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José García Domínguez

Sí al copago

Haya crisis o no, algo anómalo sucede cuando la minuta de la botica a este lado de los Pirineos supera en un cuarenta por ciento (sí, sí, en un cuarenta por ciento) a las de países como Reino Unido, Dinamarca, Bélgica o Portugal.

Acaso lo único bueno que puede decirse de este desastre es que viviremos para contarlo. Por algo los españoles disponemos de la mayor esperanza de vida entre todos los europeos, ochenta y un años y treinta días para ser precisos. Una longevidad de la que alguna parte de culpa deberá corresponder a nuestro sistema sanitario público. Por lo demás, un sistema razonablemente barato. Sépase para el caso que hemos logrado alcanzar la cobertura universal de la población gastando en medicina casi la mitad que Estados Unidos (un 9,5 % del PIB frente al 16% de USA). Hito que en estos tiempos de hipercriticismo masoquista y estéril debiera ayudarnos a recuperar un poco la autoestima como nación.

El modelo sanitario es un ejemplo de lo que España ha sabido hacer bien, de ahí que haya que preservar su viabilidad financiera a toda costa. Imperativo que no exige recurrir al tan castizo hábito del arbitrismo, ese eterno afán hispano por inventar la sopa de ajo. Por ejemplo, en materias como el copago basta y sobra con emular lo que por ahí fuera ha funcionado. Porque, haya crisis o no, algo anómalo sucede cuando la minuta de la botica a este lado de los Pirineos supera en un cuarenta por ciento (sí, sí, en un cuarenta por ciento) a las de países como Reino Unido, Dinamarca, Bélgica o Portugal. Lugares todos ellos donde los jubilados contribuyen con algún tipo de desembolso al coste de los fármacos.

Una broma, la barra libre y el viva Cartagena en materia de recetas, que, solo en 2011, cargó al Estado con 11.136 millones de euros en facturas a pagar. De ellas, el ochenta por ciento correspondientes a los mayores de sesenta y cinco. Aunque ni siquiera hace falta atravesar la frontera para constatar esa alegre prodigalidad. He ahí, sin ir más lejos, los pensionistas de Muface, que por alguna extraña razón consumen una cuarta parte menos (sí, sí, una cuarta parte) de medicamentos que sus iguales del Régimen General. Arcano misterio que quizá mantenga alguna relación con el hecho de que deben abonar un treinta por ciento del precio de cada compuesto. En fin, introdúzcase el ticket moderador y aprestémonos, qué remedio, a soportar el preceptivo chaparrón de demagogia garbancera.  

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