El profesor del Instituto de Empresa aludió a la reforma laboral en la conferencia organizada por el think tank Civismo: "No se puede hacer una tortilla sin romper huevos ni modificar el mercado de trabajo sin quitar privilegios".
Fernando Fernández, director de la Cátedra Sistema Financiero Internacional del Instituto de Empresa afirmó en Pamplona que "cuando Suecia introdujo la prestación privada de los servicios públicos para superar la crisis de los 90, su gasto público se redujo unos 8 puntos del PIB". "Lo importante es que las prestaciones sean buenas y universales, no que sean públicas", explicó el economista.
Fernández, que dedicó gran parte de su ponencia Los ajustes que España necesita: consolidación y reformas a hablar de la próxima aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, aclaró que "si éstos se realizan de una forma acertada, podemos tener un año de caída necesaria, pero si no, nos encontraremos con un estancamiento que puede durar décadas", como es el caso de Japón e Italia.
En este sentido, fijó la cuestión principal: "¿Es posible sanear las cuentas públicas y hacerlas sostenibles?". Esto, explicó, se podría hacer introduciendo competencia en la prestación de servicios públicos, aunque cree que España lo tendrá más difícil que el país nórdico: "Suecia es tan igualitario que nadie tiene privilegios; en cambio, en España se forman guetos laborales que buscan la protección del Estado".
Para el analista, este ajuste debería realizarse por el lado del gasto, ya que durante la crisis se incurrió en decisiones presupuestarias equivalentes al 5% del PIB, aparte del efecto de los estabilizadores automáticos. Fernández también recordó que durante la época expansiva el Estado había crecido a más velocidad que el PIB, incurriendo en gastos recurrentes, cuando debería haber obtenido superávits de 3 ó 4 puntos para no tener déficit estructural. Además, sentenció que "un aumento de impuestos podría agravar la depresión".
Para el profesor del Instituto de Empresa, la clave para que los inversores se fíen de España no radica tanto en el déficit como en el las perspectivas de crecimiento. En este apartado, se refirió a las cuestiones de productividad y mercado interno.
Fernández apuntó, por una parte, que hay que dejar que las empresas se desarrollen: "Mientras que nuestras pymes son menos productivas que las europeas, los estudios demuestran que las grandes empresas pueden competir con sus correspondientes en el resto del mundo". De que no puedan crecer tiene una gran culpa la fragmentación autonómica: "Muchas empresas viven en la ilegalidad, porque cumplir en un territorio significa incumplir en otro". Por esto, incidió en que hay que tender hacia una licencia única.
El ponente señaló que la reforma laboral va en le buena dirección, ya que introduce flexibilidad en "uno de los mercados más injustos e ineficientes de Europa, donde en los mejores tiempos había cuatro puntos más de paro que en el resto del continente". Uno de los mayores síntomas del fracaso, en su opinión, es que los ajustes se realizan por vía de las cantidades y no de los precios, y puso como ejemplo los convenios colectivos: "En 2009, seguían subiendo los sueldos y los convenios de la construcción fijaban aumentos cercanos al 6%". Esto da como resultado que haya "unos trabajadores beneficiados y otros perjudicados de acuerdo a su momento de entrada en el mercado laboral y no a su valía". En relación a esto, consideró lógico que los sindicatos protestaran, ya que "no se puede hacer una tortilla sin romper huevos, ni reformar el mercado laboral sin quitar privilegios".
En relación a la reforma financiera, el conferenciante aclaró que el Gobierno ha diagnosticado correctamente algunos problemas, como es la falta de veracidad de los balances, pero tiene el problema de que no puede inyectar dinero como el resto de Europa hizo en 2008. Un dinero que, precisó, en ningún caso debería utilizarse para prejubilar, sino para sanear". "Como resultado, el sector se fortalecerá: quedarán unas quince entidades, más grandes y solventes que las actuales".
En alusión a la reciente fusión de Banca Cívica, explicó que "Caja Navarra había firmado su sentencia de muerte cuando se juntó con Caja Sol", pero el error viene de antes: cuando las comunidades autónomas monopolizaron los puestos en las entidades de crédito, lo que rebajó los niveles de prudencia.