Ahora que a perro flaco todo son pulgas y que los aprendices de bolivarianos trasnochados aprovechan para robar empresas españolas con legislación ad hoc, conviene pararse un momento y analizar las causas que han llevado a perpetrar tamaños dislates. Como fruto de decisiones políticas totalmente desafortunadas, países como Argentina se han puesto a sí mismos en una situación energética compleja y difícil de justificar ante una sociedad civil con capacidad crítica, cosa que por cierto allí parece haber desaparecido. Y aquí tampoco abunda, como veremos.
La excusa fundamental para el robo de YPF fue que Argentina había entrado en déficit energético y se había gastado más de 3.000 millones de dólares en importaciones de hidrocarburos durante el 2011. Esto es cierto pero, obviamente, lo que Kirchner y Kicillof no explican es por qué entraron en déficit y qué es lo que ha llevado a un país productor de petróleo y gas a tener que comprar en el exterior. La respuesta es sencilla: una política de subvenciones que mantenían a la población anestesiada y aislada de la realidad.
En Argentina se pagaba la producción de gas a 2 dólares, mientras se importaba de Bolivia a 10 $ o de Qatar o Trinidad y Tobago a 16 $. Cada metro cúbico de gas que se importaba eran dólares que el Estado argentino pagaba pero no repercutía en los consumidores que vivían ajenos a la realidad y disfrutando de una energía artificialmente barata. Si usted es poseedor de una empresa petrolera en el país la conclusión es obvia: comienza a bajar su producción o intenta venderla fuera a precios de mercado y no a seis veces menos. Todas las compañías petroleras de Argentina hicieron lo mismo. Todas, no solo YPF. Llegaría un momento en el que las importaciones superarían las exportaciones y ese momento llegó en 2011. Pero, ¿de quién fue la culpa?
No crean, sin embargo, que este tipo de comportamientos es propio de países de dudoso respeto a la legislación internacional. Aquí, sin ir más lejos, hemos hecho exactamente lo mismo. En España no tenemos hidrocarburos, pero tenemos energías renovables en abundancia y la política llevada a cabo es análoga a la desarrollada por la Casa Rosada. Se optó por instalar energías ineficientes y caras que no eran capaces de competir con las tecnologías convencionales. Se decidió, entonces, subvencionarlas en forma de primas a la producción y darles preferencia a la hora de vender toda su electricidad. El resultado no podía ser otro que un enorme encarecimiento del sistema eléctrico en su conjunto. Pero, y en esto somos iguales que Argentina, no hubo la valentía política de trasladar los costes reales a los consumidores, nadie pagaba la cuenta y permanecíamos aislados de la realidad económica, como los argentinos.
A nosotros también nos explotó la burbuja en forma de déficit de tarifa eléctrica que supera ya los 24.000 millones de euros. Nadie protestaba cuando se instalaban energías caras porque nadie las pagaba. Ahora que el recibo de la luz sube sin parar ya es tarde para protestar. Lo único que nos distingue de Argentina, de momento, es el modus operandi. No se ha expropiado ninguna empresa y únicamente se ha modificado la legislación con carácter retroactivo en el caso de limitar las horas primadas de la solar fotovoltaica. Las decisiones que se tomen a partir de ahora serán las que nos hagan ser un país serio y con libertad económica o una república bananera como Argentina o Bolivia.