por ciento, y que está por ver que sirva para no superar el nuevo tope del 5,3% renegociado con Bruselas.
Puestos a creernos a Rajoy, ya resulta preocupante pensar que el líder del PP se creyera que a la España que nos dejaba Zapatero sólo le aquejaba un simple "catarro" y no el avanzadísimo "proceso de neumonía" que, ciertamente, sufre el enfermo. A mí me cuesta creer tan irresponsable candidez por parte del líder popular, pues aun recuerdo su pacto con la entonces ministra Salgado para silenciar los clarísimos síntomas de "neumonía" que ofrecía el enfermo por culpa de unas autonomías, cuyos desequilibrios presupuestarios resultaron ser decisivos para que el déficit del conjunto de todas las administraciones publicas fuera del 8,5%, en lugar de ese 6%, que, por lo visto, se pensaba encontrar Rajoy.
Con todo, lo más patético de las excusas del presidente del gobierno es que, ante el hecho ya constatado de que el paciente está en realidad más enfermo de lo que a él le había parecido, no le haya dado más medicina y, en su lugar, le haya dado algo tan contraindicado para su enfermedad como es una brutal subida de impuestos. Es decir, en lugar de acometer un recorte del gasto público mayor que el que tenía previsto acometer, Rajoy ha preferido mantenerlo recurriendo a una brutal y sorprendente subida de impuestos.
A nadie le debería bastar con que Rajoy diga que "no le gusta subir los impuestos". Tiene que explicar por qué, entonces, los ha subido y por qué ya no le parece "contraproducente" hacerlo, tal y como se lo parecía cuando el déficit público alcanzaba en nuestro país el 9,2 ó el 11,2 por ciento, como en 2010 ó en 2009. Rajoy dice que "antepone los intereses nacionales" a lo que le "gusta" o a lo que "había dicho que no iba a hacer". Pero lo que tiene que explicar es por qué no es positivo para los "intereses nacionales" reducir o incluso suprimir ya el déficit público por la exclusiva vía de la reducción del gasto público y del aparato estatal que obliga al contribuyente medio a trabajar cinco meses al año exclusivamente para pagar impuestos. Rajoy tiene que explicar –si es que puede- por qué es preferible para los intereses nacionales subir impuestos y seguir endeudándonos a precios desorbitados a suprimir el mucho despilfarro que ha dejado sin recortar. Rajoy tiene que explicar -si es que puede- por qué la emisión de bonos patrióticos era una "absoluta irresponsabilidad" cuando los emitía Montilla y dejaron de serlo cuando los emitió Camps. Tiene que explicar por qué sus "hispabonos" de ahora no van a ser para los manirrotos gobernantes autonómicos una forma de eludir la necesidad de ajustarse a su realidad financiera.
Yo no sé si con la nueva vuelta de tuerca fiscal a nuestra empobrecida sociedad civil hemos llegado a ese punto en el que Mises advertía que el sistema tributario se volvía autodestructivo. Lo que sé es que, a pesar de subirlos, la recaudación de muchos impuestos ha descendido. Lo que sé es que Aznar logró recaudar más, gravando igual o menos, y que Rajoy está en la senda de hacer justo lo contrario.