Los grandes inversores tienen dos máximas muy claras sobre el mercado de renta variable: la bolsa es la inversión más rentable y más segura a largo plazo. No es únicamente una opinión, los datos corroboran esta afirmación en prácticamente todos los mercados del mundo.
Aunque la información económica a veces muestra la Bolsa como una especie de casino, en el que los inversores se mueven a impulsos cortoplacistas, lo cierto es que la capitalización bursátil de las compañías casi siempre acaba reflejando su valor real a medio plazo. Por eso, invertir en un índice bursátil a largo plazo es como una apuesta acerca de la solvencia y la capacidad de crecimiento de las empresas de un país.
En EEUU, el país con más estadísticas en este campo, no existe un período de quince años en el que el Dow Jones no haya tenido rendimientos positivos. Esto es lógico. En los últimos setenta años, las empresas norteamericanas han visto cómo se incrementaba su valor, sus clientes, sus productos, etc... Y esta tendencia se ha visto reflejada en el mercado de valores que a largo plazo ha crecido sin interrupción, dejando mejores rendimientos que cualquier otra inversión alternativa (incluso a pesar de los colapsos puntuales que asolan Wall Street y que han podido dejar muchos cadáveres, especialmente entre aquellos que invierten a corto plazo).
La 'década perdida'
Con todo esto en la cabeza, resulta aún más extraño de explicar lo que le ha ocurrido a la bolsa española en los últimos quince años. En estos momentos, el Ibex 35 está en el mismo nivel que en junio de 1997. Es una década y media perdida, un fenómeno casi sin parangón entre los principales mercados mundiales.
Las siguientes son algunas de las fechas clave de la historia del Ibex:
- El 2 de enero de 1992 se iniciaba el camino del selectivo madrileño. En aquella apertura, el índice marcaba los 2.548 puntos.
- El 23 de junio toca por primera vez los 6.800 puntos. Dos días después cierra por encima de esta barrera (en aquel momento, no parecía un hito demasiado importante, pero hoy cobra actualidad porque, quince años después, el Ibex ronda esa misma cifra).
- El 6 de marzo del año 2000, el Ibex cerraba en 12.816 puntos. Era el máximo del rally alcista de finales de los noventa. Desde aquel momento, el índice madrileño comenzó una durísima caída que le llevó a los 5.364 puntos el 9 de octubre de 2002.
- El 8 de noviembre de 2007, el Ibex alcanzaba su máximo cierre, con 15.945 puntos. En aquel momento, casi nadie dudaba de que en un momento u otro se alcanzarían los 16.000 puntos. Cinco años después, aquello parece una broma, con el indicador por debajo de los 6.900.
Como puede verse en el gráfico, a partir del año 97, el índice ha vivido dos grandes períodos de euforia, seguidos por dos largos desplomes. Lo extraño no es esto, puesto que es una dinámica común a todas las bolsas mundiales. Lo que se sale de lo habitual es que las bajadas hayan sido tan importantes como para contrarrestar el efecto de las subidas.
Podríamos decir que el dibujo clásico de un mercado muestra una sucesión de subidas y bajadas que mantiene una tendencia ascendente a largo plazo, porque aquéllas son más pronunciadas que éstas. Sin embargo, la Bolsa española no ha logrado mantener esta tendencia en los últimos quince años. De hecho, ahora mismo está más o menos en el nivel de junio de 1997 y las sensaciones (con el país casi intervenido y la banca en numerosos problemas) no son buenas para lo que queda de 2012.
Como puede verse en la siguiente tabla, los períodos de 10 años casi siempre han sido muy fructíferos en el Ibex. Pero justo ahora estamos ante una década que podríamos considerar como perdida, con una rentabilidad del menos 15%.
La cara positiva
Para alguien que abriera hace diez años un fondo de inversión referenciado al Ibex, esta historia tiene pocos lados positivos. Sin embargo, los que quieran la lectura optimista pueden pensar que lo pasado, pasado está y que éste puede ser el mejor momento para comprar acciones de las empresas españolas.
Quizás a corto plazo la inestabilidad siga siendo la tónica predominante, pero con el índice por debajo de los 7.000, la sensación es que a medio plazo hay mucho margen de mejora. Es una empresa para espíritus arriesgados y, sobre todo, para aquellos que no necesiten dividendos a corto plazo, pero puede que no se haya visto un momento mejor para acudir a la Plaza de la Lealtad. La intuición dice que el Ibex no puede hacer otra cosa que subir en los próximos cinco años. Pero la Bolsa española ya ha demostrado en la última década que es capaz de desafiar cualquier lógica.